UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

jueves, 26 de septiembre de 2013

¿ALGUIEN LO ENTIENDE?

Sigo a revuelta con las noticias, esas que llevo un tiempo que me niego a escuchar, para proteger mi salud, más que nada, y que aunque no quiera acabo enterándome.
Los mil y un despropósitos del gobierno que nos desgobierna. Ese que firma el tratado de Kioto y después penaliza las energías renovables, porque ya no le son "rentables" al sr. ministro de industria. En los países donde el sol luce una media de cuatro horas y sin fuerza las premian, aquí que tenemos sol y aire por doquier, aquí, las penalizamos. ¿Alguien lo entiende?

La enseñanza y la educación de la población son la tarjeta de visita y representación de un país. En este, nos la repampinfla y cortamos por lo sano. Se maneja mejor, mucho mejor, una manada de borregos más aborregados todavía. Si naces en una familia donde el dinero mana, sin querer saber su procedencia, sea legal o no, tendrás la suerte de poder tener estudio, educación, libros y conocimientos. Si no has tenido esa suerte, este nuestro gobierno te llevará al analfabetismo más burrológico posible. Eso sí, impuestos los pagamos todos y quien no los paga sentirá el acoso de mamá Hacienda, a no ser que pertenezcas al mundo del futbol de primera o al de politicastros sin más. En los paises del norte de Europa, todos los niños van a colegios de enseñanza pública. Aquí eso es impensante. Se imaginan ustedes a los hijos de nuestros gobernantes asistiendo a una aulas al lado de hijos de emigrantes? No, ¿verdad?. Al resto nos recortan nuestro derecho a una enseñanza de calidad, por la crisis, dicen. ¿Alguien lo entiende?

La sanidad pública no puede hacerse cargo de las enfermedades que produce el uso del tabaco y prohíbe fumar en espacios públicos y laborales. Dándonos muestra de que cuida de nuestra salud. Es más, lo prohíbe hasta en espacios abiertos y ahora resulta que Eurovegas ha conseguido que en los sitios donde hay máquinas tragaperras y juegos, sí se va a poder. Quiere decirse que ¿la sanidad pública, con eso de que ya pagamos más parte en medicamentos, en asistencia hospitalaria y como han recortado en personal médico y de asistencia, sí va a poder hacerse cargo de las enfermedades del tabaco y de las originadas por las ludopatías, que evidentemente van a producirse con la instalación de casinos y demás "industrias" del juego?. ¿Alguien lo entiende? (Que conste que no soy fumadora ni jugadora)

Un país donde la industria de verdad, la que crea riqueza, va desapareciendo a marchas forzadas y con ayuda de nuestros "padres patrios". Un país donde solo crece bien todo aquello relacionado con mafias, engaños, y desmadres mil. Un país donde sus ciudadanos de a pié ven como se va recortando todo aquello que es necesario para poder tener un futuro de esperanza en las generaciones siguientes. Un país de chufla y pandereta, cada día más desencantado de todo. En definitiva, un país que en vez de ir hacia el futuro va hacia un pasado del que no hemos aprendido nada.
¿Alguien lo entiende?

viernes, 20 de septiembre de 2013

MIENTRAS CAE LA NIEVE

Inesperadamente. Esta noche ha nevado. Por eso, ha sido mayor la sorpresa. Abro la ventana, sigue nevando, mansa, calladamente. A lo lejos, la Sierra de Guara y el pico del Aguila, todo engalanado. Y lo mismo, el vecino cerro de la ermita de San Jorge. La nieve convierte en paraíso sin estrenar los más áridos paisajes. Todo blanco, resplandeciente, casi daña a la vista. Un manto blanco cubre la tierra, que la hace blanda, esponjosa, como una alfombra, para no herirla con los pies, dejando en ella nuestras huellas.
Los poetas cantan a la nieve blanca, purísima. Pero acaso no se fijan bastante en el silencio del caer los copos sobre la tierra. Oímos, claramente el estallar de la tormenta, y llegamos a oír la caída de la lluvia y percibimos el chirrido del tiempo que, poco a poco, va minando nuestra vida. Para embellecer, la nieve no necesita hacer ruido. Si nos sorprende en la calle, la nieve, sobre nuestro rostro, no hiere, acaricia, caricia en silencio.

