UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

miércoles, 24 de diciembre de 2014

NOCHEBUENA

El día ha amanecido con niebla, triste y desapacible. El invierno ha llegado, le ha costado, pero ya se deja notar su ambiente frío. Miro por la ventana, y los árboles me muestran la desnudez que ha propiciado la caída de, en otro momento no muy lejano, sus verdes hojas. Muestran las ramas desnudas, fantasmales por culpa de esta niebla que se cuela dentro de los huesos, del ánimo, de la vida.
Me he levantado tarde. No tenía nada que me obligara a dejar la calidez del nido formado por las sábanas y el edredón de suaves plumas. Aunque todavía vivo en la que siempre fué mi casa, mi gran casa de cálidas escaleras de madera, el trabajo en ella se ha mermado mucho, las fuerzas ya no son las mismas y la necesidad tampoco. Hace mucho que no subo al último piso. La comodidad se impone y para mí sola con la primera planta es suficiente.
Descorro las cortinas, no para que entre el sol, lógicamente, pero sí para poder ver un poco el exterior, la vida, si es que la hay, de ahí afuera. Me siento en el sillón cercano al gran ventanal y recuerdo a mi madre, mi pobre madre, sentada cerca del balcón para poder ver mejor y quejándose siempre del frío que entraba por el marco de madera mal ajustada. Yo ahora hago lo mismo, tengo la misma edad que ella en esos momentos. Si viviera rondaría los cien años. Le faltaron muchos para eso.
Enciendo la televisión, no porque me interese lo que dicen, pero hace compañía. Se hacen tan largas las horas en la soledad que no se elije.
Hoy es Nochebuena. Recuerdo cuando en mi casa vivíamos todos, mi marido, mis hijos. Venían amigos y familiares a comer o a cenar, a pasar la tarde, a tomar un café, una cerveza. Había risas, alboroto, vida. Ahora hay silencio. Silencio que intento romper para que no se apoderen de mi mente los recuerdos y la nostalgia.
Nochebuena. Los nervios que se hacían para tener todo preparado para la cena, las compras de las viandas que formarían el menú, netamente tradicional, los regalos que con cariño y secretismo preparábamos. Bueno, mejor dicho, preparaba yo. Con el tiempo, cuando mis hijos se hicieron mayores y mientras la economía se lo permitió, también yo tenía pequeños obsequios que para mí resultaban ser lo más maravilloso, aunque reconozco que siempre fuimos más de la fiesta de Reyes. Nos juntábamos a la mesa, los abuelos, nosotros y mis niños, los hermanos mientras estuvieron solteros también nos acompañaban. Me gustaban las navidades, creo que conseguía contagiar la alegría y el entusiasmo que me producían. Siempre fuí unas niña para estas fiestas. Tenían algo especial. Luego, con el tiempo, todo se va complicando. Los niños crecen, se hacen adultos y forman su propia familia. Llegan los nietos, desparecen los padres. Las navidades cambian y nos vemos forzados a cambiar nuestra manera de vivir las. El ser humano se adapta a todo, aunque al principio cuesta, pero te adaptas. Las familias se hacen más complejas, hay más padres, más hermanos y la división llega. El primer año, cuando ves los huecos de los que no están, un nudo se te forma en la garganta y tienes que tirar de todas las armas posibles para no derrumbarte. La vida sigue.
Poco a poco, sin darme cuenta, he llegado al día de hoy, a esta Nochebuena en soledad. Los hijos tienen sus hijos, sus nietos, nuevas generaciones y ves pasar ante ti, otra vez, la película de tu vida. Los mismos actos, con otros actores.
Sigo sentada en el sillón cerca del ventanal. La televisión sigue con su cháchara que no escucho, la verdad es que no la oigo. La edad no perdona. La niebla no ha levantado en todo el día y ya a media tarde la noche se ha hecho dueña del momento. Bajo la persiana para que no entre el frío a través del cristal y corro las cortinas. El año pasado, todavía tuve fuerzas para poner unas pequeñas luces en el exterior. Este año he prescindido de ellas. Todo pasa y cambia. Debo aceptarlo. Enciendo la pequeña luz de la lámpara de lectura y me vuelvo a sentar en mi sillón favorito. Es cómodo. Los recuerdos no tardan en volver. Hoy es mal día para intentar echarlos fuera. Vuelven esas otras navidades, esos cambios de año, con mis hijos alrededor. Los echo de menos. Sé que ellos de momento están disfrutando de lo que yo en su día también pude disfrutar. Que dura es la soledad que no se desea. Están lejos. La vida, nos lleva y nos trae a su antojo. Las economías fluctúan y hay que salir a buscar el pan ahí donde esté.
Hoy debería de haberme cocinado algo especial, pero ya el cuerpo no está para excesos. Tal vez esta sea mi última Navidad. Quién sabe. Solo me permitiré un pequeño capricho, me comeré unas langostinos que me encantan y me beberé una cervecita, sin alcohol, claro. Así celebraré mi Nochebuena y me acostaré tempranito. El combustible está por los cielos y la pensión no da para muchos lujos.
Es Nochebuena. Cuánto silencio a mi alrededor y cuanto alboroto en mis recuerdos.

viernes, 14 de noviembre de 2014

YO, TU MADRE

Son las primeras horas del nuevo día, está amaneciendo, todavía la luz no logra quitar las sombras de la noche.
Me levanto inquieta. No sé si has regresado a casa o todavía andas en tu mundo. Dichoso mundo,¡ cuando cuesta aceptar que los hijos tenéis vida propia, aunque sea a costa de la nuestra.!. Abro la puerta de tu habitación y te veo dormir plácidamente, ocupando toda la cama y abrazado a la almohada como si de una mujer se tratara. Me tranquiliza ver la escena. Es solamente a partir de esta tranquilidad cuando me doy cuenta de que la cama se te ha quedado pequeña. Los pies cuelgan inertes y asoman por debajo de la sábana.
Aprovecho que no te das cuenta de que estoy aquí, en tu habitación, mirándote y me siento en la silla repleta de ropa, que debería de estar ocupando una percha en el armario, pero que tu indolencia dejo tirada de cualquier manera encima de la silla. No me molesto en retirarla, a la postre, bien sé que seré yo quien de nuevo la deje en perfecto orden dentro del armario. Te miro, detenidamente, casi no reconozco en tus facciones relajadas de hombre joven,al niño que tengo en mis recuerdos y en mi corazón. Aquel que con su sonrisa y sus manitas regordetas lograba que me olvidara las muchas travesuras que, al cabo del día, realizabas. Casi puedo sentir, que a quien estoy mirando nada tiene que ver con lo que yo reconozco como "mi hijo". Me pareces más un extraño. Ayer salió de casa mi niño y esta mañana me encuentro con alguien desconocido. Sigo mirándote fijamente, realmente todavía encuentro algo de las facciones de mi pequeño.
En el fondo, todas las madres pensamos lo mismo: "Qué pena que crezcan tan pronto".
De esa reflexión me voy a otra, y entonces pienso que desconozco totalmente como me ves tú a mí.
Yo, tu madre. Esa mujer que siempre está ahí, para cualquier cosa. Plánchame la camisa,mama, por favor. La necesito para hoy. Mamá, ¿podrás comprar pizza para la cena?. Máma, salgo con una chica preciosa. Máma, me siento solo, quiero que me abraces. Mamá, tengo un problema.....Mamá....Mamá...Mamá.......
Y ahí está mamá, con su vida, con sus problemas, con sus ilusiones y sueños aparcados para cuando nadie la necesite y pueda dedicarse un tiempo para ella. Ahí está mamá, con todas sus decepciones, guardadas, bien guardadas, para que nadie las vea. Con la sonrisa y las manos dispuestas para ayudar a sus pequeños. Aún cuando esos pequeños tienen ya la misma edad que cuando ella dio a luz al primero.
Nadie, en la vorágine de su vida, se da cuenta de esa mujer que parece que nació madre y que solo es eso madre. Nadie se da cuenta de que a veces esta mujer/madre, necesita de un abrazo para poder seguir adelante. De que cualquier demostración de cariño, espontánea ,es el mejor de los regalos. De que los pequeños detalles con relación a sus desvelos y cuidados, son para ella, algo tan grande que guarda eterna gratitud. Que el reconocimiento a su trabajo hogareño, le hace seguir día tras día sin ser consciente de la monotonía de esas labores. Y tantas otras cosas que se pierden en ese egoísmo filial y que siempre recae sobre la persona que difícilmente te dejará en la estacada. Mamá, es esa mujer que solo es madre cuando sus hijos están a su lado, que pierde la noción de si misma para volverse parte de quienes le deben la vida. Mamá, cuando está sola, se vuelve esa mujer que ve como el tiempo hace estragos en su cuerpo y en su cara. Que sus sueños se perdieron en pos de los sueños de sus hijos.
Sigo mirándote y te revuelves inquieto. Quizás notes mi presencia en tu inconsciencia. Sonrío. Me acerco a la cama y paso mi mano suavemente por tu pelo revuelto. La luz del nuevo día inunda la habitación. Salgo de ella y cierro la puerta suavemente. Estoy segura que no te has enterado del tiempo que hemos estado juntos. Inspiro hondamente y me dedico a comenzar las tareas hogareñas. Es fin de semana y no hay que ir al trabajo. Me dispongo a prepararme el desayuno y con la taza caliente del primer café siento en mi corazón, la tibieza de saber que por más que me queje de vuestro desorden, de que aprovecháis mi buena disposición, de que absorbéis mi tiempo y mi energía, para mí sois lo más importante de mi vida.
Oigo la puerta de la habitación y te veo salir con los ojos medio cerrados. Te miro fijamente. Sonrío. Me levanto y te doy un beso de buenos días.
Mientras te aseas, te dejo una nota al lado del desayuno. Te quiero, yo, tu madre. Me gusta imaginarme la cara que pondrás cuando la veas.


