UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

jueves, 11 de junio de 2020

ESTE JUNIO

Este es junio atípico, en lo meteorológico, en lo cotidiano y en esa rara normalidad que queremos aparentar, que queremos que sea, pero que no es.
Este junio lluvioso, poco caluroso en su principio y un tanto alterado por todo lo que está sucediendo. Esta pandemia que nadie esperaba a puesto a la humanidad patas arriba, a sus creencias y a su forma de vivir y relacionarse. Ahora soy consciente de que la soledad puede ser muy traicionera, muy amarga, muy dolorosa, pero también, en ocasiones, muy necesaria. Sobre todo cuando llega un momento en que la vida no se vive, simplemente pasa. Pasa, sin más.
Estoy escribiendo frente a la ventana abierta y noto como me envuelve el olor a tierra mojada, siento como cae la lluvia, a veces fuerte, con rabia, después mansamente. Echo de menos el ruido de los truenos, la inquietud de los relámpagos. Me gustan las tormentas. Hoy no es día de tormenta, es solo día para la lluvia y yo me siento a gusto. Sola, conmigo misma.En silencio.
Esta es esa soledad que no produce angustia, ni dolor; al contrario, es buena, es necesaria, pone las cosas, los pensamientos y los sentimientos en su sitio y me hace ver que todo el barullo externo me es ajeno a mí. No mentiría si dijera que cuarenta días de encierro se me han hecho cortos.

Este junio es extraño. Este mundo es extraño. este momento es extraño y sin embargo me siento bien, me siento plena, en paz, en calma. Ahora mi mundo está en orden. Lástima que la sociedad en la que estoy inmersa no me permitirá que dure mucho.

Sigo envuelta en ese olor a tierra mojada. Los verdes son brillantes por efecto de la lluvia y el silencio solo está roto por el piar de los pájaros. Es un momento idílico. Cierro los ojos y soy totalmente consciente de este ahora que me gustaría guardar en una cajita para poderlo saborear en los momentos en los que la vida normal y cotidiana me desborda.

Este es un junio atípico, extraño y yo me siento bien con él.

jueves, 2 de abril de 2020

HUBO UN TIEMPO

Hubo un tiempo en que deseaba quedarme en casa, pasar un día en pijama y dormir hasta tarde. Hubo un tiempo en que quedarme echada en el sofá dejando pasar las horas era un sueño difícil de realizar, incluso en vacaciones. Hubo un tiempo en que el silencio era un lujo, coches, gritos de niños, conversaciones ajenas que no me interesaban y sin embargo era imposible no enterarte en detalle del contenido. Realmente hubo un tiempo, pero era eso, otro tiempo, diferente, un tiempo que parece otra época, otra época de hace veinte días.
Sin embargo, ahora, mi deseo es ver pasar a alguien por la acera de enfrente de la ventana de mi cocina, aunque sea paseando al perro, pero ver a algún ser humano. Las calles parecen una mala película catastrófica, una película de esas que nos tienen tan acostumbrados la cinematografía americana dónde siempre Nueva York termina arrasada. Para colmo de males, el tiempo no ayuda. La primavera ha venido lluviosa, fría y destemplada. No queda ni el consuelo de asomarse a la ventana que con la excusa de aplaudir a todos aquellos que están al pie del cañón y que nos ayuda a ver que todavía en la casa de enfrente hay vida humana. Tal vez, esto ayude a menos virtualismo y a más abrazos de verdad, más cafés compartidos, más tertulias, más quedadas de amigos y familiares. Más darnos cuenta de lo que verdad es importante.
Esta situación dispara ese otro estrés producido por las malas noticias, porque suene el teléfono y te digan que alguien conocido o querido ha caído en las garras de este maldito virus, porque no soy conocedora de quien tiene la fortaleza suficiente para plantar le cara, ni yo misma sé si lo soy.
Me pregunto como un ser tan diminuto, tan poca cosa, tiene la fuerza para parar al ser humano, porque solo ha parado al ser humano, ese gran depredador de la naturaleza. Tal vez, la Madre Tierra nos esté dando una lección, nos esté poniendo en nuestro sitio y nos diga, con la zapatilla de madre en la mano, que ya vale, que nos estemos quietecitos y seamos buenos chicos, que la tenemos ya muy cansada, agotada ya de tanto batallar con nosotros, que le hemos salido un poco rebeldes.
Hubo un tiempo que busqué la soledad, tal vez ahora también la busque, pero solo por unos instantes, ya no quiero esta soledad impuesta, este ver al vecino desde la ventana y gritarle para saber que todavía está bien, para compartir unas canciones o tal vez una última copa nocturna, en la distancia. Porque hubo un tiempo que yo no sabía quién era mi vecino. Ahora hay un tiempo en que todos sabemos quienes son nuestros vecinos y nuestra gente.
Como enseñan las madres, y Gaia, Pachamama, Tierra, llamemos la como queramos, es una Madre, una Gran Madre y me temo que ha cogido la zapatilla en la mano, esa zapatilla que debió coger hace tiempo.
Espero salir de esta y poder invitar a mi vecino a esa copa nocturna o a ese café mañanero pero con mucha menos distancia entre nosotros.
Hubo un tiempo loco y espero haya un tiempo de reflexión y de cambio, de mucho cambio positivo.

miércoles, 12 de junio de 2019

UN VIENTO ESPECIAL



                                                           
Desde que había llegado a esta parte del este español no había sentido en su piel otra sensación que no fuera el roce del viento en su piel. Ya llevaba instalada en la casa de la que fuera su madre adoptiva una semana y el viento no había cesado. A veces, las fuertes ráfagas de aire la había hecho tambalearse, no estaba acostumbrada y terminaba el día, siempre, de mal humor.
En el silencio de la noche lo oía colarse por las rendijas de puertas y ventanas y le producía una sensación de abandono y cierto temor que lograba calmar arrebujándose entre las sábanas y esperando que el sueño la venciera, con la esperanza de que a la mañana siguiente el maldito viento se parase y los rayos del sol que ya estaban altos caldearan sus doloridos huesos.

No sabía muy bien por qué terminó aceptando la invitación del vecino de su madre. Tal vez por ese sentimiento de deuda que tenía hacía él, ya que había sido la única persona que estuvo al tanto de la enfermedad que la consumió en poco tiempo y no la dejó hasta que fue enterrada como quería, como ella, había enterrado a sus padres, a su marido y a los tres hijos que parió y que no logró ver con vida más allá de los primeros tres años. Todos en tierra, con una sencilla cruz, todas igual, donde poner el nombre y dos fechas. Como ella solía decir: " El recuerdo se lleva siempre en el corazón".
Tres días más tarde del entierro, recibió en su casa de San Francisco, una carta donde le comunicaba el fallecimiento de la que fue su madre, una madre que no la parió pero que lo fue todo para ella.
Después de terminar la carrera, la vida la llevo lejos, a otro continente y empezó su vida lejos de aquel pueblo pequeño, lejos de esa mujer dura y sencilla que le enseñó las tradiciones de una tierra y de una gente que la acogieron como si uno de ellos se tratase.
Aunque las llamadas eran semanales y raro era el mes en que, las cartas tradicionales, las que expresan sentimientos, esperanzas y pocas ilusiones, escritas con letra tambaleante de quién ha escrito poco porque ha tenido que trabajar mucho desde la más temprana infancia, no cruzaban el ancho océano para acercar un poco, con la tibieza de los rayos del sol otoñales a madre e hija,  no pudieron evitar que la muerte llegara en la soledad de una casa desvencijada por el tiempo.
Cuando leyó que su madre había fallecido, una losa de orfandad cayó sobre ella y las lágrimas inundaron las horas y los días, hasta que pudo conseguir su mes de vacaciones y un pasaje para ese rincón de una España que nunca sintió lejos, gracias a las palabras de su madre, que no quiso contarle nunca la gravedad de su enfermedad, para no preocuparla, que ella sabía que se tenía que ir, y su hija seguir viviendo.

A la mañana siguiente, el viento había cesado. Al abrir la puerta y no sentir la ráfaga fría en su rostro se sintió extraña y un escalofrío recorrió su cuerpo. Sin saber a qué impulso obedecía y sin tenerlo en mente sus pasos la dirigieron al pequeño cementerio del pueblo. Pese a ser un poblado con pocos habitantes, el cementerio estaba cuidado y en alguna tumbas se notaba que el paso de una mano lleno de amor las había visitado, estaban limpias y con flores; sin embargo, algunas otras solo las visitaba el tiempo, el aire, el sol o la lluvia y la soledad total. Tumbas antiguas, de piedra oscura y ese moho verde que adorna las piedras. Se acercó despacio, todavía con esa sensación rara en la boca des estómago, abrió la puerta y en aire quedaron los chirridos de la cancela; la dejó abierta. Miró a un lado y otro y su vista se perdió hasta encontrar la tumba de su madre. Una hermoso centro de flores blancas y rojas descansaba a los pies de la tumba. Se extrañó, ya que ella no había pedido flores ni la había visitado anteriormente . Al acercarse vio que la tumba que había al lado tenía, en la misma posición, otro centro idéntico; no entendía nada. Se acercó a la sepultura y acarició la foto que recordaba los ojos soñadores de su antecesora, al hacerlo vio una nota en el interior del centro floral.
" A mi madre, con todo mi cariño". No entendía nada. Su madre no tenía hijos vivos que ella supiera, todos habían muerto en su infancia y ella era hija adoptiva. ¿De quién podía ser la nota?. Miró a su alrededor, pero estaba sola en todo el cementerio. Miro, curiosa, el centro de flores de la otra sepultura. También había una nota. "A mi padre, que nunca supo de mi existencia, con todo mi cariño". Nadie firmaba ninguna de las dos notas.

El viento volvió hacerse presente, aunque muy suavemente, casi como una brisa y en su mente iban sucediendo unas imágenes, detrás de otras. Unos recuerdos detrás de otros. El nudo del estómago seguía ahí, pero ya la sensación era mucho más liviana. Tendré que investigar de dónde han salido esas flores, quién las ha enviado o las ha puesto.- Se dijo.
Con paso decidió, salió del camposanto y cerro la verja con el consiguiente chirrido de las bisagras. Al volverse para retomar el camino de vuelta al pueblo, vio un coche negro, con los cristales tintados.
Tal vez, debería mirar quién es , preguntarle si tiene algo que ver con las flores. Sus pensamientos iban de un lado a otro con la velocidad del rayo. El viento comenzó a soplar más fuerte. Un hombre abrió la puerta del coche y descendió de él. Al verlo parado frente a ella lo entendió todo. Tenía un hermano al que siempre había considerado un vecino y en todos estos años el secreto de la infidelidad de su madre había quedado bien guardado. Una enfermedad desconocida que duró nueve meses. Unas visitas médicas a la capital que tuvieron a su madre lejos del pueblo durante quince días. Una tristeza en los ojos que ya nunca más se le iría. Una vecina que también adopto a un niño, porque no podía tener hijos. Un hijo que cuidaría de su propia madre, siempre en una lejana cercanía. Un secreto guardado que solo el viento, dos mujeres y un niño, conocían. Pacto de silencio que ahora se rompería.
Era una historia que tendrían que contarle ahora, no para juzgarla, si no para escuchar lo que el viento le decía..

lunes, 10 de junio de 2019

UNA INCONVENIENTE DESPEDIDA

                               PALABRAS DE UNA MADRE A SU HIJO

Y Dios dijo: Abandone el hombre a su padre y a su madre y coja a su mujer y forme con ella un hogar. Y el hombre así lo hizo.

Comprobé en mis carnes, lo que otras mujeres-madres sintieron en las suyas el día que mi hijo tomó las órdenes de Dios y tomando a su mujer formó un hogar con ella. Fue entonces cuando más claramente pasaron por mi mente las imágenes de mi hijo desde que nació, mis desvelos, mis preocupaciones, mis riñas, mis risas, mis lágrimas de felicidad, las veces que pasé las noches en vela preocupada por su salud, o por esos sueños inquietos y parlanchines. Las discusiones por la hora de llegar a casa, por el orden en tu habitación, por las notas del colegio. Las veces que me cogías por la espalda y me plantabas un beso en la mejilla. Nunca te dije lo mucho que te quería.