No sé porqué, relaciono la nieve con aquella sencilla mujer, que conocí, hace bastantes años, en una aldea de las estribaciones de la sierra de Marcuello. Se llamaba Leonor. Era una mujer encantadora, irradiaba bondad, hacía el bien en silencio, sin ruido, sin que se notara. Sus manos ajadas por el trabajo de la casa, tenían la virtud de embellecer lo que tocaban. Ante cualquier acontecimiento, alegre o triste, allí estaba la Sñra. Leonor, dispuesta  ayudar. Las puertas de su casa, siempre abiertas, para todo y para todos. Era la clásica mujer de pueblo, que no hizo nada extraordinario, pero hacía extraordinariamente bien las sencillas cosas de cada día.

La Sñra. Leonor murió un día frío de enero. Había nevado. Un fuerte catarro, que desencadenó en neumonía, la retuvo en cama dos o tres días. Presintió que había llegado su hora. LLamó a sus hijos, quiso que le acompañaran en la recepción del sacramento de enfermos, los abrazó, les dio los últimos consejos y paulatinamente, se fue apagando su vida. Sus hijos emocionados, recuerdan los últimos momentos de su madre. Y yo, aunque han pasado muchos años, no la he olvidado.

La ermita de Nstra. Sñra. de Marcuello, de la que era muy devota, se vistió de blanco para decirle adiós.

(En recuerdo a mi querida abuela Leonor, que aunque no pude conocerla, la llevo en mi corazón)
(Texto transcrito de una revista pastoral en la que se hablaba de mi abuela).



BIENVENIDO OTOÑO

Vuelve, como cada año, en su ciclo vital. No abandona su cita anual, al principio lo hace suave, como queriéndonos engañar, todavía nos resistimos a aceptarlo. Pero poco a poco él va haciéndose el hueco que necesita, poco a poco va dando muestras de que ya está aquí, lo queramos o no. Lo notamos en tantas cosas que verdaderamente no nos queda otra situación que aceptar aquí sus días más cortos, sus vientos más fríos, sus lluvias pertinaces. Las hojas que caen, dejando desnudas las ramas de los árboles y el suelo con esa alfombra que parece tener vida propia, formada por ellas. Nuestro ánimo se va quedando más apagado, buscamos sin quererlo la intimidad, el refugio, el interior, nuestro yo más profundo.

Ya la luz de los meses anteriores queda en ese vago recuerdo que nos dejan los días pasados. Los largos paseos nocturnos, las risas y la música en la terraza del bar, la algarabía y el bullicio de los días de vacaciones. La ropa de suave levedad y colores alegres. Todo, forma ya, parte del recuerdo.

Bienvenido otoño!!, otro año más.