jueves, 13 de noviembre de 2014

NOVIEMBRE

Noviembre. Mes de ánimas, de muertos, de cementerios, de flores naturales y de plástico. Comienza el mes y parece obligado el recuerdo de aquellos que nos precedieron. Yo, como tantos otros, vuelvo año tras año a ese lugar donde se entierran, no solo cuerpos inertes, cenizas, recuerdos... también están ahí dejados, semi-olvidados, los sueños que no se cumplieron, que no nos atrevimos a vivir los, o que no nos dio tiempo de hacerlo y también futuros que se arrebataron sin que se pueda entender el "por qué" de los hechos.
No sé si es morbo, o simplemente curiosidad, pero me gusta leer algunas lápidas, aquellas que más llaman mi atención, o las inscripciones de los ricos y suntuosos panteones. Figuras bellamente talladas, ricas piedras, arte funerario lo llaman. Hasta ahí llega la diferenciación entre ricos y pobres. Todos terminamos en polvo, antes o después, en olvido, pero unos lo hacen dejando bien patente quienes fueron en vida, otros se quedaron con el olvido de la fosa común. Los más les lloraran por un decena de años, tal vez menos y pasarán directamente al olvido.
Sería bueno que nos enseñaran a reflexionar, sentados en un banco del campo-santo. Todos nuestros afanes. Todos nuestros odios, rencores, iras. Todos nuestros amores, sueños, ilusiones. Toda la vida, termina ahí. Ese es el final del camino. Ahí termina la búsqueda. Y entre tanto, ¿qué nos hemos dejado por el camino? La vida.
Los cementerios de las grandes urbes, son como ellas, extraños todos, calles y calles, nichos y tumbas en este primer día de noviembre repletas la mayoría de flores. Algunas solo duraran unos días y el olvido y la tristeza se harán dueños nuevamente del espacio, hasta el año siguiente, con suerte. Otras, las flores de plástico, irán perdiendo sus colores y su lozanía, pero duraran un poco más. Me pregunto si el recuerdo de los que dejamos ahí es tan vivo durante el resto del año, como lo es en estas fechas.
Los pequeños , recogidos y familiares, cementerios rurales, tienen otra forma de existencia, en el fondo el tema floral será el mismo, pero cuando se abre la puerta y los familiares y amigos van entrando es casi como esa reunión familiar que se hacía cuando el difunto todavía estaba con nosotros. Encuentros y charlas se van sucediendo alrededor de lápidas y tumbas. Se habla de vivos y no del muerto, si acaso, se lee otra vez la inscripción y se hace un comentario, así, de pasada, pero rápidamente volvemos al tema principal y es que la vida tiene fuerza suficiente para ser el centro de atención. O eso creemos, porque realmente la fuerza la tiene ella, la parca, la dama negra, la muerte.
Noviembre, mes de las almas, de los recuerdos, de las flores sobre el frío de las lápidas. Bajo la vista y salgo del cementerio, siento como si hubiera ido de visita a verlos a todos y a ninguno. Solo a encararme una vez más con la realidad que negamos sin darnos cuenta.

viernes, 7 de noviembre de 2014

¡S.O.S., NAVIDAD!

La tarde es magnífica. Luce un sol cálido en un cielo limpio, aunque la temperatura ya se nota más fresca que días pasados y he quedado con una amiga para ir de compras. Me siento bien, feliz, y en paz con el mundo que me rodea. Me propongo disfrutar de la tarde.
Las horas pasan, comentarios, risas, palabras de doble sentido y tiendas se van entrelazando mientras el sol se despide y deja paso a ese techo oscuro y desapercibido que es la noche en el centro de la capital. Al levantar la vista y fijarla en uno de los muchos escaparates que hay en la calle, un nudo se hace dueño de mi estómago y todos los mementos anteriormente vividos  desaparecen como si no hubieran existido. Mi amiga se percata del hecho al no contestar a la pregunta que me había formulado y a la risa que le producía el comentario efectuado. Su cara de asombro, debió de ponerme en aviso de que la desconexión entre las dos era total.
- ¿Qué pasa?, ¿Has visto un fantasma?
Me la quedé mirando. De repente mi felicidad y mi paz con el mundo habían desaparecido. Otra vez esa espada de Damocles la sentía sobre mi cabeza. Otros momentos volvieron de repente a mi mente. Pasaron con la velocidad  un tren AVE y se fueron provocando el mismo viento devastador.
- ¿ Has visto el escaparate? O me estoy equivocando o hace dos días que hemos cambiado de mes.
- ¿Lo dices por la decoración?
- No puede ser, ¡ Otra vez llega la navidad!
Y de repente, las luces se me apagaron, la alegría se fue de viaje y esa tarde maravillosa se convirtió en el horror del conocimiento de que otro año más llegaba la crueldad de: ¡La navidad!
En la primera agencia de viajes que encontré, solicité un viaje para el lugar donde nadie celebre la navidad. Otra vez había conseguido ponerme en paz con el mundo interior y exterior. Este año, por fin, no sabre nada de la navidad. ¡Ufffff....qué tranquilidad!


AL FINAL, HA LLEGADO EL OTOÑO.

Al final ha llegado el otoño.
A través del cristal se ve como los árboles agitados por el viento pierden sus hojas con celeridad. El sol ya no tiene la alegría de días pasados, ni calienta igual. Ahora sí es otoño. Enciendo nuevamente el fuego de la chimenea. Se agradece el calor que emanan las llamas saltarinas y el olor que desprende la leña cuando se quema. Por delante todavía lo más duro de la temporada. Todo se ralentiza o se detiene. Las plantas pierden su verde brillante, aún las del interior. El cuerpo pierde energía. Todo cuesta un pequeño sobre-esfuerzo.
Me acurruco en el sofá. Pierdo mi mirada en la imagen que se ve a través del ventanal. La luz, poco a poco, se va perdiendo y la estancia queda iluminada por las mismas llamas que caldean el ambiente. Llevo un rato inmóvil. Por mi cabeza pasan una y otra vez las tareas no realizadas, pero la inercia se ha quedado rota en el hecho de encender el fuego.
Al final ha llegado el otoño.
Debería moverme, coger el teléfono y quedar con alguien, o, tal vez, alargar la mano y coger el libro que reposa ,tranquilamente, sobre la mesa, o mejor todavía (mi familia lo agradecería) quitarme de delante la montaña de ropa por planchar o hacer ese postre prometido y que nunca llega. Es difícil cunado lo que se siente es una inmovilidad paralizante.
La anoche ya es dueña del momento, aunque todavía estamos a mitad de la tarde horaria. Por fin salgo de mi letargo, añado otro leño al fuego y lo reavivo. Corro las cortinas para que el calor no se escape por el cristal y enciendo las luces de la habitación. ¡Fuera telarañas! y sobre todo, ese pesimismo que cernía sus garras sobre mi mente.
Al final ha llegado el otoño.
Momento para disfrutar de lo interior. Momento de compañía y de soledad. Momento de olores caseros, de castañas asadas al fuego, de bizcochos con ron y naranja, de chocolate caliente y risas frescas.
Al final ha llegado el otoño.
¡ Vivamoslo!