Sentí como, cogida de tu brazo y avanzando por la alfombra de la iglesia, en cada paso iba dejando trocitos de ese niño, de ese hijo que quiero hasta dolerme y te fui diciendo adiós, un adiós amargo, triste. Cuantas veces a esas lágrimas, por vergüenza, las tildamos de otras emociones más "convenientes".  No me embargaba más emoción que la tristeza. Las veces que me repetí, que de esto iba la vida. Que no eras mi hijo, si no el hijo de la vida y yo solamente el arco que, tensa la cuerda ,te dispara a tu destino.

En el día de nuestra despedida, lloré y no de alegría, bailé hasta la extenuación para ahogar el dolor que mi corazón sentía y vi como te alejabas para siempre. Dejaste de ser ese niño rubio, que en ocasiones confundieron en su época de bebe, con una niña. Dejaste de ser la criatura que miraba dormir y el corazón se me inundaba de amor y se esparcía por todos los poros de mi piel. Creciste, te enamoraste y te fui perdiendo.
El día de tu boda, te dije adiós. Sé que nadie aprobaría lo que te estoy diciendo y sin embargo la inmensa mayoría de las madres sé que me entenderán, aunque jamás lo reconocerán en público.

Se feliz. Porque tú te hagas feliz. Nadie, aunque no te lo creas, tiene tu felicidad en su mano. Pocas cosas  puedo darte ya, hijo mío. Lo que me queda, lo guardo para mí, en mis recuerdos y en mi corazón.
Hasta siempre, mi pequeño.

miércoles, 7 de febrero de 2018

UN DÍA DE CELEBRACION

Hace frío, la mañana es desapacible y no quiero dejar el calor y el refugio que las sábanas me ofrecen.
El reloj, inmisericorde, me recuerda machaconamente que el tiempo pasa más deprisa de lo que soy consciente y que debo comenzar la tarea rutinaria si quiero que todo esté listo para la hora indicada.
Hoy, es el cumpleaños de mi hijo menor. Él no esperó a que todo estuviera listo, a que yo estuviera lista, no; nació cuando quiso y desde entonces estoy a su disposición tiránica, como lo estoy de sus hermanos mayores. Es lo que tienen los hijos. Ellos marcan el ritmo de la vida materna. Ellos deciden cuándo vienen y cuándo abandonan el nido sin pensar si tú estás lista para el acontecimiento. Desde su concepción, marcan el ritmo de tu vida, la hacen suya y cada día que pasa pides que no corra tanto el tiempo, porque en el fondo de tu ser sabes que un día abrirán la puerta y volaran y tú quedarás ahí, esperando a que por migajas de tiempo regresen a tu lado.
Abro la ventana y el frío se cuela por toda la habitación, quitando las telarañas mentales que empezaban a instalarse y a paralizar todo movimiento. El día comienza. Comienza la maratón para celebrar que un día, mi chiquitín, sin previo aviso, tomó un pedacito de mi corazón y un gran bocado de mi existencia.
Repaso mentalmente, mientras desayuno, todas lo necesario para el evento. No quiero dejar nada al azar, aunque siempre estoy dispuesta a que el momento me sorprenda con algo con lo que no había contado. Es la sal y la pimienta de la existencia: esas cosas que no controlas y que hacen acto de presencia cuando menos lo esperas. Reconozco que al principio me ponen más que nerviosa, pero al final, nada es tan preocupante cómo parece al principio. Aún así, al final, termino soltando todo exceso de adrenalina en un mar de lágrimas que tienen ese efecto calmante rompiendo la tensión que atenaza con volar todo por los aires.
Suena el timbre, suspiro hondamente, y mis hijos mayores hacen acto de presencia. Besos, risas bromas. Todo lo anteriormente pensado desaparece, nada puede salir mal, ellos están conmigo. Ilusa.
Ellos llevan ya su vida, como la llevará no tardando mucho el homenajeado y entonces soy consciente de que yo hice lo mismo y de que seguramente mi madre, también pasó por esta especie de agonía que supone esta separación sin terminar de separarse del todo. Porque vuelven cuándo te necesitan o los invitas a comer, pero no están en esos momentos en los que necesitas de su fuerza, de sus abrazos, de su cariño; cuando recuerdo sus primeros años de vida dónde yo era el ser principal de su existencia, o eso creía yo, porque realmente nosotros mismos somos los principales de esta historia que se llama vida y así debe de ser aunque solo sea por pura sobrevivencia.
El día que comenzó con apatía, seguido de un delirante estrés de preparación, de las lágrimas calmantes ante el exceso de tareas contra tiempo y marea, de ser consciente de lo sola que estoy la mayor parte de las veces, de la ilusión del encuentro, de rísas, de momentos nostálgicos, de compartir, de intentar dejar en el recuerdo de los seres que más quiero un poso de cariño y de felicidad, ese día tan especial de veintitrés aniversario, ha llegado a su fin. El escenario es una muestra de la batalla que se ha vivido. El cuerpo está agotado, pero el alma; el alma está llena de felicidad y de agradecimiento.
Cierro la puerta con llave, miro a mi alrededor y veo el desorden, manchas en el suelo y todo por volver hacer. Apago las luces y con pasos cansinos me voy a la cama. Mañana será otro día.

viernes, 13 de octubre de 2017

UNA DECISION

La música envolvía la habitación, se acercó a la puerta y lentamente se volvió para mirar lo que dejaba atrás. La cama revuelta, las cortinas corridas y esa música que le recordaba una y otra vez que aquello no tenía ningún porvenir. Se lo había jugado todo por una ilusión y sentía que lo había perdido todo. O tal vez ya lo había perdido todo con anterioridad y por eso había apostado fuerte al caballo perdedor.
Al ver el desorden de la habitación, repaso mentalmente no dejar ningún cosa que pudiera delatar que había estado ahí, aunque en su interior le importaba más bien poco. A estas alturas de su vida ya nada le preocupaban los demás. Su vida era suya y la tenía que vivir lo mejor que pudiera o supiera. Realmente no estaba segura de que supiera cómo vivir de manera que algo le llenara de verdad. Hacía tanto tiempo que se sentía vacía que ahora llenar tanto vacío iba a ser muy difícil.
Bajo lentamente las escaleras, no quiso coger el ascensor, necesitaba moverse, caminar, sentirse viva , libre y sobre todo...sola.
El viento le taladró la piel e instintivamente se arrebujó en el chaquetón de piel sintética y se cubrió la cara con la bufanda de lana. Se encaminó hacia el parking donde había dejado aparcado el coche y tras pasar por el cajero para sacar el tiket de salida procedió a salir lo antes posible de ahí y encaminarse a la tibieza de su casa. No encontraría calma hasta que no estuviera entre las cuatro paredes de su mundo más íntimo. Ahí pensaría lo que podría devenir en el futuro.

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El watsapp no dejaba de sonar. Por el sonido que su teléfono móvil emitía sabía perfectamente de quién era el mensaje que entraba. Ninguno le interesaba, ni si quiera esos que tan insistentes entraban. Desde las las ocho de la mañana, uno tras otro, cada 10, 15 minutos sonaban con insistencia pero la había renunciado a todo, a la pasión, al amor, a la ilusión,....sabía que tenía que decidir si estaba dentro o fuera y  estaba claro que había decidido aquello que aportaba mas calma a su espíritu.
Desconectó el teléfono y se metió entre el frío de las sábanas que la recibieron con la suavidad de las alas de los ángeles. Apagó la luz y cerro los ojos esperando que el sueño viniera a terminar aquella sensación a la que no sabía que nombre ponerle. El sueño no quiso ser benévolo y los minutos empezaron a pasar sin clemencia, los recuerdos volvieron a su mente y las lágrimas se escaparon de sus ojos sin que hiciera nada por detenerlas. Qué iba a ser de ella mañana, cuando el sol entrara a raudales por la ventana y el nuevo día le trajera la realidad pura y dura. Cómo iba a decir que no se conformaba con una habitación impersonal de cualquier hotel, una tarde al mes y después teléfono, imagen, pero pocas sensaciones de verdad. No, mejor la determinación del adiós y sin embargo la zozobra la envolvía y la fortaleza de la decisión tomada iba abandonándola.
Encendió la luz, tomo el teléfono y marco el número. La llamada fue silenciada al otro lado. Estaba segura que un nuevo mensaje iba a entrar, pero no lo leería. Todo había terminado. Lloró hasta que el agotamiento la dejó sumida en una duermevela y poco a poco la noche dejó paso a un tibio sol de comienzo de invierno que inundó la habitación. Para entonces tenía claro que la vida tenía otro nuevo camino que empezar en ese mismo instante. Un camino que empezaría sola y que posiblemente terminaría sola, pero era esa la decisión que había tomado.
Puso el teléfono móvil en funcionamiento y abriendo los mensajes borró todos los de él sin leerlos si quiera y después lo bloqueó. Ya no había marcha atrás. Encendió la televisión para oír las noticias y se preparó el desayuno como hacía cada día. Aunque hoy, era un día distinto.

martes, 18 de julio de 2017

AROMAS (I)

De camino a mis obligaciones diarias, un día más, con miles de cosas por hacer en mi cabeza y el reloj corriendo en mi contra, noto un olor que me es familiar, me atrae y mi mente vuela de esos miles quehaceres a uno muy concreto. Enseguida, una voz interior me vuelve a decir: - Tengo que volver a pintar. Y en mi cabeza aparece la imagen de una tela blanca, estirada en su bastidor; el peso liviano de los pinceles, la paleta llena de colores y ese aroma que me atrae cómo el néctar de las flores a las abejas, el aroma de los disolventes.
En mi cabeza, van apareciendo todo ese mundo de colores y pincelas que dan forma a las ideas aprisionadas en una mente llena de rejas del debo, es lo correcto, lo normal es ésto.....que escapan por la puerta secreta de mis manos y a través de esos pinceles que sin percatarse llenan mi mundo gris y anodino de los colores más sugerentes, de las formas que mi universo particular consigue transmitir.
Creo que mi voz interior me dice lo necesario que es para mi vaciar todo el torbellino de emociones que me envuelve y que me tiene prisionera. Utilizar ese tiempo tan valioso para poner en orden y en paz mi mente, mi corazón, mi ser.
Llego a mi destino y todavía tengo en mis terminaciones olfativas el olor característico de los disolventes para óleos y ese deseo de sentir el peso de los pinceles y de manchar con trazos, que no sé a dónde me llevarán, el blanco prístino de la tela.

sábado, 8 de abril de 2017

TE VEO SALIR

Te veo salir, con la confianza, el entusiasmo y la juventud cargada sobre los hombros, cómo etiqueta del jersey que llevas sobres ellos. Te veo salir y pienso:  - Ahí va el último vestigio de una vida feliz que yo me cree y me creí.
Cómo duele ser consciente de que la vida va pasando y el tiempo no para y no vuelve y el día termina de igual forma que comenzará el siguiente si Dios no lo remedia. La soledad se va adueñando del alma y me resisto y lucho y quiero seguir con mis sueños, que cada vez son menos, con mis ilusiones que cada día se desvanecen. Miro a mi alrededor y lo que veo tampoco es muy esperanzador, nadie se rebela al día a día, las conversaciones terminan siempre en lo mismo: la enfermedad, los médicos, las medicinas y a mi me sube un no sé qué por el estómago a la garganta que me saca un grito de ¡¡ya basta!!, la vida sigue, todavía hay mucho por hacer, mucho po aprender, por vivir, por recorrer, por reír y sin embrago solo sois un atajo de muertos respirantes, vestidos a la última, intentando no ahogaros en vuestras propias miserias.
No, yo no soy de ese mundo. Mi cuerpo, tal vez, evidencia la edad, los años que llevo luchando, aprendiendo, intentando salir adelante, pero mi mente está viva, mi mente y mi corazón quieren amar, sentir la pasión de unos besos, las manos cálidas que me cogen la cintura, las palabras tranquilas de una conversación, los oídos que escuchan y no juzgan.
Te veo salir, hijo, y me doy cuenta de que lo que me ataba a esa pizca de vida, se va llendo, porque tienes tu propia vida y yo tendré que aprender a vivir sin el empuje que me da la tuya.
Te veo salir y yo solo quedo pensando dónde está la vida que yo debería estar viviendo en vez de mirar cómo cierras la puerta tras de tí después de depositar un beso en mi mejilla.

