UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

miércoles, 23 de enero de 2013

UNA NOCHE EN UN PUENTE

El puente está vacío a esas horas de la madrugada, esporádicamente pasa un coche rompiendo el murmullo del agua al pasar, camino del destino que todos tenemos, incluidos los ríos, fundirnos con el todo del cual salimos. Nadie camina por sus anchas aceras y yo puedo disfrutar del momento como me gusta en ocasiones disfrutar la vida, en soledad. Hace frío en esta noche del primer mes del año, incluso caen unas gotillas de agua que bien podían cambiar a copo de nieve. No me molestan. Sigo mirando el río apenas iluminado en ese tramo por las farolas que alumbran la calzada y que se reflejan en el agua,distorsionando la imagen por la rapidez y la cantidad de agua que el río lleva en este momento.
Mientras fijo mi vista en la corriente de agua apoyada en la ancha barandilla de piedra del puente, mis pensamientos van atropellándose por salir, ora una conversación mantenida no hace mucho tiempo, ora algún quehacer que ha quedado pendiente, tan diferentes y dispares que no paro atención a ninguno de ellos y como afloran , pasan. Pero hay uno que es recurrente, que hace tiempo que me acosa y que aunque no le hago caso,  vuelve una y otra vez. Son por ques, que no tienen respuesta inmediata, porque hay que meditarla, sacarla de conclusiones más o menos acertadas y ahora no estoy por la labor de pensar mucho, de devanarme los sesos en algo que requiere un gasto de energía extra que no tengo.
No sé cuanto tiempo llevo con la vista fija en el agua y apoyada sobre la barandilla, perdida en el mundo interior de mis locas neuras, pero el frío, que a principio no notaba en exceso, está haciendo mella en mí y siento ateridas todas mis articulaciones. Me subo el cuello del abrigo y meto mis manos en los bolsillos, aún cuando van protegidas por los gruesos guantes de lana. Dejo mi sitio en el puente y me dispongo a comenzar la marcha cuando algo me llama la atención. Es una silueta no sé si de hombre o de mujer, no la distingo en la penumbra, pero algo me dice que sea lo que sea no está bien. En décimas de segundo mi razón y mi corazón empiezan una lucha. Mi razón me dice que lo dejo, que más da, cada uno es libre de tomar las decisiones que crea conveniente, que nadie tiene el deber o la obligación de salvar a nadie si no quiere ser salvado. Por otro lado mi corazón me insta a que corra, a que ayude a ese ser, sea quien sea y lo que sea, que tal vez dependa su vida solamente de mi presencia. Opto por hacer caso al segundo y aprieto el paso, cuando veo que la silueta se dispone a subir a la barandilla. Echo a correr mientras grito, " No, eso no, espera". Según me acerco veo algo que me deja atónita, la silueta es una mujer y no está sola., en sus brazos lleva un bulto, un ser pequeño que duerme plácido en brazos de una madre que percibo agobiada y  desesperada, sin salida, de problemas que en este momento está incapacitada para solucionar. Practicamente me tiro hacia ella y logro hacerla caer a la calzada Sus ojos me miran fijamente y unas lágrimas corren desesperadas por sus mejillas, el pequeño llora ahora desesperadamente por el golpe sufrido al caer de brazos de su madre. Mientras miro a la mujer y le pregunto como está, intento coger al pequeño, aparentemente no le ha pasado nada, el susto, me digo.
Mi corazón va a cien, qué hago ahora. Consuelo al pequeño y sentada en la acera, junto a la madre, la abrazo, es lo que me sale del corazón en ese momento. No necesito explicaciones, sé que ahora lo mejor es el silencio y el abrazo que le dice que en ese momento no está sola, que alguien se preocupa por ellos. No sé en qué va a terminar esta noche, pero sí sé que ya tengo respuesta a algunos de mis por qués y que la vida te va dando las respuestas de la manera más extraña y a la vez más clara posible. A veces es sólo cuestión de segundos al responder a la razón o al corazón.

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