UNA GENERACION PERDIDA

Últimamente tengo muy a menudo un sentimiento, mezcla de rabia, inconformismo, impotencia y pena, cada vez que veo a un joven con la mirada perdida y una extraña quietud en momentos y horas en que precisamente debería de estar en plena actividad creadora, formadora o laboral. Tal vez lo esté, pero sin ilusión, sin fe, sin futuro. Me duele verles, preparados, muy preparados (se nos llena la boca con esas palabras) o tal vez menos, pero igualmente parados, muy parados, estancados y perdidos en un mundo que ellos no han formado, que simplemente reciben de nosotros, y que lo hacen en un estado de desmembración, de inutilidad, de "sálvese quién pueda" y del tan español "ande yo caliente y ríase la gente" que algunos han llevado hasta el extremo de quedarse con la ilusión y el futuro de las generaciones venideras. Claro que sus vástagos descendientes están bien cubiertos por el ladronerío y chulesco proceder de sus progenitores. Cuervos que crían cuervos, pero que no les sacan los ojos porque les cubren sus riñones muy bien, a costa del esfuerzo de los demás.
En ocasiones, mi imaginación veo, como ya hartos de tanta papanatería, de tanto chorizo, de tanto ladrón al que mantener y a los que les hemos dado cobas pensando que eran mejores y más listos que nosotros, digo, veo como el pueblo llano, sus jóvenes sin esperanza, al grito de ¡Basta ya! nos revelamos y cortamos por lo sano este cáncer social que nos corroe y nuestros jóvenes pasan a ser los que dirigen un país donde la igualdad verdadera en la justicia, en la educación, en la sanidad se impone. Un país donde el esfuerzo y el trabajo son la verdadera máquina que nos lleva al progreso real, en una velocidad real, mantenible y sobre todo a una sociedad con un bienestar, basado en tener cubiertas las necesidades de alimentación, casa, salud y educación, una sociedad donde la palabra felicidad no es una utopía, ni está basada en el tener por tener, amasar por amasar, quedarme con lo mío y con lo de los demás sin esfuerzo, solo por se quien soy, estar donde estoy y "porque yo lo valgo".
Por la parte que me toca, pido perdón, por no haberme revelado antes, por permitir dejar a esta juventud una sociedad enferma, por el borreguil acto de seguir consignas falsas mientras creía vivir en un mundo de verdad, adelantado y próspero. Creo que nada nos tienen que agradecer estos hijos e hijas a los que les hemos dado una infancia fácil y ramplona, para que cuando llega la hora de abandonar el nido encontrarse con un vació bajo sus pies y al resto mirando para otro lado, negándoles así el porvenir al que tienen derecho por el simple hecho de haber venido a este mundo sin que ellos lo pidieran.
Maldigo mil veces, esa generación de papanatas en la que nos hemos convertido los que creímos que íbamos a cambiar al mundo y nos lo íbamos a comer. Bueno, algunos sí se lo han comido, y la indigestión la sufrimos los demás.
Lástima de generación perdida. Lástima de juventud cercenada. Lástima de mundo, al borde del abismo por la mayor lacra que pueda haber, poder y avaricia. Lástima.......

miércoles, 29 de octubre de 2014

ALGUNA VEZ

¿Alguna vez te dije todo lo que representabas para mi? Seguramente no. Me cuesta un sobre esfuerzo dejar entrever mis sentimientos.
Sentí claro tu adiós cuando apagué el ordenador. En el fondo noté una liberación. Había recuperado algo mío. Tiempo. ¡Ando tan escasa de él !.
Las luces del alba empiezan a clarear en el horizonte. Ha sido una mala noche. No sé por qué el insomnio se está haciendo habitual en las horas nocturnas del descanso. Tengo la mente en blanco. No pienso en nada. No recuerdo ningún sueño. De repente, abro los ojos y miro al despertador. El silencio todavía envuelve el momento. Doy vueltas y vueltas en la cama. Las sábanas son testigos de mi deseo de volver a entrar en el mundo de Morfeo, pero se me niega. Al final, me levanto. Voy a tientas, con la luz apagada, a sentarme en un sillón. No pasaría nada si más tarde no tuviera un montón de obligaciones que realizar. Como mantener una piel fresca y un rostro sin ojeras, cuando el sueño es escurridizo, pero para todo hay trucos. La vida es un truco, una magia perfecta.. Quedan dos horas para que suene el despertador. Sé que no voy a volver a dormir. Vuelvo al dormitorio, apago el despertador para que no suene y me meto en la ducha. El agua me revive. La mente se vuelve activa. Tú vuelves a mi mente.
Me digo una y otra vez que no eres real. Me razono tu comportamiento y veo claramente el juego sutil que tratas de llevar conmigo. No lo voy a permitir. Nunca me gustaron los fantasmas, los seres irreales. Ni aún en los cuentos. Está claro que no hay ningún futuro, que no hay nada que pueda salir de esa relación de cuento de hadas. Hace tiempo que no creo en los príncipes que salen de las ranas/sapos que se besan. Las vida me ha demostrado que esos anfibios, siguen siendo eso: anfibios.
El día ya clarea, y con él mi mente. Tengo claro lo que quiero. Conecto el ordenador. Abro tu cuenta y escribo una sola palabra. Tal vez, luego me arrepienta, pero ya estará hecho. Escribo con decisión y la sensación de liberación se acrecienta. ¡ Adiós!. No hay nada más. Para mí, todo está claro.
Apago el ordenador, enciendo la radio y la música mañanera llena el espacio. Abro la ventana y dejo entrar el fresco de esas primeras horas. Me siento sola y , sobretodo, liberada. He ganado espacio. He ganado tiempo.
¿Alguna vez te dije, todo lo que representabas para mí? Seguramente no, porque era: nada. Porque tú eras humo.

RECUERDOS (I)

La mañana soleada, aunque de primeros de otoño. Pero este otoño es atípico, caluroso, como si el verano no quisiera irse. Es agradable caminar, hace calor pero un suave viento lo hace más llevadero.
Voy como cada día haciendo el mismo recorrido, camino, dicen que es sano, y mientras lo hago dejo que mi mente divague por todos sus recovecos. No la freno, en ese momento es libre y aprovechando la ocasión me lleva de recuerdo en recuerdo, salta como pulga, de tiempo en tiempo, de momento en momento. Yo solo observo. A veces me encuentro recordando algo que creía haber olvidado. Recordar es como volver a vivir, pero ya no se es protagonista, sino más bien espectadora.
No me fijo mucho en el camino que recorro, todos los días es el mismo, lo conozco, sin fijarme demasiado salvo los obstáculos que el suelo irregular me presenta, por eso en ese mismo instante me veo de recién casada, volviendo al dulce hogar después de la jornada laboral, caminando a orillas de campos donde el maíz, alto y verde, crece sin demasiado esfuerzo. La tierra es rica y está bien regada. Como mis miedos. Me veo caminando deprisa, agarrada la chaqueta porque la temperatura desciende unos grados, por efecto de la humedad de las plantas. Extrañamente es el mismo camino que ahora recorro, pero ya no hay campos, solo manzanas enteras de pisos, aceras bien marcadas y algún parque infantil.
Mi mente sigue.
Ahora el escenario es diferente. Soy una adolescente de quince tiernos años. Soñadora y con las nubes como habitáculo. Mi mundo no es real. Juego a ser mayor, adulta, pero soy una tierna niña que despierta a la vida y que quiere empezar a dar sus propios pasos. Tengo que empezar a ver claro que hay unas reglas sociales de las cuales no puedo salirme. Yo, no entiendo de reglas, solo de sueños. De sueños y de miedos, pero a estos últimos los aparco para enfrentarlos durante la noche, en la soledad de mi cuarto. Es tan fácil y tan bonita la vida soñada y tan dura y desagradable la vida real. Me veo en las noches, abrazada a la almohada, con una música repetitiva en mi cabeza y las lágrimas fluyendo, unas veces mansamente, otras saliendo a raudales, hasta que el sueño me sosiega y me pierde en otras nebulosas. Cuando amanece y el sol me despierta, lo vivido anteriormente pasa al estado de ensoñación, hasta la próxima noche.
Mi camino llega a su fin. Por hoy ya ha sido suficiente. Cierro la caja de mis recuerdos y ato a esa mente loca y pulgosa. Hay que volver a la vida real. Al camino de verdad. A los tropiezos donde se es protagonista para poder, en otro momento, ser espectadora. Es la consecuencia de los recuerdos.