martes, 20 de diciembre de 2016

DAÑOS COLATERALES/LAGRIMAS INOCENTES

Daños colaterales, Dos palabras a sépticas para nombrar la barbarie de la sinrazón. Dos, tres, cuatro o realmente ninguna, razón, ninguna idea que merezca la pena estos "daños colaterales". Las creencias solo se sostienen para aquellos que no tienen nada, ni siquiera vida, y necesitan una droga que los anestesie de su pobreza no tanto material cómo espiritual y de razonamiento. Ningún dios tiene potestad sobre la vida de los inocentes, sobre la mirada aterrorizada de un futuro tratado cómo trapo viejo. Ninguna promesa de cielos, ni de huríes, ni de ningún premio puede tener cómo base el miedo, el hambre, el frío, el llanto de esos inocentes que no pidieron venir a este mundo, y que son o mejor dicho, muchos eran, el futuro de esta sociedad enferma, hipócrita, egoísta y que mira para el lado que le conviene sin ver la verdadera consecuencia de sus actos cobardes.
La vieja Europa se rasga las vestiduras cuando locos fanáticos, que han mamado la droga religiosa que empobreció a sus antepasados, y los empobrecerá ahora, porque solo tiene por motivo el tenerlos bien agarrados para esa esclavitud que sin llamarse así tiene las mismas consecuencias. Esbirros a la orden de gentuza que solo quieren poder, poder y más poder. Estar por encima de todos y al final terminan creyéndose sus propias mentiras. Europa grita y llora cómo plañidera cuando el horror de la sinrazón toca a sus tierras, mata a sus ciudadanos y rompe de golpe el consumo, la comodidad y la seguridad insegura en que pasa sus gloriosos días.
Las grandes potencias, juegan cómo niños, a juegos de guerra siendo las consecuencias mucho más dramáticas que esos juegos infantiles. Prueban sus capacidades militares pensando en la paz, dicen, cuándo la paz es sencillamente la inexistencia de todos esos artilugios que se utilizan para la destrucción y la muerte.
Ponemos al mando de nuestros gobiernos a gente con una ambición tan desmesurada que llegan a creer que el mundo es de ellos, porque tienen posesiones, porque tienen cuentas bien repletas en bancos, porque se rodean de gentecilla que les va besando sus babas y sus desechos, porque la envidia es una mala consejera y en el fondo todos esos "mindundis" "besa culos" querrían estar en posesión de lo que el otro tiene. Mala y rastrera la condición humana.
Sentamos en el sillón a quiénes juegan con nuestras vidas, con nuestras ilusiones, con nuestro futuro y luego nos llevamos la mano a la cabeza. Mientras tanto nuestros niños, sí nuestros.....los de Siria, los de Irak, los de Afganistán, los de Yemen,......todos esos niños que sufren sin ninguna culpa el afán desmedido de unos adultos con taras tan grandes que deberían estar encerrados cómo lo están los enfermos mentales que no pueden hacer vida normal. Al fin y al cabo, por muy mandatarios que sean, por mucho dinero que tengan, por muchos besaculos que arrastren tras de sí, son tan enfermos mentales o más que los que llamamos locos.
Sinceramente, creo que la humanidad solo sabe destruir y destruye hasta a su propio futuro. Un futuro que mira hacia arriba y pregunta, inocentemente, el motivo de ese sufrimiento gratuito que le estamos dando. Un futuro en los ojos que hablan solos de niños que no se merecen tener la labor de mantener a unos adultos que para nada mira por ellos.Lo malo es que crecertan, serán adultos y este cáncer que corroe el planeta tierra seguirá creciendo y expandiéndose por los siglos de los siglos.
Ya no quiero seguir en esta tierra infectada, egoísta, cobarde, hipócrita, envidiosa y fanática. Mejor me a punto al próximo viaje a Marte para no volver, y cómo a este planeta llevaremos células del cáncer que nos está destruyendo, me apearé a medio camino. La inmensidad del Universo será una bonita tumba.

viernes, 18 de noviembre de 2016

EL ARMARIO

Nunca se me había pasado por la cabeza, pero últimamente me encantan los armarios. Abrir un armario es cómo entrar en un mundo desconocido y mágico. Todas las cosas inertes que contienen son solo una barrera para que no se pueda ver a simple vista lo que de verdad son: puertas a un mundo mágico.
Ya sé que estáis pensando: Cuánto daño ha hecho la historia de Narnia. No es no digo que estéis faltos de razón, pero pensarlo bien; ¿por qué no soñar con cambiar de mundo con solo abrir un armario?
Salir de este mundo actual dónde el ser humano, parece ser que anda despistado, desnudo de valores, cargado de prejuicios y siempre ciego y aborregado, y entrar en un mundo propio, nuestro, dependiendo de cómo estemos anímicamente ese día.
Siento a mis hijos chillando, riñendo por cualquier nimiedad, el cuarto de los juegos es un campo de batalla de juguetes tirados, y el pasillo se ha hecho inaccesible desde hace unos minutos porque ellos lo han tomado también en esa batalla personal que tienen. Su padre, mira la televisión a la que le va subiendo el volumen en la misma relación que mis hijos suben el volumen de su voz. La mía la perdí en el último grito que dí con la tonta intención de poner un poco de paz y orden. He llegado del trabajo, con las bolsas de la compra que he hecho de camino a casa, me espera la lavadora, la cocina, los deberes y etc..etc... (Qué os voy a contar, que no sepáis ya) y entonces, justo entonces, lo mejor que sienta es: UN ARMARIO.
Un armario, cuya puerta nos de paso a ese mundo de paz y armonía que en ese momento necesitamos. Es entonces cuando aparto la ropa (de paso veo una camisa que creía haber perdido, ya que hace tiempo que la busco y no la encuentro) y entro en el armario, con los brazos extendidos para ir abriendo camino cuando de pronto, ahí está, el fondo del armario, la pared, inamovible, dura, que me corta el paso a ese mundo dónde quiero desaparecer, por lo menos por unos instantes (tampoco es pedir mucho) y en ese mismo instante me doy de bruces con la realidad y me siento mal, muy mal, cómo si estuviera haciendo la mayor tontería del mundo y de nuevo oigo el bullicio de mi casa y me entran unas ganas locas de llorar y de seguir en el interior del armario con la vana esperanza de que el fondo se abra y poder escapar a un mundo más humano, más dulce, menos frío.

lunes, 12 de septiembre de 2016

TIEMPO

Hubo un tiempo, en que la sonrisa pocas veces desaparecía de mis labios.
Hubo un tiempo, en que los sueños y las ilusiones se mezclaban con la realidad.
Hubo un tiempo, en el que me sentía la leona luchadora, la mujer fuerte y decidida que siempre había querido ser.
Hubo un tiempo, que marqué mi paso, aún a contracorriente de los demás.
Hubo un tiempo, que me sentí dueña de mi vida y mi destino. Un tiempo en el que soporté la ira y la incomprensión de mi entorno y  pude notar en mi piel el roce que produce ese aire de libertad.
Hubo un tiempo, pero ya no lo hay........
Ahora, es el momento de inclinar la cabeza, de recoger las alas, cercenadas por las responsabilidades impuestas desde el exterior y aceptadas en mi interior.
Ahora, es tiempo de seguir dando, dando...dando......y perdiendo.
Ahora, es tiempo sin sueños, sin ilusiones, sin sonrisas de esas que brotan del alma.
Ahora es un tiempo muerto, un himpas entre el sueño y la muerte.
Ahora es tiempo de morderse la lengua, de no decir, de comerte la rabia y la insatisfacción, de poner una mueca en tus labios hasta que deja de doler tanta imposición.
Ahora es ese tiempo que nunca debió existir.
Ahora es tiempo de esperar a la muerte para poder renacer
Ahora, hay un tiempo.........que no quiero vivir.

viernes, 2 de septiembre de 2016

ESTOY MUERTA

Estoy muerta. Sí, respiro, pero estoy muerta. Vivir, no es solo respirar. Vivir es tener ilusiones y sueños. Esperar el día nuevo cómo un niño antes algo extraordinario. Sentir que eres libre, que nadie te corta la iniciativa. Que no te miran condescendientemente cuando dices algo no muy correcto, o gritas o saltas porque algo te está haciendo tremendamente feliz. Que no te miran queriendo leer el interior de tus pensamientos y cortando con esa mirada todo aquello que sale de ti. Tal vez tienen miedo. Tal vez no te entienden. Tal vez les recuerdas demasiado esos traumas infantiles que no terminan de superar. Tal vez, reaviven tus propios traumas, tus miedos, tus complejos.
Estoy muerta, aunque me levante cada día al son del despertador, Aunque diga cada día el "buenos días" que me inculcaron en mi educación social. Aunque de besos, sin sentimiento alguno.
Estoy muerta, y solo espero el día en que el corazón deje de latir, el oxigeno de entrar en mis pulmones y por fin pueda vivir, libre, sin cadenas sociales, sin sentimientos paralizantes, sin flechas envenenadas, sin sentir el peso de los problemas, miedos, traumas de quienes andan conmigo subidos a mis espaldas.
Estoy muerta y respiro, eso es todo.

jueves, 7 de julio de 2016

EL CORAZÓN DE MAMA (para África)

Miras con desconfianza a ese nuevo ser que tus padres han traído a casa. Sabes que mamá lo llevo nueve meses en su barriga. Viste cómo iba creciendo y llegó un momento en que si ponías tus manos o tu carita encima de la barrigota de mamá, sentías mover, cómo si fuera una culebrilla, a ese ser que iba a nacer y que todos te decían que era tu hermanito, al que tenías que querer mucho y que tú, como hermana mayor, deberías de ayudar y cuidar en todo momento.

El tiempo ha pasado y ya desde que llegó a casa, notas cómo una punzada en el estómago cada vez que alguien le mira, le habla o le ríe la gracia de turno. -Mira qué gracioso. - Qué bebe más rico. -Qué mayor se está haciendo!!!. Y tú, que estás ahí delante, que siempre las alabanzas habían sido para ti, parece que pasas desapercibida. Aunque no es verdad. Irás aprendiendo que a los adultos, las novedades les llaman mucho la atención y ahora tú hermano es eso: una novedad. Pero te aseguro sin fallar ni un milimetro que para tus padres y sobre todo para tu madre, tú, sigues siendo lo más especial e importante de su vida.
Para que lo vayas entendiendo te voy a contar algo que te lo demostrará:

         El corazón de una mamá es especialmente raro. Tiene la capacidad de crecer ahí dónde es necesario para que nadie se quede sin su trocito de corazón particular.
Cuándo una mamá nace, todavía, su corazón es cómo el de todos. El amor a su papá y a su mamá es todo lo que hay en él. Pero poco a poco, cómo todos, va creciendo y van apareciendo personas en su vida a las que hay que hacerles un huequito, y ahí empieza la magia.
Una parte de su corazón seguirá siendo siempre de sus padres, ese será inamovible, siempre igual. Después aparecerán los amigos, que unos llegarán, otros se irán, otros se quedarán  y ese trocito de corazón irá creciendo o menguando dependiendo de los amigos. Después los hermanos, también tendrán su sitio e  irá creciendo dependiendo de los hermanos. Otro trocito que también será inamovible es el que pertenecerá a papá, sí, a tu papá. Ese espacio sólo será para él.

