UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

viernes, 5 de septiembre de 2014

ME RETIRO (TONTO INTENTO)



Me retiro. Sí digo adiós a las que hasta ahora han sido mis compañeras de horas, de días, de momentos de sentimientos a flor de piel, de esos mundos que son medio reales, medio imaginados, medio dentro, medio fuera.
Digo adiós a mis amadas y queridas letras que cogidas de la mano formamos palabras que dieron vida a todo el abanico de seres y sentimientos que forman los mundos literarios.
Ahora ese loco que juega con todos nosotros, el destino, me manda por otros caminos, por los caminos de la búsqueda, pero lo que no sabe es que en mi mochila de caminante me he quedado con veintiocho letras por si no soy capaz de caminar yo sola.
Hasta siempre, mis seres, mis mundos, mis sueños. Hasta siempre compañeras, palabras unas veces entendidas, otras ignoradas, pero siempre, siempre....queridas.


P.Ibort (D.R.)

jueves, 4 de septiembre de 2014

YO Y SU IMAGEN

Como cada mañana, me miro en el espejo del salón por última vez antes de salir de casa para enfrentarme un día más a mis actividades en el mundo exterior, dejando el cómodo y seguro mundo interno de mi cascarón de ladrillo y cristal.
Como cada mañana, procuro ponerme esa máscara, esa armadura que me protegerá de los ataque externos de las envidias y de quienes , sin conformarse con su vida, quieren acceder a la mía. Sé que en mi entorno, mucha gente ve solamente esa fachada externa que muestro, esa forma de vestir que a más de una le llama la atención, y que depende siempre del estado con el que cada día comienzo mi día. Puedo salir de casa vestida ,casi, de alta costura para ir a una calle más allá de donde vivo o bien desafiar al tiempo y al espacio y vestir de esa manera en que no muestro mi lado femenino, pero lo insinúo o bien la comodidad prima y un sencillo pantalón vaquero y un blusón o camiseta sirven para caminar durante la jornada.
Mi forma de caminar por la calle con la espalda recta mirando al frente, desafiando a la vida, como si me sintiera tres metros por encima de los demás, segura de mí misma. La voz a la hora de saludar clara y alta cuando la persona es de mi agrado o simplemente ese pasar sin más, haciendo una clara diferenciación de a quién quiero en mi día a día y a quién no.
Somos muy dados a poner etiquetas, a imaginar la vida ajena, a pensar que conocemos la forma de ser de aquellos que nos cruzamos por la calle sin ni siquiera molestarnos en pensar qué es lo que les ha llevado a ser así o de otra manera o sencillamente, qué es lo que quieren encubrir, qué miedos les mueven, qué sentimientos desean ocultar para no hacerse vulnerables.
Pocas son las personas que pueden decir que me conocen en el fondo y ni aún esas saben de verdad que quién sale por las mañanas dispuesta a luchar en la batalla de vivir en esta sociedad falsa e hipócrita es una mujer con tantos defectos como virtudes y con tantos miedos que, debe cada día pertrecharse tras una fachada de perfección y distancia que en nada se parece a la que llora con el sufrimiento del ser humano, de los animales indefensos, que puede pasar horas mirando al cielo y vagando en un mundo irreal y utópico donde siempre es primavera avanzada y donde la soledad no existe y donde siempre hay una mano tendida un abrazo que reconforte. Capaz de amar sin fin, de dar sin pedir.
Pocos saben que en esa mujer segura de sí misma, tiembla una niña que no terminó de crecer, porque tenía tantas ganas de vivir que se le derramó la vida y perdió años en pos de un futuro que quiso adelantar.
Pocos saben de la soledad de un alma grande como el universo, con deseos de felicidad acorde a su tamaño y unas tremendas ganas de reír y de llorar, de vivir, de amar, de ser y de que la dejen ser.
Todo esto lo pensaba mientras caminaba, sin rumbo y observé como un visillo se movía a mi paso, como cada día y a mi memoria vinieron comentarios, dichos, susurros, secretos a voces que en otros momentos llegaron a mis oídos. Nunca imaginé que podía despertar tanto interés. Pobre gente sin vida.
"Solo quién calza mis mocasines, puede saber dónde me aprietan"


miércoles, 3 de septiembre de 2014

EL TIEMPO PASA.

La mirada perdida en el horizonte. La mente en blanco. No pienso, solo respiro. El tiempo pasa inexorablemente, no puedo detenerlo. Pasa, simplemente, rozándome. Sé que en mi mi vida falta algo, pero no llego a concretar que es. Tampoco dejo que mi mente divague sobre ello, tiene una cierta tendencia aperderse en vericuetos inversímiles y a perderse en un mar de dudas, miedos y cosas raras. Solo quiero mirar sin ver, que es como cerrar los ojos y sentir que respiras, que tu cuerpo cumple todas sus funciones físicas, pero tu mente la has dejada en una especie de relajación forzada. El tiempo pasa. La luz del sol se ha apagado. La noche comienza hacerse reina del momento. Da lo mismo. No necesitas luz para hacer lo que estás haciendo, es decir, nada. Solo dejar que el tiempo pase. La mente sujeta, no vaya a liarla por querer irse por libre, ella solita.
El estómago me recuerda que hace un tiempo que anda parado. Vuelvo al presente, al ahora. El cielo oscuro, cuajado de estrellas, me recuerda otros momentos, otras conversaciones, algunas mantenidas cuando el sol brillaba en lo alto. Creo es la palabra la que me atrae esos recuerdos. Siento frío y me abrazo a mi misma. No tengo a nadie que lo haga. Aunque no quiero admitirlo, eso es una de las cosas de las que faltan en mi vida. En tiempos tenía gente a quien abrazar. No estoy muy segura si esa misma gente me abrazaba a mí. Siento que dí, pero que no recibí en la misma medida. Ahora eso ya no importa. El pasado son esos jirones de vida que forman los recuerdos, que por cierto, no son como esa realidad pasada fue en verdad. Dicen que los manipulamos. Seguro que sí.
Me levanto del escalón donde llevo sentada ya un largo tiempo. Noto las articulaciones entumecidas. Es noche cerrada y se oye algún grillo en la lejanía. Estamos al final del verano, las noches empiezan a ser frescas. Entro en la casa y la oscuridad me recibe. Solo estamos ella y yo. Me abraza y me estremezco. No me gusta esa oscuridad. Busco a tientas el interruptor de la luz y un haz cálido envuelve la habitación. Cierro la puerta y me dispongo a realizar las tareas cotidianas. Me preparo una frugal cena. Después encenderé el ordenador y me conectaré a las redes sociales para "cotillear" un poco lo que ocurre por el mundo. No me gustan los noticiarios, no me gustan como tratan lo más negativo sin resaltar nada lo poco o mucho de positivo que seguro, hay por  el mundo. Después, cuando desconecte, como todos los días, quizá sea un poco más consciente de la soledad que me envuelve. Miro el teléfono movil. No hay mensajes, ni llamadas no atendidas. No hay movimiento. Descuelgo el auricular del aparato que tengo encima de la mesa. El mensaje del contestador es el de todos los días: " No tiene mensajes". No hay nada.
El tiempo pasa, pero la soledad, la eterna soledad, se queda.