miércoles, 1 de octubre de 2014

UN MARCO DE FOTOS, UN OLVIDO

Amanece un nuevo día. Cada día tarda más en ver la luz. El otoño avanza y con él esta sensación de abandono, de soledad deseada e impuesta a la vez. Hay muchos tipos de soledad y la que siento ahora no me gusta. Me levanto con pocos deseos de hacerlo, pero debo hacerlo. Mi primer pensamiento, siempre el mismo, es para ti. Miro el marco de fotos que descansa sobre el tocador, vacío, inerte, muerto. Pensé que quitando tu fotografía me ayudaría a olvidarte antes, pero no se pueden eliminar los sentimientos con la misma rapidez que eliminas una imagen. Cada mañana tu gesto serio, ausente, tu voz ronca, tu olor corporal que tanto conozco por formar parte de mi propia piel, todo ello lo siento cerca de mi, como si no te hubieras ido, como si la ausencia fuese solo por unas horas, por unos días, un viaje como tantos otros de los que realizabas. Pero esta vez no volverás, hace mucho que no volviste y en tu lugar me dejaste esta soledad que atenaza, aunque no quiera, cada poro de mi piel, cada rincón de mi alma. Es otoño y te extraño. Nada más.
Las calles se llenan de hojas muertas, hojas en otro momento verdes, fuertes, mecidas por el viento, dejándose llevar por el momento, pensando que la primavera puede ser eterna. Esas hojas son como tú y yo, y ahora ya hemos pasado el otoño y yo sigo aquí en un triste invierno esperando siempre la primavera que no llega porque tú no estás.
Dejo de mirar al vacío que me muestra ese marco de fotos de fondo neutro y con la poca energía que me queda me acerco a la ventana, la oscuridad solo rota por la luz de las farolas que iluminan la calle no presagia la llegada del nuevo día y sin embargo sé que en pocas horas el sol brillará y el bullicio se hará dueño, nuevamente, de este silencio.
Entiendo la metáfora, ahora lo veo claro. Estoy en esa noche larga que no termina, o eso parece. En el fondo, junto con esa soledad que me ha dejado tu despedida, tu silencio y ese marco vacío, siento la imperiosa necesidad de creer que  llegará ese nuevo día, ese sol que brille nuevamente en el horizonte, esa vida que llenará el marco de fotos que una vez tuvo tu imagen, ese y diez más, de escenas en color, en risa, en primavera.
El otoño va pasando lentamente, tú también, aunque el paso duela y tras el invierno que ahora siento llegará la primavera del amor, de las caricias, de la vida.
Me pongo una bata por los hombros, siento frío, aunque no lo hace. Miro nuevamente todo lo que hay encina de mi tocador y lentamente cojo el marco de fotos, lo acaricio mientras una lágrima resbala rebelde por mi mejilla. Abro el último cajón y lo escondo debajo de todo, en un rincón. Otra estrategia más. La radio-despertador se pone en marcha, como todos los días a la misma hora. Suena una canción de Luis Eduardo Aute. De alguna manera tendré que olvidarte. Estamos en otoño y en eso estoy yo, en olvidarte.
P.I.

viernes, 5 de septiembre de 2014

ME RETIRO (TONTO INTENTO)



Me retiro. Sí digo adiós a las que hasta ahora han sido mis compañeras de horas, de días, de momentos de sentimientos a flor de piel, de esos mundos que son medio reales, medio imaginados, medio dentro, medio fuera.
Digo adiós a mis amadas y queridas letras que cogidas de la mano formamos palabras que dieron vida a todo el abanico de seres y sentimientos que forman los mundos literarios.
Ahora ese loco que juega con todos nosotros, el destino, me manda por otros caminos, por los caminos de la búsqueda, pero lo que no sabe es que en mi mochila de caminante me he quedado con veintiocho letras por si no soy capaz de caminar yo sola.
Hasta siempre, mis seres, mis mundos, mis sueños. Hasta siempre compañeras, palabras unas veces entendidas, otras ignoradas, pero siempre, siempre....queridas.


P.Ibort (D.R.)

jueves, 4 de septiembre de 2014

YO Y SU IMAGEN

Como cada mañana, me miro en el espejo del salón por última vez antes de salir de casa para enfrentarme un día más a mis actividades en el mundo exterior, dejando el cómodo y seguro mundo interno de mi cascarón de ladrillo y cristal.
Como cada mañana, procuro ponerme esa máscara, esa armadura que me protegerá de los ataque externos de las envidias y de quienes , sin conformarse con su vida, quieren acceder a la mía. Sé que en mi entorno, mucha gente ve solamente esa fachada externa que muestro, esa forma de vestir que a más de una le llama la atención, y que depende siempre del estado con el que cada día comienzo mi día. Puedo salir de casa vestida ,casi, de alta costura para ir a una calle más allá de donde vivo o bien desafiar al tiempo y al espacio y vestir de esa manera en que no muestro mi lado femenino, pero lo insinúo o bien la comodidad prima y un sencillo pantalón vaquero y un blusón o camiseta sirven para caminar durante la jornada.
Mi forma de caminar por la calle con la espalda recta mirando al frente, desafiando a la vida, como si me sintiera tres metros por encima de los demás, segura de mí misma. La voz a la hora de saludar clara y alta cuando la persona es de mi agrado o simplemente ese pasar sin más, haciendo una clara diferenciación de a quién quiero en mi día a día y a quién no.
Somos muy dados a poner etiquetas, a imaginar la vida ajena, a pensar que conocemos la forma de ser de aquellos que nos cruzamos por la calle sin ni siquiera molestarnos en pensar qué es lo que les ha llevado a ser así o de otra manera o sencillamente, qué es lo que quieren encubrir, qué miedos les mueven, qué sentimientos desean ocultar para no hacerse vulnerables.
Pocas son las personas que pueden decir que me conocen en el fondo y ni aún esas saben de verdad que quién sale por las mañanas dispuesta a luchar en la batalla de vivir en esta sociedad falsa e hipócrita es una mujer con tantos defectos como virtudes y con tantos miedos que, debe cada día pertrecharse tras una fachada de perfección y distancia que en nada se parece a la que llora con el sufrimiento del ser humano, de los animales indefensos, que puede pasar horas mirando al cielo y vagando en un mundo irreal y utópico donde siempre es primavera avanzada y donde la soledad no existe y donde siempre hay una mano tendida un abrazo que reconforte. Capaz de amar sin fin, de dar sin pedir.
Pocos saben que en esa mujer segura de sí misma, tiembla una niña que no terminó de crecer, porque tenía tantas ganas de vivir que se le derramó la vida y perdió años en pos de un futuro que quiso adelantar.
Pocos saben de la soledad de un alma grande como el universo, con deseos de felicidad acorde a su tamaño y unas tremendas ganas de reír y de llorar, de vivir, de amar, de ser y de que la dejen ser.
Todo esto lo pensaba mientras caminaba, sin rumbo y observé como un visillo se movía a mi paso, como cada día y a mi memoria vinieron comentarios, dichos, susurros, secretos a voces que en otros momentos llegaron a mis oídos. Nunca imaginé que podía despertar tanto interés. Pobre gente sin vida.
"Solo quién calza mis mocasines, puede saber dónde me aprietan"


miércoles, 3 de septiembre de 2014

EL TIEMPO PASA.

La mirada perdida en el horizonte. La mente en blanco. No pienso, solo respiro. El tiempo pasa inexorablemente, no puedo detenerlo. Pasa, simplemente, rozándome. Sé que en mi mi vida falta algo, pero no llego a concretar que es. Tampoco dejo que mi mente divague sobre ello, tiene una cierta tendencia aperderse en vericuetos inversímiles y a perderse en un mar de dudas, miedos y cosas raras. Solo quiero mirar sin ver, que es como cerrar los ojos y sentir que respiras, que tu cuerpo cumple todas sus funciones físicas, pero tu mente la has dejada en una especie de relajación forzada. El tiempo pasa. La luz del sol se ha apagado. La noche comienza hacerse reina del momento. Da lo mismo. No necesitas luz para hacer lo que estás haciendo, es decir, nada. Solo dejar que el tiempo pase. La mente sujeta, no vaya a liarla por querer irse por libre, ella solita.
El estómago me recuerda que hace un tiempo que anda parado. Vuelvo al presente, al ahora. El cielo oscuro, cuajado de estrellas, me recuerda otros momentos, otras conversaciones, algunas mantenidas cuando el sol brillaba en lo alto. Creo es la palabra la que me atrae esos recuerdos. Siento frío y me abrazo a mi misma. No tengo a nadie que lo haga. Aunque no quiero admitirlo, eso es una de las cosas de las que faltan en mi vida. En tiempos tenía gente a quien abrazar. No estoy muy segura si esa misma gente me abrazaba a mí. Siento que dí, pero que no recibí en la misma medida. Ahora eso ya no importa. El pasado son esos jirones de vida que forman los recuerdos, que por cierto, no son como esa realidad pasada fue en verdad. Dicen que los manipulamos. Seguro que sí.
Me levanto del escalón donde llevo sentada ya un largo tiempo. Noto las articulaciones entumecidas. Es noche cerrada y se oye algún grillo en la lejanía. Estamos al final del verano, las noches empiezan a ser frescas. Entro en la casa y la oscuridad me recibe. Solo estamos ella y yo. Me abraza y me estremezco. No me gusta esa oscuridad. Busco a tientas el interruptor de la luz y un haz cálido envuelve la habitación. Cierro la puerta y me dispongo a realizar las tareas cotidianas. Me preparo una frugal cena. Después encenderé el ordenador y me conectaré a las redes sociales para "cotillear" un poco lo que ocurre por el mundo. No me gustan los noticiarios, no me gustan como tratan lo más negativo sin resaltar nada lo poco o mucho de positivo que seguro, hay por  el mundo. Después, cuando desconecte, como todos los días, quizá sea un poco más consciente de la soledad que me envuelve. Miro el teléfono movil. No hay mensajes, ni llamadas no atendidas. No hay movimiento. Descuelgo el auricular del aparato que tengo encima de la mesa. El mensaje del contestador es el de todos los días: " No tiene mensajes". No hay nada.
El tiempo pasa, pero la soledad, la eterna soledad, se queda.