Hasta ahora lo vas entendiendo, no?,  pues bien, ahora llega el más interesante. Naces tú y tienes un sitio sólo para ti en ese gran corazón de mamá. Es un sitio especial, tiene el aroma de tu piel y tu música particular. Nadie puede ocupar ese sitio más que tú. Pero...¿que pasa cuando nace tu hermanito? Ahí está la magia de ese corazón tan especial. Al lado de tu sitio, se va ensanchando, cómo si de un globo muy fuerte fuera, para poner el sitio especial y único de él, de tu hermano. Ese sitio nadie lo va a poder utilizar tampoco, porque cómo el tuyo, tendrá el olor de su piel y su música especial. Y así irá sucediendo con cada hermanito que puedas tener. Según nazcan, irán ensanchando ese gran corazón para que cada uno tenga un sitio especial y único. Mamá tiene sitio en su corazón para todos, por igual. No deja de amar a nadie y lo demuestra continuamente.

El corazón de mamá, ya ves, es mágico. Tiene espacio para cada uno de sus hijos. Late confiado y tranquilo cuándo los ve felices. Deprisa y enérgico cuando algo los pone en peligro. Sufre y llora cuando los ve abatidos y siempre, siempre, es el refugio perfecto de cada uno.

¿Ves?. Nunca, nunca dudes de que mamá quiere de una manera especial y única a cada uno de sus hijos.
¡¡¡¡Sois tan especiales!!!!!


lunes, 25 de abril de 2016

HOY, LUNES

Vale. Hoy es lunes. Tampoco me importa mucho el día de la semana que sea. Llega un momento en la vida, que los días se parecen los unos a los otros cómo dos gotas de agua. Eso, no quiere decir que sean iguales, porque las gotas de agua no son iguales. Si no fijaros bien cuando caen al suelo. La forma que dejan no es igual. Los días se parecen, porque ya pocas cosas nos parecen nuevas o nos pueden sorprender y sin embargo, nos levantamos con la esperanza de que no sea así.
Cuándo al final del día, conseguimos unos pocos minutos de sosiego, nos negamos a ver que las horas pasadas estaban ya tan pensadas y tan revividas que nos parece que, el que así sea, nos deja una sensación de paz y tranquilidad y también, aunque no lo queramos reconocer, de muerte. Tenemos medido el tiempo de todas las actividades cotidianas que conforman el día a día y si algo cambia, nos molesta. Andamos con el automático puesto, la mente en standby y un poco muertos en vida.
¡Ea! ¡pues no!. La vida es cambio, cambio de día de la semana, cambio de mes, de estación, de meteorología, pero sobre todo cambio de uno mismo. Yo no soy la misma de hace un diez años, ni la de hace cinco, ni si quiera la de hace dos. Cambio y evoluciono con todo lo que hay a mi alrededor. Con las personas que van llegando a mi vida. Con las que se van (algunas, gracias a Dios). Con las circunstancias que me toca vivir y sobre todo con la esperanza de que mis días tengan mucho de eso que hace saltar la monotonía,el camino trillado y ya tan recorrido que hastía. Reírme con películas que no he visto y con las que he visto hace tanto tiempo, que ni las recuerdo. Saber y aceptar que lo negativo que me viene, es necesario, primero para reconocer lo positivo, segundo para aprender y crecer, porque, no nos engañemos, el ser humano aprende con los tropezones que la vida te va colocando a cada paso que das.
Así que, hoy, lunes, de una semana cualquiera de esta loca primavera, grito al que quiera escuchar (si no escucha nadie, me da absolutamente igual) que quiero estar viva, que la muerte me encuentre (que me encontrará) bailando y , seguramente, con el paso cambiado. Con los ojos rojos de haber llorado, de pena, de risa, de felicidad.....y las manos abiertas para recibir y dar.
¡Vale!, ¡Ea! hoy es lunes....y espero que mañana sea martes.

LA TORMENTA

Era de noche. Noche cerrada, oscura, sin luna que dejara ver las nubes que anunciaban con descarga toda la lluvia que llevaban. En el horizonte se veían serpentear, de tanto en tanto, los relámpagos que anunciaban la tormenta que no tardaría en llegar.
La casa, en la oscuridad, albergaba el sueño de una mujer junto a su hijo recién nacido. El silencio era dueño del momento y la tranquilidad aparente de las estancias no hacía presagiar nada que no fuera la espera del nuevo amanecer.
Un relámpago iluminó la habitación y el ruido ensordecedor del trueno anunció que la tormenta había llegado más rápido de lo esperado. La lluvia golpeaba con furia los cristales y una sucesión de relámpagos y truenos hizo que la mujer se removiera entre las sábanas. Su mano buscó algo o alguien, pero no encontró nada.
El sonido de los gritos y de golpes la hizo despertar, trayendo su consciencia al momento presente. Asustada se sentó en la cama al tiempo que la puerta de la habitación se abría con violencia. Un nuevo relámpago volvió a iluminar el escenario dónde pudo ver claramente cómo unos desconocidos se abalanzaban sobre ella. Sintió una mano que tapaba su boca, ahogando el grito desesperado que pugnaba por salir de su garganta. Unas manos zafias rebuscaban por debajo de su camisón. Oyó ruidos, golpes, palabras soeces y sobre todo sintió su carne rasgarse en dos. Se sintió violentada, forzada, ultrajada. Su mente se nubló y por un segundo oyó el llanto de un niño. Su hijo. Su pequeño. Se removió con las fuerzas de una leona herida, pero no pudo hacer nada. Estaba indefensa. Un peso muerto, moviéndose encima de ella, envistiendo cómo si la locura fuera lo único que podía albergar esa alma negra. De repente el llanto amargo cesó y la oscuridad lo envolvió todo.
El sol daba luz al nuevo amanecer. Los pájaros volvían al escándalo de cada mañana con sus trinos y una brisa fresca envolvía el día en sus primeras horas.
Sentía el cuerpo dolorido, los movimientos lentos y el dolor agudo que sintió al intentar incorporarse le trajeron a la mente todo el horror vivido durante esa noche que nunca debió existir. Recordó el relámpago que dejo ver por unos instantes una cara curtida, de barba mal afeitada. Un aliento acre, con olor a alcohol barato y poca higiene. La mano áspera sobre su boca, su cuerpo mancillado, pero sobre todo un llanto. El llanto amargo y estremecedor del ser de sus entrañas. De ese hijo recién nacido e indefenso que no pudo proteger. Se incorporó y el horror que vió hizo que un grito desgarrador saliera del fondo de su ser. La cuna manchada de sangre. Su hijo, su pequeño hijo, muerto, descuartizado cómo cordero y al final del pasillo tres hombres. Tres hombres borrachos hgasta el punto de que no oyeron ese grito que hizo temblar los cimientos de todo el pueblo.
En su locura, salió cómo pudo de la habitación y se dirigió, con la mente cegada por todo el desvarió que estaba viviendo, dónde su marido guardaba la escopeta de caza. La cogió, sin saber bien ni lo que hacía, ni lo que pensaba. Solo el dolor sordo en un corazón lleno de ira, de venganza, de sollozos, de muerte. Se colocó delante de los tres hombres. Las náuseas la invadieron y vomito encima de ellos. Preparó el arma y disparó los dos cartuchos, lo suficientemente cerca de los cuerpos, que saltaron por los aires un amasijo de carne, sangre y huesos. Después, salió hacia la calle dónde la esperaban, asustados y muertos de miedo los vecinos. Nadie se había enterado de nada de lo sucedido durante la trágica noche. Con la mente nublada y sin saber hacia dónde se dirigía, soltó el arma y permitió que los guardias la llevaran hacia la ambulancia.
Al entrar los policías en la casa, no pudieron soportar la visión de tanto horror y de tanta violencia.
Solo un grito desgarrador se oyó al cerrar la puerta de la ambulancia. Un grito que nadie olvidará en generaciones.

jueves, 4 de febrero de 2016

CARNAVALES

Comienzan los carnavales, cuando yo creía que carnavales era todo el año.
Parece ser que hay tantas clases de carnavales, que algunos pueden durar los trescientos sesenta y cinco días del año, pero estos cuatro días nos centraremos en los carnavales más ancestrales, esos que les tomamos prestados a los romanos cuando celebraban los "saturnales" en honor al dios Saturno y que los primeros cristianos reconvirtieron en días de desenfreno en el yantar, beber y holgar previos al tiempo duro de sacrificio de la cuaresma. Lo que me extraña que siendo un jolgorio más o menos religioso, sea el más celebrado en este redondo planeta y que además los laicos de pro, todavía, no hayan protestado. Tal vez sea, por que estos festejos dejan su impronta económica en todo lo relacionado con el turismo: hostelería, viajes, comercios, etc...
Lo dicho, estamos en carnavales, toca vestirse fuera de las normas de la moda y la sociedad, cada cual elegirá aquello que en ese momento más le llame. Nos juntaremos en grupo para hacer la pandilla de Boj esponja, o una caja repleta de botellas de cerveza. Los señores se vestirán de mujer y viceversa. pondremos el mundo patas arriba, (más de lo que ya está, o de otra forma...) en nuestras zonas rurales, saldrán a la calle esas bestias medio humano-medio animal que darán color y movimiento al entorno; máscaras de mil formas y maneras que ocultaran rostros permitiendo actuar de manera diferente a lo que se haría con la cara descubierta. En definitiva, cuatro días de desenfreno más o menos controlado, de diversión, de beber y comer; bailar y reír, cuatro días que nos harán olvidar la realidad de ese otro "carnaval" diario que tenemos con nuestros políticos, instituciones y personal afín de una cabalgata sin cabeza, mucha avaricia y llena de despropósitos. ¡Viva el carnaval! y que cada uno haga lo que pueda. El miércoles de ceniza continuaremos con los sacrificios por si en algún momento llega la buena nueva. 
La esperanza es lo último que se pierde, aunque viendo cómo está el patio, no lo tengo muy claro.




CERTEZAS (I)

Ya más de la mitad de la vida vivida y en el fondo sentía que le faltaba por vivir lo más importante: eso de lo que tanto hablaban por todos los sitios. Las redes sociales estaban llenas de frases y afirmaciones sobre el mismo sentimiento. Los terapeutas y psicólogos, le hablaban de que era necesario, para poderse recuperar ese equilibrio que le devolviera las ganas de vivir y de ver el presente para poder mirar al futuro. El amor, siempre el amor. En el fondo pensaba que era el sentimiento más desconocido de todos. El más escaso. El menos sentido y vivido. Para ella, el gran desconocido.
Todas sus relaciones habían hecho "agua". Habían fracasado, algunas, antes de empezar. En todas soñó que eso que sentía era el amor, que por fin lo había conocido, que ese era el compañero que el destino le tenía preparado. Pero ninguno era el esperado. Todos se desvanecieron cómo humo llevados por el viento. Le hablaron de pasión, de espera, de caminos que por fin se juntan y forman uno solo. De noches de abrazos, de amaneceres compartidos, y de atardeceres a la orilla.....de nada.
Después de tanto sueño roto, después de tanta esperanza perdida, después de media vida de espera, se dio por vencida. Ese empezar, ese renacer intimo y personal, no vendría de la mano de un gran amor, pero sabia que todo lo que la vida le había dado, era mucho más de lo que podía pensar. Qué más daba que faltara eso, el amor soñado. Otros amores, otros sentimientos habían llenado su corazón y habían endulzado la amargura de saber que le había vencido la desesperanza.
Hay muchas formas de vivir, y muchas de morir respirando.