CERRAR RECUERDOS

La mañana ha amanecido fresca, son los primeros días de otoño y el camposanto se encontraba inmerso en ese silencio que solo los muertos son capaces de respetar. Es el tercer día consecutivo que vengo a mirar tu tumba y a recordar el tiempo que compartimos.
Es curioso, me enteré del por qué de tu silencio años más tarde. La vida siempre va dándote lo que le solicitas y yo le pedía tan insistentemente que al final me concedió el saber por qué me quede esperando una llamada que nunca llegó. Es lo que tiene la distancia y el solo tú, solo yo.
Recuerdo ahora unos versos de Becquer en los que dice: " Qué solos se quedan los muertos " y es cierto, porque miro este rectángulo de tierra donde reposa ese cuerpo que amé, que acaricié y que ahora encierra solamente la viudedad y el orfandad en la que me dejaste, rodeada de un silencio difícil de entender, de comprender y no encuentro la razón de que estés ahí. Sin embargo siento que ahora tu soledad es más que la mía.
Se cumplían dos años de espera, dos años de pensar qué podía haber sucedido. En el fondo temía lo peor, pero no quería que eso fuera cierto, prefería un cansancio, un hastío a que el no saber nada de ti fuera por algo irremediable. Por eso, tal vez, no había querido saber nada.
Llame a tu casa y una voz de mujer me contestó, cuando pregunté por ti, su silencio me indicó la extrañeza con la que recibió mi pregunta. - Mi padre falleció hace dos años. Me contestó y lo que yo tanto temía se hizo realidad, se materializó en segundos, rompiendo en añicos la caja donde en mi mente guarda todos tus recuerdos. En ese momento y casi mecánicamente solo pude decir un quedo " lo siento, no sabía" y pregunté qué te había sucedido y donde te habían enterrado o esparcido tus cenizas. Nunca hablamos de eso. Bueno, yo sí te dije en una ocasión lo que yo quería, pero me silenciaste con un beso y ya no dijimos más. Me contó que de camino a tu trabajo te sentiste mal, ese camino en el que me dijiste que me llamarías, y que tu corazón no aguantó hasta que te llevaron al hospital. Ahí termino tu vida, tus sueños, tus ilusiones, tus proyectos y comenzó el calvario de mi no saber, de esperarte, de tu silencio, de la nada.
Miro tu tumba, una y otra vez, cada día te dejo una rosa como esas que tú me regalabas en mi cumpleaños, el día de San Valentín o un día cualquiera porque, según me decías, era tu princesa. Quería ser tu reina, pero no lo logré. La lápida solo tiene tu nombre grabado y una fecha, la de tu muerte. En algún momento alguien, tus hijas tal vez, depositaron sobre ella un ramo de claveles y gladiolos que ahora yacen marchitos y que no me atrevo a quitar. Solo lo retire un poco para dejar mis rosas sobre tu corazón.
Los recuerdos me acechan mientras miro sin ver las letras de tu nombre. Recuerdas, al principio, cuando entrando en una solitaria iglesia, me besaste y muy bajito me dijiste: - Quiero que Dios sea testigo de este beso. Fué a partir de ahí cuando yo me sentí ligada a ti para siempre. Sé que te pertenecía, pero nunca estuve segura de tú me pertenecieras a mí. Tampoco le daba mucha importancia. Nos dimos una estabilidad que no teníamos ninguno de los dos, nos redescubrimos como personas y como amantes. Reímos y lloramos juntos, nos apoyamos y la distancia no fue un obstáculo para querernos.
Cuando me enteré de tu fallecimiento me faltó tiempo para, y aunque era la primera vez que salía de mi país sóla, coger el avión y darte un último adiós que me liberara de la angustia en la que estaba inmersa. Hoy es el último día que vengo a dejarte mi rosa, mis lágrimas y no te digo adión, si no un hasta luego, porque ahora ya siempre vivirás en mi recuerdo y en mi corazón el resto de mi vida.
Aquí delante de tu tumba, voy desgranando uno a uno esos recuerdos que he guardado siempre celosamente en mi memoria. Recuerdas, cuando llegabas y me abrazabas haciendo tuyo todo el relieve de mi cuerpo y me besabas en la comisura de los labios, diciendo muy bajito: - Como estás, Niña?. Yo aspiraba el perfume que emanabas y volvía asentir la sensación de estar en casa. Tu risa, tu forma de mirarme, de acariciarme, todas las sensaciones que durante estos años han sido difíciles de olvidar y de cerrar tras la puerta que deja muerta nuestra relación.
Te fuiste, ni siquiera te despediste y yo en mi ignorancia y por qué no decirlo, en mi temor te esperé.

Con el frío metido en los huesos, abandoné el camposanto, en el mismo momento que una mujer joven, con un ramito en las manos se acercaba por el otro lado de la calle que yo tomé para salir. Disimuladamente, me volví y ví que se paraba ante su tumba. No pude dejar de mirar lo que hacia. Con sumo cuidado, retiró el ramo seco que yo no me atreví a quitar y se quedó mirando largo rato las rosas que yo iba colocando cada día. Después con delicadeza las cogió, las unió a las que llevaba y las dejó todas juntas. Era una de sus hijas, se parecía tanto a él, que mi corazón dio un vuelco.
Por fín he cerrado esta página, por fín puedo dejarte en la caja de mis recuerdos.
Hasta siempre.