jueves, 28 de agosto de 2014

ENTRE EL CORAZON Y LA RAZON

Lo sabías, te lo estaba diciendo y ni caso. Anda que no te mostré veces, todas las señales que tú no has querido ver. Cabezón, que eres un cabezón, buscas con los ojos cerrados y crees que los cactus son flores aromáticas. Estuviste ahí, al pie del cañón. Le hiciste la vida fácil. Pintaste en su rostro esa sonrisa que te gustaba. Vigilaste las noches que no podía dormir y cantaste nanas de sueños y fantasías para que cerrara los ojos y durmiera. Tú de vez en cuando soltabas una lagrimita, pero pronto se pasaba el dolor y seguías.
Día tras día, hora tras hora, esperabas esas migajas que te reconfortaran. Siempre esperando migajas. Te conformas con poco y ni eso te dan. Pero tu sigues.
Te decía: " venga, ya suelta todo, ponte las tiritas y deja que cicatrice" Te puedo asegurar que estaba y estoy convencida de que llegaría eso que tanto anhelas. Deja ya de correr detrás de los sueños, de las fantasías, de ese mundo que te has fabricado a medida.
Sal, corre, vive, pero estate tranquilo, deja que la marabunda de los sentimientos pase y entonces sales. Sí ya sé que tú así no sabes vivir, pero conviene aunque solo sea por preservar tu integridad y tu salud. Qué loco, que manera de correr tras el infortunio por unas migajas de cariño. No merece la pena. Hazme caso, sé de lo que te hablo. A mí no me hieren, lo ves?. Soy fría y objetiva. Donde no se gana, no se está. Qué consigues con entregarte a quién no te quiere, no te merece. Huye, huye de todo eso y estarás a salvo. Muerto, puede ser, pero a salvo.
Pobre corazón, hazle caso a la razón

SON LAS CINCO DE LA TARDE

Son las cinco de la tarde. Las cinco. Pero no era una tarde como esa de Federico García Lorca, no. Era una tarde de verano, el calor del asfalto se sumaba al calor propio de la estación. En ese lado de la acera del paseo, los edificios aportaban la sombra necesaria para que pareciese menor el calor. Esas cosas que nos empeñamos en sentir, cuando no son realidad, porque la realidad nos agobia, como ese calor precisamente.
Las terrazas de las cafeterías estaban desiertas todavía. En pleno mes de agosto, a las cinco de la tarde, el paseo era una vena o una arteria donde la sangre no fluía. Cerca del paso para cruzar al otro lado, en un banco cuatro personas, cada uno ensimismados en sus propios pensamiento dejan pasar las horas. Poco a poco se va viendo más movimiento. En el banco siguen en sus mundos, alguno levanta la cabeza y mira la gente que empieza a pasear, a salir, valiente ante el calor del ambiente y el asfalto. Nadie se preocupa del de al lado. Compañeros de banco, pero no de vida. En una de los lados, la figura de una mujer vestida rigurosamente de negro. Vestido negro, medias negras, zapatos negros. El pelo blanco, en contraste, ondulado, como si el tiempo se hubiera detenido y perteneciese a otra década, a otro momento. Abrazada al bolso como si quisiera proteger su más preciado tesoro, sus cosas más intimas, sus recuerdos. En las manos una revista de esas donde se nos muestran vidas perfectas, cuerpos perfectos, casas perfectas, sonrisas perfectas. Tan perfecto todo que en el fondo sabemos que es una mentira, una perfecta mentira. Desde la hoja abierta, la sonrisa perfecta de la famosa de turno, al lado de su última conquista, haciéndonos creer que la vida es eso, dinero, papel cuché, sonrisas falsas, perfección falsa. Ella no lo ve. La cabeza ladeada casi tocando el hombro. Los ojos cerrados, la boca relajada en una especie de mueca que quiere parecer un comienzo de sonrisa. Envuelta en un sueño que no se sabe que duración pueda tener, cinco minutos, quizá diez o veinte o quién sabe, tal vez la eternidad.
Nadie se percata. Sus compañeros de banco siguen a lo suyo, en su mundo, de vez en cuando levantan la vista y miran. La gente pasa. Son las cinco de la tarde, de una tarde de verano, en un paseo cualquiera de una ciudad cualquiera. Ella duerme. Yo, la miro.

miércoles, 27 de agosto de 2014

CALLES

Me gustan las calles de fachadas multicolores. El contraste de las paredes con las ventanas. De las paredes entre ellas. De las ventanas consigo mismas.
Azules cerúleos, rosas chicle, amarillo limón, verde intenso, blanco inmaculado. Colores. Colores que dan a la calle una alegría que contagia, aunque en su interior las casas escondan tragedias, soledad, dolor y alguna risa de tarde en tarde.
Calles empinadas con esquinas inverosímiles, sin ruidos estridentes ni ajenos. Calles humanizadas donde la vida pasa con pasos cortos y se detiene a respirarse así misma.
Calles donde una pareja de enamorados cogidos de la mano se miran a los ojos en adelanto de lo que después vendrá.
Calles donde los niños juegan y corren y se oyen sus voces eclipsando el silencio. Calles donde los viejos se asoman a la ventana y miran, tal vez, pensando en otros tiempos, a esa pareja de enamorados que caminan lentamente, calle arriba, mirándose a los ojos.
Me gustan las casas cuyas fachadas dan su color a esa calle que cada día recupero un ratito para mí sola y paseo entre el murmullo del azul, del rosa, del blanco, del verde.....de la vida.

miércoles, 30 de julio de 2014

UN PUNTO INDEFINIDO

Llevo ya un tiempo mirándote sin que te des cuenta de ello. Tu mirada está fija y perdida en un punto infinito. Me temo que tus pensamientos andan sueltos y que no estás en este momento junto a mí. Un penike por tus pensamientos. Sé que aunque te lo pregunte no me dirás la verdad, o por lo menos, toda la verdad. En esa sonrisa perenne que tiene tu cara, en la risa franca y espontánea que a veces suelta, en esa mirada soñadora cuando estás presente de cuerpo y espíritu, se encierra la mujer que jamás deja ver del todo su interior.
Te conozco, ¿hace cuantos años? Creo que van ya por los veinte si no son más. Hemos tenido horas de charla, hemos abierto nuestros corazones, nos hemos dicho lo que nunca diremos a nadie más, parecemos almas gemelas y sin embargo sé que en tu interior guardas cosas que nunca dirás. Son tuyas, exclusivamente tuyas. Por eso ahora, estás perdida en un punto infinito. No niego ni curiosidad por saber qué estás pensando, qué estás reviviendo o qué estás viviendo en sueños.
- Debe ser muy interesante lo que miras, sin ver, porque hace un rato que te hablo y te miro y no tengo a nadie enfrente. Ehy!!! ¿Me estás oyendo?
Vuelves al presente, a esta realidad que sé muy bien que no te gusta. De echo estamos en un café en el otro extremo de la ciudad. Querías huir, pero no muy lejos. Te pregunto por lo que piensas, si es que puedo saberlo. Me sonríes y me acaricias la mano. Intuyo que no me lo vas a decir. ¿Qué miedos te corroen ahora el alma? Tú eras la que me decías siempre que los problemas no existían. Ahora de repente estás inmersa en un mundo lleno de ellos. ¿ o no?
Miro el reloj, llevamos aquí sentadas dos horas, consumido tres cafés en diferentes formatos y a la charla inicial se ha unido un silencio total. Lo respeto. Sabes que respeto como eres y tus momentos. Es una de las reglas que existen entre las dos. Ninguna la ha nombrado, ni la ha escrito, pero sabemos que está y que es la base de nuestra amistad. También sé que tú respetas mis momentos, mis risas, mis miedos, mis lloros, mis pataletas.
De repente, fijas tu mirada en mí y me sonríes. No sé por qué un escalofrío recorre mi espalda. Vuelvo a intuir que algo estás tramando y que no sé que es. Me acaricias nuevamente la mano y me das las gracias por estar a tu lado. ¿Qué otra cosa podía hacer? Dejas un billete encima de la mesa, al estilo de película americana, sé que sobra y la propina es suculenta, pero no digo nada y te sigo. Estás tan callada y me da tanto miedo ese silencio.
Abres el coche y me indicas que suba. ¿Ya te has cansado de huir? Enciendes las luces y lo pones en marcha. Siempre te digo que se hace al contrario, pero a ti eso, te da lo mismo. Cogemos la calle principal y por el destino marcado sé que volvemos a casa. Lo sabía. No eres capaz de huir del todo. Lo tuyo es paciencia. Espera en lo que sucederá, si algo sucede. Eres de las que creen en el destino. Te es más cómodo. Me dejas en la puerta de mi casa. Te lo agradezco, a esas horas de la noche no me agrada ir andando sola. No es que crea que me vaya a pasar nada, pero no me gusta. Me despido de ti con un beso en la mejilla, como siempre, y un  "hasta mañana, que descanses".
Algo me ronda en la cabeza. No has arrancado inmediatamente. Al principio pensé que era para esperar a que entrara en el portal, pero un ligero nudo en el estómago me alerta.
Entro en mi casa, silencio. Se han debido de acostar ya todos. Dejo el bolso y me quito los zapatos. Los tacones me matan los pies. Cojo el teléfono y marco tu número. Nadie atiende la llamada. Voy a donde he dejado el bolso y cojo mi móvil. Te llamo. Apagado o fuera de cobertura. Siento miedo. Me quedo mirando al teléfono como si él pudiera darme la respuesta. No, la respuesta está ahí, delante de mí. Ahora lo entiendo. Te has ido. Me has dejado en casa. Fin de la historia. Ahora comienzas una nueva. ¿Dónde? No lo sé, o sí. En ese punto indefinido que mirabas esta tarde.