lunes, 11 de enero de 2016

ESPERANDO A LOS MAYAS

Desde que se dieron a conocer las Profecías Mayas por el año 2012, estoy esperando ver ese cambio fundamental en el ser humano, esa apertura de mente, esa fraternización de los pueblos, ese subir al mundo etéreo y álmico que nos decían. Claro que sólo han pasado tres años de todo eso, y puede ser un poco pronto para ver alguna señal del cambio. Solo he visto que el ser humano se ataca, se destruye y destruye su entorno. La violencia está por todos los lados y disfrazada de muchas formas. Las religiones se utilizan para enfrentarnos unos a otros. No veo por ningún lado la espiritualidad que pareció emerger a finales del 2012. Es más creo que las personas van más desorientadas, más desconfiadas, más avaras, más hambrientas de poder y riqueza. Veo todo lo contrario a lo que se nos estaba contando.
¿Será la nuestra la siguiente especie en extinción? A diferencia de los dinosaurios, el ser humano no necesitará de una agente externo para que eso suceda. Nos bastaremos nosotros mismos y pienso que lo haremos tan rápido, que no daremos tiempo a que se conviertan en realidad las Profecías Mayas. Aunque, la fe existe y la esperanza es lo último que se pierde.

viernes, 20 de noviembre de 2015

UN MOMENTO EN LA GUERRA

Los miraba dormir, sus caritas relajadas, tranquilos; en la seguridad que ellos tenían al sentirlo cerca. No sabía cuánto tiempo duraría todo esto. Dejaron su casa y todo lo que hasta entonces había sido su vida, hace ya tres años. Abandonaron todo, menos la esperanza de que esta locura acabara pronto, pero la locura, la violencia y el miedo imperaban ahora las veinticuatro horas del día. Cada amanecer era un canto a ese Dios que se había vuelto sordo a las peticiones de que todo terminara ya. Una petición desde el fondo de su alma, para que sus hijos pudieran crecer en paz, lejos de esta barbarie. 
Los miró una vez más y acarició suavemente, con inmenso cariño el rostro de sus tres hijos. El más pequeño, había nacido el mismo día de las revueltas. Fueron a buscarlo a su lugar de trabajo, pero no estaba. Había ido a manifestarse en contra del presidente de su país. Eses hipócrita que les estaba quitando la dignidad y la libertad. Pobre ciego, ignorante y soñador; ¿qué tenía ahora?, ¿por qué había protestado tan airadamente?, ¿qué les diría a esos niños que creían, todavía en él?. Había conseguido mantener a su familia unida. Sus hijos y su mujer, dependían de él, de sus decisiones y él solo tenía miedo y dudas. Mucho miedo y muchas dudas. Hasta cuando este infierno de muerte.
El sol, dubitativo, empezaba a sacar sombras de la oscuridad nocturna. Otro día para contarlo, para luchar por una vida que se alejaba cada vez más. Unos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos, y un dolor en el corazón, un nudo en el estómago lo dejaron sin respiración. Nuevos golpes, esta vez más fuertes, hicieron temblar los goznes de la puerta. Asustado, se levantó y miro los ojos llenos de miedo de su querida esposa. Eses día iba a ser diferente a otros. No se atrevió a decir nada. Despacio y con el alma asomándole por la boca, abrió la puerta. Frente a él cuatro hombres armados con sendos kalashnikov le apuntaron, encomiándolo a que lo acompañaran. 
Khaled presintió que este podía ser el último día en que viera a su familia y se volvió hacia ellos. En ese momento, una ráfaga de metralla atravesó su cuerpo. Su cuerpo y el de su esposa, que corrió hacia él al verlo caer, ensangrentado. Con el ruido y los gritos, los niños, salieron corriendo de la habitación. Una nueva ráfaga de metralla rompió el agónico silencio. Los niños cayeron a pocos metros de sus padres. Los cuatro hombres, escupieron en el suelo y se alejaron con el sentimiento del deber cumplido.
El silencio, envolvió la casa. Afuera el sol brillaba ahuyentando las sombras y dando color y calor al escenario. Un escenario de locura y muerte.
Para Khaled y Hala y sus tres pequeños , la guerra había terminado. La vida también.

martes, 27 de octubre de 2015

VOLVERE

Lo sabía. Algo me decía que ese nudo en el estómago, esa sensación de pérdida, tenía que ver con el tiempo que llevo sin volcar todo lo que tengo en mi interior. Hacía muchos meses que no dejaba mi rastro de pensamientos y letras, sentimientos y palabras en este mi rincón personal e intransferible.
Lo tenía abandonado, lo reconozco. Me he dejado llevar por otros momentos, otras actividades. Otros lugares han llamado mi atención y han llenado mi tiempo, haciendo abandonar este mi mundo íntimo, como he abandonado otras cosas en el transcurso de este tiempo.
Es momento de cambio. De un cambio demasiado lento, demasiado estático, pero cambio al fin y al cabo.
La vida no deja indiferente a nadie, y en ocasiones, para no ser tan conscientes de que pasa, de que el cielo de hoy no es igual al de ayer, ni será igual al de mañana, me encierro en lo cotidiano, en lo automático, para no pensar, para no sentir que lo que toca vivir ahora no me gusta.
Dicen que no es bueno fijarse en lo que no se tiene, porque es mucho más lo que tenemos. Posiblemente sea así, pero eso no quiere decir que no pueda sentir la falta de lo que no tengo.
Tengo demasiado estrés, demasiados frentes abiertos, demasiadas risas guardadas, demasiados abrazos en el cajón de "en otra ocasión". Por el contrario siento que me falta ese alguien con quién compartir el camino, con quién tomar una copa de vino, al final del día, contado todo aquello que nos ha pasado. Siento la falta de la libertad y la tranquilidad de caminar sin dar explicaciones innecesarias, a aquellos que les importa muy poco lo que siento, pero sí importa lo que hago por "el qué dirán". Demasiada vida puesta patas arriba.
Tal vez, volver a mi rincón de letras y palabras, me ayude a poner orden en mi vida y calma en mi espíritu.
Volveré. lo prometo.

lunes, 27 de abril de 2015

EL ADIÓS DEL MIEDO

El corazón se aceleró al oír el sonido del mensaje entrante. Ya lo tenía. No corría prisa abrirlo, lo leería más tarde. En el fondo sabía que no tardaría más de unos pocos minutos en hacerlo La curiosidad le devoraba el pensamiento y los miedos volverían a surgir, pero no importaba, el deseo de saber lo que le había escrito era inmensamente mayor.
¿Cuánto tiempo hacía que había comenzado esa relación entre ellos? Tres, cuatro años, quizá menos, o quizá más, pero ahora no le importaba saberlo. Todos esos años de un tira y afloja. De mensajes subliminales, de decirse sentimientos que flotaban y se desvanecían cada día que se comunicaban. Se conocían por palabras, por gestos imaginados, por fotografías tramposas. Esas redes sociales que nos hacen sentir y ver lo que queremos e imaginamos. Difícil camino para una relación duradera en el tiempo. Demasiados malos entendidos, demasiados sentimientos encontrados, por su parte, demasiadas cosas que se quedaban en el tintero cada noche, y al final el pensamiento negativo y lacerante del engaño. Una red de situaciones, de luchas razón-corazón, que les estaban abocando al adiós definitivo.
Buscó el momento y el lugar adecuado para centrarse en el nuevo mensaje. De pronto, mil mariposas y un nudo, en el estómago, le hicieron temblar como hoja mecida por el viento. Por un lado deseaba la situación que le anunciaba. Por fin conocer el cuerpo, el rostro de quién día tras día, alimentaba el deseo de vivir que en ocasiones le faltaba. Quién tenía las palabras exactas, en el momento exacto. Quién le ponía los sueños en un cielo infinito o el miedo de que solo fueran eso, sueños. Por otro lado el miedo a enfrentar todo el terremoto que sacudiría su vida si eso sucedía. La pérdida de la estabilidad que le daba el conocer las aguas que surcaba, el enfrentamiento a un mundo cómodo que señalaría con su dedo acusador una forma de actuar para todos inesperada. La culpabilidad se unía al miedo. A los miedos. Ellos fueron los que contestaron y los que dejaron flotando en el ambiente un miedo mayor; el final de todo.
Después de una noche de insomnio, intentó suavizar la situación que sin querer había provocado. En su interior sabía que la estocada había dado en el centro y que no sería, como en otras ocasiones, fácil.
Con el amanecer llegó el sueño y la certeza de que, quizá, no era esta la vida que tenían que caminar juntos.
Eses pensamiento tranquilizó su mente y su corazón perdido y herido. Todo tiene un final y este, seguro, sería el de ellos.

jueves, 26 de marzo de 2015

PRIMAVERA.

Llevo desde que empezó el invierno suspirando por la primavera. Reconozco que el frío no me gusta. Que los días sin sol terminan agotando mis ganas de moverme y hasta de pensar. Que los días se me vuelven mucho más cortos de lo que ya son. Que me invade una especie de letargo y la sola idea de tener que salir de casa me pone de mal humor. Es cuando reconozco que me gustaría ser oso en invernar.
Pero como todo en la vida es cíclico, el invierno ha terminado y por fin, ¡llegó la primavera!. Los días son desapacibles, llevamos una semana sin ver el sol, nubes y lluvia se han hecho fijas en el escaparate diario y cuando deciden poner rumbo a otros mundos, llega el viento inclemente que te hace ir agarrado a esquinas y farolas para no salir volando. Pues eso, que ya llegó la primavera. Eso sí, en mi armario ya empiezan a asomar las prendas de colores más alegres (solo asoman, de ponérselas ni hablamos). Los escaparates nos muestran ropas más livianas, sandalias que dejan el pie totalmente al descubierto y a ti con la boca abierta y el deseo de poderlas lucir ya. Pero no, la primavera, tu querida primavera, todavía no te permite ese despilfarro de carnes al aire. Más bien sigues con el jersey de cuello alto, el fular bien enroscado, tapando lo más posible y el plumas todavía no te permites el lujo de meterlo en el armario y cuando llegas a casa y te lo quitas lo dejas preparado para la nueva salida, colgado en la percha. ¡Con lo que abulta y molesta!.
Sigues sin ganas de salir de casa (por el frío y otras cosas). Cada día descorres las cortinas, esperando ver un cielo azul, impoluto, con un sol cálido que te caliente la piel. Escuchas los partes meteorológicos y esperas con ansiedad que den las temperaturas y cuando lo escuchas, la esperanza se te vuelve a caer al suelo. Sigue el mal tiempo, siguen las borrascas y los anticiclones se fueron a coger setas a las Islas Barbados o a saber dónde. Pero que no decaiga el ánimo. La falta de energía, el cansancio, el hastío que sientes es por la primavera, que ya sabemos, la sangre altera. Y a tí, lo que de verdad te altera es esto. El mal tiempo, el frío. Y sigues esperando a que pasen los días, a que llegue el final de la primavera, que no te altera nada que no sea el sistema nervioso y que por fin, llegue el verano.
Como todo en la vida es cíclico, menos la propia vida, lo que realmente acaba pasando es todo un año y a ti, sin darte cuenta te van saliendo las arrugas, la piel se vuelve fláccida y lo que de verdad se pasa es eso, la vida, esperando a la primavera.

