UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

viernes, 25 de enero de 2013

NOSOTRAS Y UNA TAZA DE CAFE

Delante de una taza de café calentito, en una tarde fría, las confesiones salen sin ser llamadas. Las mujeres tenemos esa facultad de comunicarnos con otras mujeres afines a nosotras y en una tarde dar repaso a los problemas con los hijos, a sus alegrías y en ocasiones a esa desilusión que se produce cuando, por el amor desmedido que se siente por ellos, te hieren en su egoísmo nato y necesario para salir del nido, incluso los que ya han salido.
 Las cuestiones domésticas también tienen su momento, cambio recíproco de recetas de cocina, de trucos para que algo sea más fácil o resulte mejor, las manchas no se hagan eternas pesadillas, en definitiva de eso que nosotras sabemos tanto.
Se habla también del momento político, económico y de cotilleos sin importancia, pero el tema estrella es hablar de relaciones, de sentimientos, de esa filosofía que poco a poco y de manera personal vamos cogiendo con el tiempo y con la ayuda de las demás.
 En eso estábamos un grupo de amigas, en una tarde desapacible y alrededor de una mesa con humeantes y aromáticas tazas de rico café y, como suele suceder, la conversación derivó en las relaciones humanas, en como nos complicamos la vida tontamente, en qué esperábamos de ese compañero que no se sabe cuando descubrimos que más que compañero era un hijo crecidito que no habíamos parido y cómo la vida se iba pasando esperando esa alma gemela capaz de entendernos y comprendernos, de darnos ese empuje necesario cuando, momentáneamente, nuestras fuerzas fallaban. Ese ser que nos haga reír, que nos haga sentir lo maravillosas que nosotras, ya sabemos que somos. Porque no necesitamos que alguien refuerce lo que de sobras sabemos, que somos únicas, que tenemos la fuerza necesaria para parar el mundo si nos lo proponemos, que podemos ser un corazón de seda o un puño de hierro, según sea el momento y la circunstancia, que no necesitamos a nadie para seguir adelante, pero que, como a cualquier ser humano, nos gusta tener un hombro donde reposar la cabeza al final del día, unos oídos que escuchen cuando hablamos con el silencio y unos ojos que no miren las arrugas, si no la tersura del corazón.
Toda una tarde de conversación, para llegar a la conclusión de que todo eso que, para nosotras es necesario y saludable  tener, tal vez sean expectativas ,que sabemos es mucho más inteligente dejarlas relegadas al cajón de los sueños, porque en el de la realidad puede ser dañino y que puestas en común todas las relaciones de las que estábamos alrededor del círculo de café, las relaciones de años, las nuevas, las que ya terminaron, las que estaban comenzando, todas en definitiva, adolecían de lo mismo, no terminaban por llenar ese espacio que intentábamos cubrir, y es que salvo raras avis que revolotean, el resto se queda mediocre, porque no crece, o sencillamente, no tardando mucho, te das cuenta de que sólo son relaciones para cubrir un ego que ya no nos interesa, no vivimos cara a la galería ni queremos demostrar nada. Conclusión, mejor sola.
Realmente nunca estamos solas y hay muchas cosas que llenan ese espacio. Aunque, claro está, no es lo mismo.

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