domingo, 20 de julio de 2014

ME GUSTARÍA VIVIR ASÍ

Me gustaría vivir así. En una casa frente a un mar sereno, con luces tenues en la noche, rodeada de amigos y de la familia que me quiere de verdad y me entiende. Una casa situada en el alto de la calle, con ventanales amplios por donde entre la luz a raudales, terraza amplia, casi como otra casa y tiempo.....tiempo para disfrutar de ella, de su entorno, de tí, de nosotros, de vosotros.
Me gustaría vivir así. Levantarme cada mañana con la tranquilidad y la seguridad que da el saber que lo que hay a tu alrededor te acepta y así mismo, lo aceptas. Levantarme con una sonrisa en los labios y el corazón confiado. Perder de vista las malas caras, las ironías, lo negativo. El miedo a hablar, el miedo a sentir, el miedo a huir.
Me gustaría vivir así,
en la realidad del día a día.
Un café por la mañana,
un beso,
una ducha sin prisas.
La confianza de una caricia,
el quehacer de la mañana,
un reencuentro al mediodía.
El momento de la siesta
con el mar en armonía,
cobijada por la sombra,
acunada por la brisa.
Después a la media tarde,
el encuentro con la risa,
el agua que nos abraza
la calma del momento
revuelta de besos.
La luces ya se encienden,
llega la magia nocturna,
la casa se va llenando
de voces, música, risa y llanto,
llanto suave de vidas nuevas
que enternecen el alma.
Noche que termina el día,
día que termina la vida.
y así me gustaría vivirla.
Dicen que los sueños, se pueden hacer realidad, pero también sé que en el fondo los sueños, siempre terminan en sueños, porque en el día a día real ,hay tantas cosas por las que batallar, que al final si algo se soñó, cuando por casualidad quiso convertirse en realidad, terminó siendo una burda réplica de lo soñado.
Así que cierro los ojos, e imagino una vida, esa vida feliz que todo ser humano anhela y siento como poco a poco mi mente se escapa de mi cuerpo y recorre cada estancia, cada rincón, oye cada risa, siente cada caricia, cada beso, el calor del sol, el rumor del viento........
Me gustaría vivir así.......


miércoles, 9 de julio de 2014

YA TE LO ADVERTI

Te advertí que no era buena idea esa de volver al lugar del crimen. Nunca es buena idea volver a ningún lado donde solo vamos a encontrar, muerte, tristes recuerdos, humillaciones y violencia.
Te has empeñado y aquí estamos. Miras todo como si lo vieras por primera vez. Aún están las manchas de sangre en la cortina. No sé si las has visto, porque no haces más que ir de un lado para otro, Abres y cierras las puertas como si con eso fueras a cambiar el escenario. Ha pasado el tiempo y todo sigue igual. ¿Qué esperabas? Nadie ha vuelto por aquí. Y yo tampoco lo hubiera hecho si no te hubieras empeñado tú.
Se ha quedado extrañada la vecina cuando ha oído la llave en la puerta y ha abierto la suya para husmear, creo que ha pensado que eras un fantasma porque ha cerrado la puerta sin temor a que nos diéramos cuenta, por el portazo que ha dado.
¡No!, esa puerta no la abras. Detengo tu mano y lo impido. Tal vez esa sea la habitación más dolorosa.
Te vuelvo a mirar detenidamente y te pido por enésima vez que nos vayamos. Nada va a conseguir que el tiempo vaya hacia atrás. Que lo que sucedió esa noche no suceda. Pero eres terca, siempre lo has sido y no me queda más que aceptar que tú quieres mirar una y mil veces ese lugar. Suspiro y me hago a un lado. De momento sé que en esa habitación no vas a entrar, pero en el fondo también sé que al final lo harás.
Con manos temblorosas coges un marco de fotos que tiene el cristal roto. Las imágenes de la fotografía te llevan a otros momentos más felices. Sé que estás pensando. Hace tiempo que no veías esa foto. En concreto hace justamente hoy quince años que no la ves. Las caritas sonrientes de dos niños te devuelven la tuya, perdida y estrangulada por lo que sucedió, y de nuevo veo ese amago de sonrisa que te caldea el corazón. Lo estás pasando mal y yo eso ni he sabido, ni puedo evitarlo. Los estrechas contra tu corazón, como lo hacías antes y veo como tus ojos se llenan de lágrimas. Vas a conseguir que llore yo también.
Al final me doy por vencida.
Las emociones afloran y ya no puedo resistir más la tensión. Todo te habla de tus hijos, de los momentos felices que pasabais cuando él no estaba con vosotros, del miedo al oír las llaves en la puerta, cuando volvía a casa ya avanzada la noche. Los gritos, los golpes, el corazón desbocado por no saber en qué terminará esta vez la borrachera. Suspiras aliviada, arrinconada protegiendo a tus pequeños que han buscado tu refugio asustados por los gritos, cuando él se tiraba encima de la cama y vestido y calzado se quedaba dormido. Todo había pasado. Tranquilos, vamos a dormir, está cansado. Y salias de la habitación con los brazos magullados por los golpes. Acostabas otra vez a los niños y te ibas a la cocina a llorar tu desesperación, tu cobardía.
Ese día, llegó pronto y raramente sobrio. El corazón te dio un vuelco cuando entró en la cocina y acercándose a ti por la espalda, te entregó un ramo de flores. No sabías que hacer. ¿Qué estaba haciendo?, ¿Creía que con eso borraba todos los momentos anteriores?. Te volviste y dejaste las flores encima de la mesa. Los niños entraron alborotando en la cocina. Se volvió y les gritó que se fueran, que os dejaran solos. Siempre molestando. Tú seguías mirando fijamente la escena como si no estuvieras ahí, como si no fueras protagonista. Cogiste un cuchillo y lo escondiste a tu espalda. Los niños atemorizados se fueron a esconder como siempre en el cuarto de baño. Era la única habitación que tenía seguro. Ël se volvió y con una sonrisa irónica y ladina en los labios, se acercó a tí con la intención de cogerte por la cintura para besarte. No le diste tiempo, con un movimiento certero y con toda la fuerza que fuiste capaz se lo clavaste en el estómago. La sangre comenzó a manar y tambaleándose fue al salón, sentía como la vida se le iba yendo mientras tú sin pestañear lo mirabas fijamente. Se agarró a las cortinas y poco a poco, deslizándose, cayó al suelo.
Cogiste a tus hijos y saliste de casa como si nada hubiera pasado. Todo quedó como lo ves ahora.
El juez te acusó de asesinato. Veinte años de cárcel. Perdiste a tus hijos. Fue la peor parte de la condena.
Vuelvo a decírtelo, vayámonos. Aquí ya nada hay de lo que una vez pudo haber. Pones la mano en el pomo de la puerta y al final la abres. La infancia de tus hijos está ahí retenida y de golpe, quince años de ausencia, quince años de dolor, de adormecer los recuerdos y la mente, desaparecen para hacerte ver la realidad. Ya no están. La familia de su padre se los llevó. Al final consiguió arrebatártelos. Nuevamente las lágrimas nublan tus ojos. No puedo más. Te espero en la escalera mientras me fumo un cigarrillo.
El tiempo pasa y no sale ningún ruido de la casa. Extrañada vuelvo a entrar. La habitación está vacía, la ventana abierta y ni rastro de tí. El ruido de las sirenas me hacen ver lo que no quiero ver. Me asomo. Tu cuerpo ha quedado en la calle de una forma extraña. Te cubren con una sábana mientras llega la ambulancia. Los policías mantienen alejados a los curiosos.
Ya te lo dije, no era buena idea volver al lugar del crimen.