PENSAMIENTOS DE HOY

Hace días que no escribo. No porque no tenga nada que contar, en mi cabeza bullen las ideas, las palabras van solitas formando frases y los sentimientos afloran por doquier, pero la energía me abandona con cierta frecuencia, más bien, la malgasto con cierta frecuencia en otros vericuetos que, realmente, no estoy segura merezcan la pena. Internet y las redes sociales me dan la facilidad de asomarme al mundo con un espectro tan grande, que pierdo la noción del tiempo y de la realidad más cercana, en definitiva la que considero que más vale la pena disfrutar.
Es verdad, que las redes sociales nos dan la oportunidad de entablar conversaciones, cambios de opiniones , etc... con personas que no conocemos, muchas veces están a mucha distancia, en otros mundos y que posiblemente nunca conoceremos en persona, pero que sí conocemos esa parte que nos muestran y que en algunos casos difieres mucho de la realidad. Pero ahí estás tú, inmersa en un dime y digo, dejando que el tiempo vuele y olvidando a las personas que en otro tiempo formaron parte de tu círculo, de tu vida. Y es que, al final,haces corto de día para poder interesarte por sus vidas ya que tu mente está en la red.
Claro, que llega un momento en que, por arte de los duendes eléctricos y de las hadas de la fibra óptica que sin saberlo muy bien un día deciden hacer huelga, tú te encuentras en que la ventana que se abre al exterior está cerrada, sin posibilidad alguna de abrirse hasta que se solucione el problema que ha ocasionado este cierre. Y ahí te encuentras tú con la realidad, pura y dura y echas mano de lo que puedes para contactar con algún ser humano o sencillamente entras en trance y piensas que podrías aprovechar este tiempo extra para poner en orden los papeles amontonados, la ropa que espera estoicamente a la plancha o sencillamente bajar al bar que hay debajo de tu casa (todos tenemos uno, si no debajo, al lado) e intentar entablar conversación, real, con algún espécimen tan perdido como tú. Y justo en ese momento, te das cuenta, de que lo de la gran ventana está muy bien, de que la fuerza de las redes sociales es inmensa, de que amigos-conocidos tienes sin tiento, pero que una conversación con un café, o una cerveza de por medio, no tiene comparación alguna. Primero porque no es lo mismo hablar que escribir. Segundo, las palabras dichas mirando a los ojos, tiene el valor de la certeza y tercero, tu cuerpo te lo agradece infinitamente ya que te mueves, tus ojos se distraen en cualquier dirección y el aire que te da, o el sol, o la luna, o lo que haga en ese momento, te quita los malos pensamientos y las telarañas que te forma el maldito ordenador.
Espero que cuando vuelva a casa, siga sin funcionar la tecnología, porque realmente, me siento mucho mejor ahora. Estoy pensando que voy a regalar el ordenador y me voy a cambiar al móvil más antiguo que conservo. ese que solo te permitía hacer y recibir llamadas y que tenía la sana costumbre de apagar cuando llegaba a casa.
No sé si podré aguantar un par de horas en modo "desaparecida", pero por intentarlo que no quede. Ahora me siento con más fuerza, con más energía.

jueves, 12 de febrero de 2015

TODO EN MI MUNDO ESTA BIEN

La música envuelve el espacio, el hábitat donde me refugio cada noche.
En esta noche mi espíritu está sosegado, el alma tranquila, la paz reina en el momento. Cierro los ojos y me dejo llevar al mundo de los pensamientos, pero no pienso, solo los veo pasar, son como barcos a la deriva rumbo a la profunda catarata del olvido. Mi respiración serena se une al equilibrio cósmico. Todo me indica que mi mundo está bien.

Ha caído un obús dos manzanas más allá de donde estoy. He oído las sirenas, pero no quería dejar pasar ese momento místico de comunión con el Universo. El olor de la destrucción, el humo, lo envuelve todo. La maldita guerra, pero no es mi guerra y me niego a que invada el espacio donde habita la música, la esperanza, el sosiego. Donde no entra el miedo, la cobardía y esos sentimientos bajos que habitan las almas humanas que quieren perderse en los recovecos perdidos del odio, la venganza y el poder.

Aunque rodeada de destrucción, habito los mundos universales del amor. La música sigue sonando. A fuera la luna nuestra su cara más oculta y nos deja en la oscuridad absoluta. Los ruidos exteriores se quieren mezclar con las notas que, libremente, ascienden a juntarse con la música que producen la vibración de los planetas y de la materia que están formadas las estrellas. Sigo sintiendo que mi mundo está bien.

Oigo gritos y llantos. Carreras de gente que teme por su vida y por la de los suyos. Ancianos que se dejan llevar por la desesperanza y ya no corren, enfrentan a la muerte de pie, la esperan antes de que ella llegue a buscarlos. Los niños se abrazan al cuello de sus madres y juntan con ellas las lágrimas que produce el miedo, la impotencia y el no entender esta locura, formando un lago de vida que apagarán antes de que pueda desbordar todo el terror que sus pequeños ojos tienen que ver. Algunos de ellos no volverán a ver un nuevo amanecer.

La música ha terminado. El hermoso momento que he vivido forma parte ya del pasado. Los pensamientos me han abandonado y mi mente está vacía de todo aquello que le pesaba. Solo mi espíritu sigue en calma.

Miro a mi alrededor. Cristales rotos, tabiques semi derruidos. Donde antes estaba la pila de  fregar, ahora solo el grifo pende desvencijado de las baldosas de la pared que han quedado intactas. Las gotas de agua caen ritmicamente. Yo sigo sentada en mi rincón, en ese mundo de jergón viejo y mantas roídas que forman la especie de tienda de campaña que me he fabricado para poder pasar las noches aislada de tanta sinrazón.
Todavía el bloque donde vivo sigue en pìe. Parece un milagro. Todo a mi alrededor está ya destruido. Mi corazón me dice que en mi mundo todo está bien.

Se ha hecho un silencio extraño, un silencio capaz de tragarse los agujeros negros del espacio. Algo en mí se pone en alerta. Vuelvo a oír las sirenas, esta vez los obuses caen sin tregua. Mi espacio tiembla, lo poco que quedaba en pié está cayendo. El ataque es mortífero. Las bombas caen sin descanso. Una de ellas hace diana en mi pequeño refugio. Todo salta por los aires. La música cósmica vuelve a sonar y yo me siento liviana. Todo queda ahí, mi cuerpo tremendamente mutilado, también.
Ahora sé que todo en mi mundo está bien.

viernes, 9 de enero de 2015

LA NIEBLA

El ambiente es frío, triste. La niebla lo cubre todo con su aspecto fantasmagórico y tétrico. El suelo mojado y el silencio de una calle cualquiera, de una ciudad cualquiera, de un país cualquiera. Me siento extraña en todas las partes aunque tal vez no me sienta de ningún sitio y entonces camine sin más por esta calle como podría estar caminado por otra calle cualquiera. Sin destino, sin tiempo, sin más intención que la de encontrar en algún sitio un atisbo de calor humano.
Aunque el día ya hace unas horas que ha comenzado, la noche todavía es dueña del momento. Paseo sin prisas y voy asomándome a las ventanas que tienen las cortinas descorridas. No os extrañéis, no soy humana. ¿ Creéis en los ángeles?, ¿no?, peor para vosotros.
Me paro delante de una ventana donde una pequeña luz ilumina suavemente la estancia. Una madre joven, tiene a su bebé en brazos, lo acuna y lo besa con ternura. Se ve en sus ojos una mezcla de tristeza, amor y soledad. No me preocupa, sé que en el fondo, ese niño pequeño será su apoyo más adelante y ella es fuerte, como toda madre.
Más adelante, me llama la atención un balcón primorosamente cuidado, lleno de plantas protegidas del frío, las cortinas semicorridas me dejan ver a otra mujer, en una gran cama, sola, acurrucada en un lado del colchón, como si la otra parte no le perteneciera y estuviera esperando a ser ocupada por su dueño. La habitación se nota caldeada, pero en su corazón noto el frío de la soledad.
Sigo con mi paseo, poco a poco quiere comenzar una claridad que, no obstante, se verá empequeñecida con la pertinaz niebla. Hoy tampoco el sol asomará a esta calle. No me gusta la niebla.
Una habitación con muebles envejecidos por el tiempo y por el uso se muestra ante mi. Sus habitantes todavía duermen. Una pareja de ancianos duermen, cada uno en un lado de la cama, sin rozarse. Ya pasó hace mucho tiempo el momento de la pasión, incluso el del deseo de tiempo en tiempo. Se soportan tan solo porque la soledad es mucho más insoportable y se cuidan el uno al otro. Cada día se aguantan menos sus manías, que curiosamente, cada día son más, pero han buscado la forma de vivir cada uno sus recuerdos, sus momentos, su hoy, porque el mañana ya no lo tienen tan claro. Siento que uno se irá muy pronto.
Este ventanal largo y estrecho me llama la atención. La luz encendida me deja ver el interior sin esforzarme mucho. Parece un despacho, una biblioteca, tal vez, la habitación de trabajo de un escritor. Un hombre está sentado y teclea de forma suave y rápida las letras que forman las palabras reflejadas en un monitor. De vez en cuando levanta la vista y se queda mirando una foto que descansa en un estante lleno de libros. En su mirada veo tristeza y un trasfondo de añoranza. La foto, en blanco y negro, muestra una mujer con un niño en brazos. Vuelve su mirada nuevamente al teclado y sigue escribiendo. Lo dejo con sus recuerdos y con su nostalgia.
El tiempo se pasa rápido y ya el día ha comenzado,hoy tampoco voy a encontrar lo que estoy buscando. Tal vez sea la niebla lo que me impide ver aquello que con tanto anhelo busco, en este desapacible día, frío y triste. No me resisto a irme todavía. Aprovechando que el sol no hará acto de presencia apuro un poco más mi viaje curioso y me asomo a una última ventana. La calle ya termina, muriendo en una gran avenida que empieza a tornarse ruidosa. Llena de gente que corre. Enfundad en abrigos y bufandas para protegerse de un frío, que muchos no saben que parte de su propio interior. La inmensa mayoría no miran por donde caminan. Son autómatas, haciendo cada día lo mismo, dando los mismos pasos, por la misma calle. Pero volvamos a esa ventana que no me llama mucho la atención y sin embargo, no sé muy bien por qué, me asomo a ella. Es una habitación no muy grande, los muebles funcionales y no muchos. Las ropas tiradas por el suelo, desorden. En la cama una pareja duerme abrazada. Ella se remueve y saca un brazo del calor protector de un edredón. Se estira y besa cariñosamente a su pareja que remolonea un poco y la atrae hacia si mismo. Se nota en ellos esa relajación que da la pasión consumada. Se vuelven a besar y se levantan cada uno por un lado de la cama. La vida comienza. Se sienten felices. Están juntos y se quieren. Todo es maravilloso. Siento algo raro, sé que esto que veo, que lo que están viviendo es ficticio. Espero que sepan disfrutarlo porque le quedan a ese sentimiento que comparten los días contados. Siento pena por ellos. uno de los dos va a sufrir mucho. También sé que ese sufrimiento tendrá el tiempo contado.
Dejo mi paseo. Hoy tampoco he encontrado lo que buscaba.
La niebla sigue dando ese aspecto triste a la ciudad. Miro a la lejanía y veo a una pareja madura, besándose. Sonrío. Es posible que la niebla levante y que el sol pueda dar calor a esta calle cualquiera, de una ciudad cualquiera, de un país cualquiera. Es posible que mi viaje solo haya sido un efecto de la niebla y que yo ni siquiera sea un ángel.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

