UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

lunes, 27 de abril de 2015

EL ADIÓS DEL MIEDO

El corazón se aceleró al oír el sonido del mensaje entrante. Ya lo tenía. No corría prisa abrirlo, lo leería más tarde. En el fondo sabía que no tardaría más de unos pocos minutos en hacerlo La curiosidad le devoraba el pensamiento y los miedos volverían a surgir, pero no importaba, el deseo de saber lo que le había escrito era inmensamente mayor.
¿Cuánto tiempo hacía que había comenzado esa relación entre ellos? Tres, cuatro años, quizá menos, o quizá más, pero ahora no le importaba saberlo. Todos esos años de un tira y afloja. De mensajes subliminales, de decirse sentimientos que flotaban y se desvanecían cada día que se comunicaban. Se conocían por palabras, por gestos imaginados, por fotografías tramposas. Esas redes sociales que nos hacen sentir y ver lo que queremos e imaginamos. Difícil camino para una relación duradera en el tiempo. Demasiados malos entendidos, demasiados sentimientos encontrados, por su parte, demasiadas cosas que se quedaban en el tintero cada noche, y al final el pensamiento negativo y lacerante del engaño. Una red de situaciones, de luchas razón-corazón, que les estaban abocando al adiós definitivo.
Buscó el momento y el lugar adecuado para centrarse en el nuevo mensaje. De pronto, mil mariposas y un nudo, en el estómago, le hicieron temblar como hoja mecida por el viento. Por un lado deseaba la situación que le anunciaba. Por fin conocer el cuerpo, el rostro de quién día tras día, alimentaba el deseo de vivir que en ocasiones le faltaba. Quién tenía las palabras exactas, en el momento exacto. Quién le ponía los sueños en un cielo infinito o el miedo de que solo fueran eso, sueños. Por otro lado el miedo a enfrentar todo el terremoto que sacudiría su vida si eso sucedía. La pérdida de la estabilidad que le daba el conocer las aguas que surcaba, el enfrentamiento a un mundo cómodo que señalaría con su dedo acusador una forma de actuar para todos inesperada. La culpabilidad se unía al miedo. A los miedos. Ellos fueron los que contestaron y los que dejaron flotando en el ambiente un miedo mayor; el final de todo.
Después de una noche de insomnio, intentó suavizar la situación que sin querer había provocado. En su interior sabía que la estocada había dado en el centro y que no sería, como en otras ocasiones, fácil.
Con el amanecer llegó el sueño y la certeza de que, quizá, no era esta la vida que tenían que caminar juntos.
Eses pensamiento tranquilizó su mente y su corazón perdido y herido. Todo tiene un final y este, seguro, sería el de ellos.