MEDIA VIDA

Miro, sin ver, el horizonte perdido. Siempre dije que no me gustaba el mar y sin embargo estoy frente a él intentando entender lo que la vida se lleva y me trae.
Vuelves a mi memoria una y otra vez, aunque tengo que reconocer que cada vez se espacia más el momento de tu recuerdo, aún así eres persistente. Hace media vida que no estás a mi lado. Una vida que comenzamos juntos con la idea de compartirla, con sus altibajos, con sus momentos rosas, grises o rojos de la pasión y el destino se empeñó en llevarte a los seis años del comienzo de esa aventura que nos tenía ensimismados con nosotros mismos.
Todavía conservo el último frasco de tu colonia. Recuerdo que un año para tu cumpleaños quise cambiarla y tu te opusiste. Siempre habías llevado la misma y te sentías identificado con ella. No lograba entender muy bien esa idea, para mí, un tanto cerril. Al final terminé aceptando y cada año para tu cumpleaños te regalaba un frasco. Era lo que te solía durar. Ahora no puedo imaginarte con otro aroma. Cada noche echo unas gotas en mi almohada para sentir que estás a mi lado. Bueno, la verdad es que llevo ya un tiempo que no lo hago.
Media vida esperándote. Un día te fuiste, saliste como de costumbre y no regresaste. Todavía espero una llamada que nunca se hizo. No estás muerto, pero tampoco vivo. Simplemente no estás. Al comienzo la desolación, la incomprensión fueron tan grandes que afectaron a mi salud, pero todo, con el tiempo se suaviza y tu ausencia también. Nada nos unía, más que nuestro recíproco amor. Nada nos unía, más que la ilusión de habernos hallado. Nada nos unía, más que nuestro deseo de besarnos y tenernos mutuamente. Nada nos unía y por eso no hizo falta burocracia alguna para separarnos y separar lo que habíamos compartido. Guardé tus pertenencias, por si alguna vez, me eran reclamadas. Nadie lo hizo.
 Así comenzó una vida que nunca fue vivida porque, siempre fue soñada, hubo pocas realidades y para poderla sobrellevar utilice sucedáneos como el de tu aroma cada noche a mi lado. Ahora, la vida se compadece de mi y me muestra el camino del amor real, del contacto físico, sentido, me muestra de nuevo las ganas de vivir y de reír.  Hace un tiempo que ya no necesito las gotitas de tu colonia en la almohada. Otro perfume te sustituye. Otros sueños, otras ilusiones.
Por eso, aquí, frente al mar que no me gustaba, acepto en estos momentos postreros de mi madurez los besos y las caricias que me fueron arrebatados y que estuve esperando durante media vida.
Tardaste en volver, amor mío, pero ya estás aquí. Noto que algo ha cambiado, tu aroma no es el mismo. Tendré que cambiar el perfume para tu cumpleaños o quizá cambie de regalo. No quiero repetir aquello que viví entonces, aunque.... Qué más da, al final, la vida vuelve a vibrar.

martes, 1 de julio de 2014

ERASE UNA VEZ.

Erase una vez......
Erase una vez, una niña de corta edad, cabello rizado y una sonrisa en su pequeña boquita como solo las niñas de su edad tienen.
Una niña con  todo un mundo por descubrir, con la confianza de tener a su lado a quienes la guiarían en su descubrimiento. Un puerto seguro donde recabar cuando los vientos fueran desfavorables. Pronto pudo descubrir que los vientos son desfavorables muy a menudo.
La niña creció, siguió riendo, más veces llorando y los días fueron pasando entre realidades y sueños. Poco a poco, en su vida, el sueño tomó la posición de la realidad y empezó a vivir en su propio mundo. Un mundo paralelo donde ella era la protagonista de todo. Un mundo donde sus ilusiones se hacían realidad casi antes de pensarlas. Un mundo perfecto donde las carencias, de la clase que fueran, no existían.
Casi sin darse cuenta y entre risas y lágrimas, entre aciertos y errores, entre valentías y miedos, se fue convirtiendo en una linda jovencita. Ella pensaba que en un patito feo. Seguía viviendo en su mundo irreal de los sueños y eso la ayudaba a evitar los zarpazos que la vida le iba dando. Por el día vivía y reía. Por la noche, lloraba, lloraba y las propias lágrimas le cantaban la nana con la que al final, rendida, se dormía.
Los días pasaban, los años y esa tierna niña del comienzo se convirtió en una mujer, suave y delicada, en un sueño de azabache y algodón dulce. Se enamoró como solo ella podía hacerlo. Se enamoró del amor, pero no supo reconocerlo y le puso caras, caras diferentes que no llegaban a satisfacerla y ella fiel en su cuerpo, cambiaba en su mente y en su corazón buscando quién pudiera personificar eso que ella sentía. Siguió, mientras tanto, viviendo y riendo de día, llorando de noche.
Los años pasaron y fueron dejando su impronta. El destino puso en su camino los maestros necesarios para ir aprendiendo y ella fue creciendo en espíritu a la vez que iba menguando en el físico, pero en una cosa no cambiaba, seguía riendo y viviendo de día y llorando de noche. Parecía que sus lágrimas eran fabricadas durante las horas diurnas para salir a raudales al esconderse el sol.
Pero como toda en la vida, algo cambió en ella y entonces el mundo de los sueños que la había protegido se rompió y apareció la dura realidad, el sufrimiento, la soledad, el miedo y ahí estaba ella sin saber muy bien qué hacer en esta vida que tenía delante, detrás y a los costados. Suspiró y siguió hacia adelante, dejó que pasaran las horas y los días y todo lo iba solventando sin esfuerzo, o, eso parecía, porque en su vida si había un cambio sustancial y era que vivía y lloraba de día. En la noche moría.
Lástima que en este cuento inacabado, no haya un príncipe salvador, ni hadas, ni magos, ni buenos, ni malos.
Solamente una niña de rizos color azabache que se equivocó desde el comienzo y vivió una vida que no existía.
Cuando se quiso dar cuenta se abrió una puerta y salió sin decir adiós.
Colorín, colorado, este cuento......no ha acabado.

domingo, 29 de junio de 2014

ESA MÚSICA Y TÚ

No sé por qué me empeño en poner cada cierto tiempo este disco. Es como si quisiera volver a sentir la magia, la ilusión que sentí esa noche mientras sonaba ésta música y tu voz. Tu voz, grave, profunda, hablando me en susurros cuando querías hacerme estremecer.
La noche estrellada, el silencio solo roto por el cri-cri de los grillos y la suave brisa que entraba por la ventana refrescando el ambiente.
Tus palabras, tu ternura, tu pasión a veces, tu manera de hacerme reír aún a costa de mi misma. Todo quedó grabado en mis recuerdos al son del disco intimista que puse de fondo mientras hablábamos.
En ésta otra noche estrellada, pero con diferente escenario, la música me hace revivir ese momento, preludio de instantes inolvidables, vividos con toda la fuerza que dan los deseos cumplidos.
Hace unos años que ya no estás a mi lado y todavía cuando oigo éstas notas y cierro los ojos puedo sentir no ya tu voz envolviéndome, también el aroma de madera y anís mezclado en el olor del tabaco. Tu aroma. Nunca me gustó el olor del tabaco, pero en ti era diferente, complementaba a los otros aromas.
Como te extraño, como me duele el corazón, todavía es capaz de desordenar sus latidos cuando pienso en ti
Se ha terminado el disco. No me había percatado. Los recuerdos se diluyen, el corazón retoma su ritmo. Te pierdo de nuevo. Abro los ojos y todo parece irreal. Siento fresco, cierro la ventana y apago el aparato de música. Qué manera más tonta de sufrir recordando los momentos de dicha que vivimos juntos y que no sé muy bien por qué, perdí tan pronto.
Recojo el disco y lo coloco debajo de todos los discos. En el fondo, da lo mismo. Sé que no tardaré en volverlo a escuchar. Necesito revivirte para seguir viviendo.

sábado, 28 de junio de 2014

SOLO POR HOY

Por hoy no quiero más noticias negativas.
Solo por hoy no quiero saber quién atenta contra la sociedad, quién maneja hilos a su antojo aunque con ello ahogue a los demás. 
Solo por hoy,y en mi minúsculo mundo, las guerras y la violencia no existiran. 
Solo por hoy el sol luce fuerte, alto con fuerza, solo por hoy la música más repetida es el canto de los pájaros. 
Solo por hoy el corazón es liviano y se abre sin miedo. 
Solo por hoy, sentiré el calor de tus caricias y el sabor de tus besos
Solo por hoy, reiré por tonterías y por las mismas podré llorar
Solo por hoy, la vida sonreirá a todos y yo seré su hacedora
Solo por hoy me permito sin reticencias ni estridencias, ser feliz. 
Solo por hoy.