NOCHEBUENA

El día ha amanecido con niebla, triste y desapacible. El invierno ha llegado, le ha costado, pero ya se deja notar su ambiente frío. Miro por la ventana, y los árboles me muestran la desnudez que ha propiciado la caída de, en otro momento no muy lejano, sus verdes hojas. Muestran las ramas desnudas, fantasmales por culpa de esta niebla que se cuela dentro de los huesos, del ánimo, de la vida.
Me he levantado tarde. No tenía nada que me obligara a dejar la calidez del nido formado por las sábanas y el edredón de suaves plumas. Aunque todavía vivo en la que siempre fué mi casa, mi gran casa de cálidas escaleras de madera, el trabajo en ella se ha mermado mucho, las fuerzas ya no son las mismas y la necesidad tampoco. Hace mucho que no subo al último piso. La comodidad se impone y para mí sola con la primera planta es suficiente.
Descorro las cortinas, no para que entre el sol, lógicamente, pero sí para poder ver un poco el exterior, la vida, si es que la hay, de ahí afuera. Me siento en el sillón cercano al gran ventanal y recuerdo a mi madre, mi pobre madre, sentada cerca del balcón para poder ver mejor y quejándose siempre del frío que entraba por el marco de madera mal ajustada. Yo ahora hago lo mismo, tengo la misma edad que ella en esos momentos. Si viviera rondaría los cien años. Le faltaron muchos para eso.
Enciendo la televisión, no porque me interese lo que dicen, pero hace compañía. Se hacen tan largas las horas en la soledad que no se elije.
Hoy es Nochebuena. Recuerdo cuando en mi casa vivíamos todos, mi marido, mis hijos. Venían amigos y familiares a comer o a cenar, a pasar la tarde, a tomar un café, una cerveza. Había risas, alboroto, vida. Ahora hay silencio. Silencio que intento romper para que no se apoderen de mi mente los recuerdos y la nostalgia.
Nochebuena. Los nervios que se hacían para tener todo preparado para la cena, las compras de las viandas que formarían el menú, netamente tradicional, los regalos que con cariño y secretismo preparábamos. Bueno, mejor dicho, preparaba yo. Con el tiempo, cuando mis hijos se hicieron mayores y mientras la economía se lo permitió, también yo tenía pequeños obsequios que para mí resultaban ser lo más maravilloso, aunque reconozco que siempre fuimos más de la fiesta de Reyes. Nos juntábamos a la mesa, los abuelos, nosotros y mis niños, los hermanos mientras estuvieron solteros también nos acompañaban. Me gustaban las navidades, creo que conseguía contagiar la alegría y el entusiasmo que me producían. Siempre fuí unas niña para estas fiestas. Tenían algo especial. Luego, con el tiempo, todo se va complicando. Los niños crecen, se hacen adultos y forman su propia familia. Llegan los nietos, desparecen los padres. Las navidades cambian y nos vemos forzados a cambiar nuestra manera de vivir las. El ser humano se adapta a todo, aunque al principio cuesta, pero te adaptas. Las familias se hacen más complejas, hay más padres, más hermanos y la división llega. El primer año, cuando ves los huecos de los que no están, un nudo se te forma en la garganta y tienes que tirar de todas las armas posibles para no derrumbarte. La vida sigue.
Poco a poco, sin darme cuenta, he llegado al día de hoy, a esta Nochebuena en soledad. Los hijos tienen sus hijos, sus nietos, nuevas generaciones y ves pasar ante ti, otra vez, la película de tu vida. Los mismos actos, con otros actores.
Sigo sentada en el sillón cerca del ventanal. La televisión sigue con su cháchara que no escucho, la verdad es que no la oigo. La edad no perdona. La niebla no ha levantado en todo el día y ya a media tarde la noche se ha hecho dueña del momento. Bajo la persiana para que no entre el frío a través del cristal y corro las cortinas. El año pasado, todavía tuve fuerzas para poner unas pequeñas luces en el exterior. Este año he prescindido de ellas. Todo pasa y cambia. Debo aceptarlo. Enciendo la pequeña luz de la lámpara de lectura y me vuelvo a sentar en mi sillón favorito. Es cómodo. Los recuerdos no tardan en volver. Hoy es mal día para intentar echarlos fuera. Vuelven esas otras navidades, esos cambios de año, con mis hijos alrededor. Los echo de menos. Sé que ellos de momento están disfrutando de lo que yo en su día también pude disfrutar. Que dura es la soledad que no se desea. Están lejos. La vida, nos lleva y nos trae a su antojo. Las economías fluctúan y hay que salir a buscar el pan ahí donde esté.
Hoy debería de haberme cocinado algo especial, pero ya el cuerpo no está para excesos. Tal vez esta sea mi última Navidad. Quién sabe. Solo me permitiré un pequeño capricho, me comeré unas langostinos que me encantan y me beberé una cervecita, sin alcohol, claro. Así celebraré mi Nochebuena y me acostaré tempranito. El combustible está por los cielos y la pensión no da para muchos lujos.
Es Nochebuena. Cuánto silencio a mi alrededor y cuanto alboroto en mis recuerdos.

viernes, 14 de noviembre de 2014

YO, TU MADRE

Son las primeras horas del nuevo día, está amaneciendo, todavía la luz no logra quitar las sombras de la noche.
Me levanto inquieta. No sé si has regresado a casa o todavía andas en tu mundo. Dichoso mundo,¡ cuando cuesta aceptar que los hijos tenéis vida propia, aunque sea a costa de la nuestra.!. Abro la puerta de tu habitación y te veo dormir plácidamente, ocupando toda la cama y abrazado a la almohada como si de una mujer se tratara. Me tranquiliza ver la escena. Es solamente a partir de esta tranquilidad cuando me doy cuenta de que la cama se te ha quedado pequeña. Los pies cuelgan inertes y asoman por debajo de la sábana.
Aprovecho que no te das cuenta de que estoy aquí, en tu habitación, mirándote y me siento en la silla repleta de ropa, que debería de estar ocupando una percha en el armario, pero que tu indolencia dejo tirada de cualquier manera encima de la silla. No me molesto en retirarla, a la postre, bien sé que seré yo quien de nuevo la deje en perfecto orden dentro del armario. Te miro, detenidamente, casi no reconozco en tus facciones relajadas de hombre joven,al niño que tengo en mis recuerdos y en mi corazón. Aquel que con su sonrisa y sus manitas regordetas lograba que me olvidara las muchas travesuras que, al cabo del día, realizabas. Casi puedo sentir, que a quien estoy mirando nada tiene que ver con lo que yo reconozco como "mi hijo". Me pareces más un extraño. Ayer salió de casa mi niño y esta mañana me encuentro con alguien desconocido. Sigo mirándote fijamente, realmente todavía encuentro algo de las facciones de mi pequeño.
En el fondo, todas las madres pensamos lo mismo: "Qué pena que crezcan tan pronto".
De esa reflexión me voy a otra, y entonces pienso que desconozco totalmente como me ves tú a mí.
Yo, tu madre. Esa mujer que siempre está ahí, para cualquier cosa. Plánchame la camisa,mama, por favor. La necesito para hoy. Mamá, ¿podrás comprar pizza para la cena?. Máma, salgo con una chica preciosa. Máma, me siento solo, quiero que me abraces. Mamá, tengo un problema.....Mamá....Mamá...Mamá.......
Y ahí está mamá, con su vida, con sus problemas, con sus ilusiones y sueños aparcados para cuando nadie la necesite y pueda dedicarse un tiempo para ella. Ahí está mamá, con todas sus decepciones, guardadas, bien guardadas, para que nadie las vea. Con la sonrisa y las manos dispuestas para ayudar a sus pequeños. Aún cuando esos pequeños tienen ya la misma edad que cuando ella dio a luz al primero.
Nadie, en la vorágine de su vida, se da cuenta de esa mujer que parece que nació madre y que solo es eso madre. Nadie se da cuenta de que a veces esta mujer/madre, necesita de un abrazo para poder seguir adelante. De que cualquier demostración de cariño, espontánea ,es el mejor de los regalos. De que los pequeños detalles con relación a sus desvelos y cuidados, son para ella, algo tan grande que guarda eterna gratitud. Que el reconocimiento a su trabajo hogareño, le hace seguir día tras día sin ser consciente de la monotonía de esas labores. Y tantas otras cosas que se pierden en ese egoísmo filial y que siempre recae sobre la persona que difícilmente te dejará en la estacada. Mamá, es esa mujer que solo es madre cuando sus hijos están a su lado, que pierde la noción de si misma para volverse parte de quienes le deben la vida. Mamá, cuando está sola, se vuelve esa mujer que ve como el tiempo hace estragos en su cuerpo y en su cara. Que sus sueños se perdieron en pos de los sueños de sus hijos.
Sigo mirándote y te revuelves inquieto. Quizás notes mi presencia en tu inconsciencia. Sonrío. Me acerco a la cama y paso mi mano suavemente por tu pelo revuelto. La luz del nuevo día inunda la habitación. Salgo de ella y cierro la puerta suavemente. Estoy segura que no te has enterado del tiempo que hemos estado juntos. Inspiro hondamente y me dedico a comenzar las tareas hogareñas. Es fin de semana y no hay que ir al trabajo. Me dispongo a prepararme el desayuno y con la taza caliente del primer café siento en mi corazón, la tibieza de saber que por más que me queje de vuestro desorden, de que aprovecháis mi buena disposición, de que absorbéis mi tiempo y mi energía, para mí sois lo más importante de mi vida.
Oigo la puerta de la habitación y te veo salir con los ojos medio cerrados. Te miro fijamente. Sonrío. Me levanto y te doy un beso de buenos días.
Mientras te aseas, te dejo una nota al lado del desayuno. Te quiero, yo, tu madre. Me gusta imaginarme la cara que pondrás cuando la veas.


jueves, 13 de noviembre de 2014

NOVIEMBRE

Noviembre. Mes de ánimas, de muertos, de cementerios, de flores naturales y de plástico. Comienza el mes y parece obligado el recuerdo de aquellos que nos precedieron. Yo, como tantos otros, vuelvo año tras año a ese lugar donde se entierran, no solo cuerpos inertes, cenizas, recuerdos... también están ahí dejados, semi-olvidados, los sueños que no se cumplieron, que no nos atrevimos a vivir los, o que no nos dio tiempo de hacerlo y también futuros que se arrebataron sin que se pueda entender el "por qué" de los hechos.
No sé si es morbo, o simplemente curiosidad, pero me gusta leer algunas lápidas, aquellas que más llaman mi atención, o las inscripciones de los ricos y suntuosos panteones. Figuras bellamente talladas, ricas piedras, arte funerario lo llaman. Hasta ahí llega la diferenciación entre ricos y pobres. Todos terminamos en polvo, antes o después, en olvido, pero unos lo hacen dejando bien patente quienes fueron en vida, otros se quedaron con el olvido de la fosa común. Los más les lloraran por un decena de años, tal vez menos y pasarán directamente al olvido.
Sería bueno que nos enseñaran a reflexionar, sentados en un banco del campo-santo. Todos nuestros afanes. Todos nuestros odios, rencores, iras. Todos nuestros amores, sueños, ilusiones. Toda la vida, termina ahí. Ese es el final del camino. Ahí termina la búsqueda. Y entre tanto, ¿qué nos hemos dejado por el camino? La vida.
Los cementerios de las grandes urbes, son como ellas, extraños todos, calles y calles, nichos y tumbas en este primer día de noviembre repletas la mayoría de flores. Algunas solo duraran unos días y el olvido y la tristeza se harán dueños nuevamente del espacio, hasta el año siguiente, con suerte. Otras, las flores de plástico, irán perdiendo sus colores y su lozanía, pero duraran un poco más. Me pregunto si el recuerdo de los que dejamos ahí es tan vivo durante el resto del año, como lo es en estas fechas.
Los pequeños , recogidos y familiares, cementerios rurales, tienen otra forma de existencia, en el fondo el tema floral será el mismo, pero cuando se abre la puerta y los familiares y amigos van entrando es casi como esa reunión familiar que se hacía cuando el difunto todavía estaba con nosotros. Encuentros y charlas se van sucediendo alrededor de lápidas y tumbas. Se habla de vivos y no del muerto, si acaso, se lee otra vez la inscripción y se hace un comentario, así, de pasada, pero rápidamente volvemos al tema principal y es que la vida tiene fuerza suficiente para ser el centro de atención. O eso creemos, porque realmente la fuerza la tiene ella, la parca, la dama negra, la muerte.
Noviembre, mes de las almas, de los recuerdos, de las flores sobre el frío de las lápidas. Bajo la vista y salgo del cementerio, siento como si hubiera ido de visita a verlos a todos y a ninguno. Solo a encararme una vez más con la realidad que negamos sin darnos cuenta.

viernes, 7 de noviembre de 2014

¡S.O.S., NAVIDAD!

La tarde es magnífica. Luce un sol cálido en un cielo limpio, aunque la temperatura ya se nota más fresca que días pasados y he quedado con una amiga para ir de compras. Me siento bien, feliz, y en paz con el mundo que me rodea. Me propongo disfrutar de la tarde.
Las horas pasan, comentarios, risas, palabras de doble sentido y tiendas se van entrelazando mientras el sol se despide y deja paso a ese techo oscuro y desapercibido que es la noche en el centro de la capital. Al levantar la vista y fijarla en uno de los muchos escaparates que hay en la calle, un nudo se hace dueño de mi estómago y todos los mementos anteriormente vividos  desaparecen como si no hubieran existido. Mi amiga se percata del hecho al no contestar a la pregunta que me había formulado y a la risa que le producía el comentario efectuado. Su cara de asombro, debió de ponerme en aviso de que la desconexión entre las dos era total.
- ¿Qué pasa?, ¿Has visto un fantasma?
Me la quedé mirando. De repente mi felicidad y mi paz con el mundo habían desaparecido. Otra vez esa espada de Damocles la sentía sobre mi cabeza. Otros momentos volvieron de repente a mi mente. Pasaron con la velocidad  un tren AVE y se fueron provocando el mismo viento devastador.
- ¿ Has visto el escaparate? O me estoy equivocando o hace dos días que hemos cambiado de mes.
- ¿Lo dices por la decoración?
- No puede ser, ¡ Otra vez llega la navidad!
Y de repente, las luces se me apagaron, la alegría se fue de viaje y esa tarde maravillosa se convirtió en el horror del conocimiento de que otro año más llegaba la crueldad de: ¡La navidad!
En la primera agencia de viajes que encontré, solicité un viaje para el lugar donde nadie celebre la navidad. Otra vez había conseguido ponerme en paz con el mundo interior y exterior. Este año, por fin, no sabre nada de la navidad. ¡Ufffff....qué tranquilidad!


AL FINAL, HA LLEGADO EL OTOÑO.

Al final ha llegado el otoño.
A través del cristal se ve como los árboles agitados por el viento pierden sus hojas con celeridad. El sol ya no tiene la alegría de días pasados, ni calienta igual. Ahora sí es otoño. Enciendo nuevamente el fuego de la chimenea. Se agradece el calor que emanan las llamas saltarinas y el olor que desprende la leña cuando se quema. Por delante todavía lo más duro de la temporada. Todo se ralentiza o se detiene. Las plantas pierden su verde brillante, aún las del interior. El cuerpo pierde energía. Todo cuesta un pequeño sobre-esfuerzo.
Me acurruco en el sofá. Pierdo mi mirada en la imagen que se ve a través del ventanal. La luz, poco a poco, se va perdiendo y la estancia queda iluminada por las mismas llamas que caldean el ambiente. Llevo un rato inmóvil. Por mi cabeza pasan una y otra vez las tareas no realizadas, pero la inercia se ha quedado rota en el hecho de encender el fuego.
Al final ha llegado el otoño.
Debería moverme, coger el teléfono y quedar con alguien, o, tal vez, alargar la mano y coger el libro que reposa ,tranquilamente, sobre la mesa, o mejor todavía (mi familia lo agradecería) quitarme de delante la montaña de ropa por planchar o hacer ese postre prometido y que nunca llega. Es difícil cunado lo que se siente es una inmovilidad paralizante.
La anoche ya es dueña del momento, aunque todavía estamos a mitad de la tarde horaria. Por fin salgo de mi letargo, añado otro leño al fuego y lo reavivo. Corro las cortinas para que el calor no se escape por el cristal y enciendo las luces de la habitación. ¡Fuera telarañas! y sobre todo, ese pesimismo que cernía sus garras sobre mi mente.
Al final ha llegado el otoño.
Momento para disfrutar de lo interior. Momento de compañía y de soledad. Momento de olores caseros, de castañas asadas al fuego, de bizcochos con ron y naranja, de chocolate caliente y risas frescas.
Al final ha llegado el otoño.
¡ Vivamoslo!

UNA GENERACION PERDIDA

Últimamente tengo muy a menudo un sentimiento, mezcla de rabia, inconformismo, impotencia y pena, cada vez que veo a un joven con la mirada perdida y una extraña quietud en momentos y horas en que precisamente debería de estar en plena actividad creadora, formadora o laboral. Tal vez lo esté, pero sin ilusión, sin fe, sin futuro. Me duele verles, preparados, muy preparados (se nos llena la boca con esas palabras) o tal vez menos, pero igualmente parados, muy parados, estancados y perdidos en un mundo que ellos no han formado, que simplemente reciben de nosotros, y que lo hacen en un estado de desmembración, de inutilidad, de "sálvese quién pueda" y del tan español "ande yo caliente y ríase la gente" que algunos han llevado hasta el extremo de quedarse con la ilusión y el futuro de las generaciones venideras. Claro que sus vástagos descendientes están bien cubiertos por el ladronerío y chulesco proceder de sus progenitores. Cuervos que crían cuervos, pero que no les sacan los ojos porque les cubren sus riñones muy bien, a costa del esfuerzo de los demás.
En ocasiones, mi imaginación veo, como ya hartos de tanta papanatería, de tanto chorizo, de tanto ladrón al que mantener y a los que les hemos dado cobas pensando que eran mejores y más listos que nosotros, digo, veo como el pueblo llano, sus jóvenes sin esperanza, al grito de ¡Basta ya! nos revelamos y cortamos por lo sano este cáncer social que nos corroe y nuestros jóvenes pasan a ser los que dirigen un país donde la igualdad verdadera en la justicia, en la educación, en la sanidad se impone. Un país donde el esfuerzo y el trabajo son la verdadera máquina que nos lleva al progreso real, en una velocidad real, mantenible y sobre todo a una sociedad con un bienestar, basado en tener cubiertas las necesidades de alimentación, casa, salud y educación, una sociedad donde la palabra felicidad no es una utopía, ni está basada en el tener por tener, amasar por amasar, quedarme con lo mío y con lo de los demás sin esfuerzo, solo por se quien soy, estar donde estoy y "porque yo lo valgo".
Por la parte que me toca, pido perdón, por no haberme revelado antes, por permitir dejar a esta juventud una sociedad enferma, por el borreguil acto de seguir consignas falsas mientras creía vivir en un mundo de verdad, adelantado y próspero. Creo que nada nos tienen que agradecer estos hijos e hijas a los que les hemos dado una infancia fácil y ramplona, para que cuando llega la hora de abandonar el nido encontrarse con un vació bajo sus pies y al resto mirando para otro lado, negándoles así el porvenir al que tienen derecho por el simple hecho de haber venido a este mundo sin que ellos lo pidieran.
Maldigo mil veces, esa generación de papanatas en la que nos hemos convertido los que creímos que íbamos a cambiar al mundo y nos lo íbamos a comer. Bueno, algunos sí se lo han comido, y la indigestión la sufrimos los demás.
Lástima de generación perdida. Lástima de juventud cercenada. Lástima de mundo, al borde del abismo por la mayor lacra que pueda haber, poder y avaricia. Lástima.......

miércoles, 29 de octubre de 2014

ALGUNA VEZ

¿Alguna vez te dije todo lo que representabas para mi? Seguramente no. Me cuesta un sobre esfuerzo dejar entrever mis sentimientos.
Sentí claro tu adiós cuando apagué el ordenador. En el fondo noté una liberación. Había recuperado algo mío. Tiempo. ¡Ando tan escasa de él !.
Las luces del alba empiezan a clarear en el horizonte. Ha sido una mala noche. No sé por qué el insomnio se está haciendo habitual en las horas nocturnas del descanso. Tengo la mente en blanco. No pienso en nada. No recuerdo ningún sueño. De repente, abro los ojos y miro al despertador. El silencio todavía envuelve el momento. Doy vueltas y vueltas en la cama. Las sábanas son testigos de mi deseo de volver a entrar en el mundo de Morfeo, pero se me niega. Al final, me levanto. Voy a tientas, con la luz apagada, a sentarme en un sillón. No pasaría nada si más tarde no tuviera un montón de obligaciones que realizar. Como mantener una piel fresca y un rostro sin ojeras, cuando el sueño es escurridizo, pero para todo hay trucos. La vida es un truco, una magia perfecta.. Quedan dos horas para que suene el despertador. Sé que no voy a volver a dormir. Vuelvo al dormitorio, apago el despertador para que no suene y me meto en la ducha. El agua me revive. La mente se vuelve activa. Tú vuelves a mi mente.
Me digo una y otra vez que no eres real. Me razono tu comportamiento y veo claramente el juego sutil que tratas de llevar conmigo. No lo voy a permitir. Nunca me gustaron los fantasmas, los seres irreales. Ni aún en los cuentos. Está claro que no hay ningún futuro, que no hay nada que pueda salir de esa relación de cuento de hadas. Hace tiempo que no creo en los príncipes que salen de las ranas/sapos que se besan. Las vida me ha demostrado que esos anfibios, siguen siendo eso: anfibios.
El día ya clarea, y con él mi mente. Tengo claro lo que quiero. Conecto el ordenador. Abro tu cuenta y escribo una sola palabra. Tal vez, luego me arrepienta, pero ya estará hecho. Escribo con decisión y la sensación de liberación se acrecienta. ¡ Adiós!. No hay nada más. Para mí, todo está claro.
Apago el ordenador, enciendo la radio y la música mañanera llena el espacio. Abro la ventana y dejo entrar el fresco de esas primeras horas. Me siento sola y , sobretodo, liberada. He ganado espacio. He ganado tiempo.
¿Alguna vez te dije, todo lo que representabas para mí? Seguramente no, porque era: nada. Porque tú eras humo.

RECUERDOS (I)

La mañana soleada, aunque de primeros de otoño. Pero este otoño es atípico, caluroso, como si el verano no quisiera irse. Es agradable caminar, hace calor pero un suave viento lo hace más llevadero.
Voy como cada día haciendo el mismo recorrido, camino, dicen que es sano, y mientras lo hago dejo que mi mente divague por todos sus recovecos. No la freno, en ese momento es libre y aprovechando la ocasión me lleva de recuerdo en recuerdo, salta como pulga, de tiempo en tiempo, de momento en momento. Yo solo observo. A veces me encuentro recordando algo que creía haber olvidado. Recordar es como volver a vivir, pero ya no se es protagonista, sino más bien espectadora.
No me fijo mucho en el camino que recorro, todos los días es el mismo, lo conozco, sin fijarme demasiado salvo los obstáculos que el suelo irregular me presenta, por eso en ese mismo instante me veo de recién casada, volviendo al dulce hogar después de la jornada laboral, caminando a orillas de campos donde el maíz, alto y verde, crece sin demasiado esfuerzo. La tierra es rica y está bien regada. Como mis miedos. Me veo caminando deprisa, agarrada la chaqueta porque la temperatura desciende unos grados, por efecto de la humedad de las plantas. Extrañamente es el mismo camino que ahora recorro, pero ya no hay campos, solo manzanas enteras de pisos, aceras bien marcadas y algún parque infantil.
Mi mente sigue.
Ahora el escenario es diferente. Soy una adolescente de quince tiernos años. Soñadora y con las nubes como habitáculo. Mi mundo no es real. Juego a ser mayor, adulta, pero soy una tierna niña que despierta a la vida y que quiere empezar a dar sus propios pasos. Tengo que empezar a ver claro que hay unas reglas sociales de las cuales no puedo salirme. Yo, no entiendo de reglas, solo de sueños. De sueños y de miedos, pero a estos últimos los aparco para enfrentarlos durante la noche, en la soledad de mi cuarto. Es tan fácil y tan bonita la vida soñada y tan dura y desagradable la vida real. Me veo en las noches, abrazada a la almohada, con una música repetitiva en mi cabeza y las lágrimas fluyendo, unas veces mansamente, otras saliendo a raudales, hasta que el sueño me sosiega y me pierde en otras nebulosas. Cuando amanece y el sol me despierta, lo vivido anteriormente pasa al estado de ensoñación, hasta la próxima noche.
Mi camino llega a su fin. Por hoy ya ha sido suficiente. Cierro la caja de mis recuerdos y ato a esa mente loca y pulgosa. Hay que volver a la vida real. Al camino de verdad. A los tropiezos donde se es protagonista para poder, en otro momento, ser espectadora. Es la consecuencia de los recuerdos.