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

-Me apetece abrazarte
- Haz lo.- dices tú
Y yo me quedo con la sensación frustrante que da la distancia, impidiendo dar forma real a nuestros deseos.
- El hilo rojo sigue ahí, solo hace falta seguirlo. Ya lo sabes.
- A veces creo que se enreda en vericuetos extraños y empieza a dar vueltas. Es un hilo muy largo.
Sí, es largo, pero nos tiene unidos. Con un mar por en medio, pero unidos. Con una vida de distancia, pero unidos.

En los silencios te escucho. Tú duermes y sueñas. Yo vigilo, como un faro en el cabo asesino de la costa. Tenso el hilo para que notes que al otro extremo sigo estando. Cuido de ti y dejo que te alejes y que te acerques, como las olas a la orilla de la playa.
No sé quién eres y sin embargo presiento que te conozco de toda una vida, de otras vidas, de otros momentos, de otros mundos.
Tengo en mi memoria el tacto suave de tu piel que no he podido tocar. En mis labios la impronta de los tuyos y un deseo insatisfecho que quema en dulce condena.
¿Qué tiempos hemos vivido?. ¿Qué dejamos pendiente en esos otros momentos que nos obliga, sin saberlo, a volver una y otra vez?.
- Quiero besarte
- Haz lo .- Me dices
Y yo cierro los ojos, sin notar la distancia que nos separa, y me fundo en ti mientras en la lejanía se oyen los ecos de la música que el Universo nos brinda solamente para nosotros. Estamos juntos. Siempre lo estuvimos, pese a todo lo que nos separa.

¿ Somos realidad o solo un sueño? No lo sé. Quiza todo pueda ser un sueño de una noche de verano.

jueves, 26 de junio de 2014

UN MOMENTO DECISIVO.

Lo sabías. Lo sabías y no querías engañarme. Cogiste la puerta y la cerraste tras de ti sin decir nada. No sospeché que sería la última vez que te viera con vida. Tú que habías encontrado nuevamente la vida.
Cuando sonó el teléfono estaba en la ducha. No lo cogí. Pensé, como hago casi siempre, que serían los comerciales de a saber que empresa intentado convencerme de algo que no me interesaba en absoluto, y seguí con mi ritual para alejar ese malestar que me había dejado en el alma nuestra última discusión. Cada vez eran más frecuentes. Cada vez eran más lacerantes, más dañinas, más destructivas.
Volvió a sonar nuevamente el teléfono. Esta vez sí lo atendí, desganada, como por obligación. La voz me salió sin fuerza, neutra. Quería demostrar a quién estaba al otro lado del hilo telefónico que lo que me iba a decir no me interesaba para nada. Cuando anunció de donde era la llamada y quién me llamaba mi cara pasó al blanco níveo en décimas de segundos y un nudo nefasto se instaló en la boca del estómago. Me costaba respirar según me iban hablando. Mi mente intentó registrar todos los datos.
- Sí, soy yo. ¿Donde ha sido?, ¿Y ahora?. Sí, claro. Tomo nota. ¿Está vivo?. Ya, claro, no lo sabe. Gracias. Gracias,por todo.
Oí el sonido de la llamada cortada. El sonido intermitente se colaba hasta mi cerebro, pero no era consciente. Me quedé con el teléfono pegado a la oreja. El bolígrafo que había empleado para anotar la dirección del hospital cayó de mis manos al dejar de hacer presión en él. Un mundo de imágenes pasaron por mi mente. Imágenes y palabras en un desconcierto total. Quería llorar, pero el sock había secado el canal de las lágrimas.
El sonido de las llaves en la cerradura de la puerta me devolvió al presente. Volví la cara hacia la puerta y entonces un mar de diminutas lágrimas empezó a surgir de mis ojos. Me levanté y lo abrace con fuerza. Otra experiencia más. Otro momento de la vida. Todo empezaba a ponerse en movimiento. Mi cabeza también.
Con la tranquilidad que pude, le puse en antecedentes. Transmití aquello que me habían transmitido a mí.
- Un golpe seco, se le cruzó un coche. Sí, mal herido. No han querido decirme más. Posiblemente esté muerto. Habrá que ir al hospital. Tengo sueño. No te preocupes, todo saldrá bien. La vida seguirá.

jueves, 12 de junio de 2014

ELVINA Y LA TORMENTA

El sol calentaba desde primeras horas de la mañana. El verano tardío había llegado trás unos días de fuertes tormentas. Las montañas estaban impregnadas de una nubes bajas, de vapor, que habían quedado colgadas en las ramas altas de los abetos. Según pasaran las horas desaparecerían.
Elvina, se levantó de la cama con indolencia, había pasado mala noche, últimamente casi todas las noches eran malas, los pensamientos se hacían dueños de su mente en el silencio nocturno. Como todos los días, se asomo a la ventana y miro el paisaje. Hacía tres años que había decidido irse a vivir al pueblo. Decía que no era una huida, pero en el fondo sabía perfectamente que sí lo era y que no iba a servir para nada, huir de uno mismo es muy difícil.
Como cada mañana, desayunó con calma, adecentó un poco la casa y se arregló para bajar abrir la pequeña tienda en la que vendía artículos artesanales confeccionados por ella misma, la abría todos los días de la semana, todas las semanas del mes, todos los meses del año. Bueno todos, no. Se guardaba para sí misma un mes, siempre el mismo mes. Un mes en el que, como los osos, invernaba y casi desaparecía de la vida social de esa pequeña comunidad. El mes en el que ponía su vida en orden.
La puerta de la pequeña tienda chirrió al empujarla para abrirla. El olor de la madera, mezclado con el de las varitas de incienso que le gustaba encender y el de los artículos expuestos la recibió con la cotidianidad de todos los días. Quitó las sobre ventanas de madera y el sol inundó el local con la calidez de los rayos veraniegos. No tardarían en entrar los primeros clientes. Encendió el aparato de música y los sonidos de las flautas llenaron el espacio. A su madurez había cambiado el mundo sofisticado de la ciudad por ese otro más natural y más acorde consigo misma.
En un lateral del local estaba la entrada a su pequeño taller, una cortina confeccionada con restos de telas de vivos colores y dibujos protegían la intimidad del habitáculo creador. Elvina, abrió el pequeño ventanuco para que el aire exterior limpiara el ambiente y se dispuso a terminar lo que el día anterior había dejado sin acabar. En esos momentos, su mente, siempre dispuesta a ir por libre, le permitía  centrarse en los pequeños objetos que ahora estaba confeccionando y que vendería como objetos de regalo, caprichos que los que entraban a su tienda adquirían bien para ellos mismos o para aquellos con los que querían tener un detalle.
A media mañana, las campanillas dispuestas en la puerta la alertaron de que alguien había entrado, con disimulo miró hacia la tienda a través de la cortina, era mejor dejar que miraran tranquilamente los objetos expuestos. No vio a nadie y se extrañó, quizá se arrepintieron y salieron antes de mirar. Salió a la tienda y miro a su alrededor, nada parecía diferente y sin embargo sintió una sensación rara, como si alguien la estuviera mirando, no era peligro lo que percibía, más bien todo lo contrario, pero eso no impidió que un escalofrío recorriera su espalda. Sera  mejor olvidar el incidente- pensó. Volvió a mirar la tienda y cuando iba a entrar al pequeño taller, una imagen familiar, reflejada en un espejo envejecido, colgado en la pared la dejó paralizada. Los recuerdos se agolparon en su mente y retrocedió siete años. Años de incertidumbre, de dudas, de preguntas sin respuestas, de sueños rotos, de ilusiones dejadas junto a un grupo de cartas amarillentas y fotos de rosas rojas. Miró instintivamente la pulsera de cristal de roca y azabache que colgaba de su muñeca y la acarició levemente. Se volvió y sus miradas se encontraron, silenciosas como ellos, el tiempo detenido en un mágico segundo. Sólo el latir de los corazones, acelerados por la sorpresa y los recuerdos parecían marcar el instante. Una voz infantil rompió el momento.
- Papa, te estamos esperando. ¿ Vas a comprar algo?
Definir la escena es difícil si no se ha amado hasta el delirio y se ha llorado hasta la extenuación. La magia se rompió, él miro al niño que lo tomaba de la mano y sin decir nada salió de la tienda. No era necesario comprar nada, sabía perfectamente que era el dueño de lo más preciado de todo lo que en el local había. El corazón de Elvina volvió a sangrar por una antigua cicatriz que creía ya cicatrizada.
El sol, había desaparecido tapado por un grupo de algodonosas nubes. En la lejanía se podían ver unos relámpagos que no tardarían en llegar con la nueva tormenta. Otra vez la tormenta. Otra vez las lágrimas mezcladas con el dolor de lo perdido. Otra vez seguir viviendo. Y, ¿ahora, qué?.
Elvina, bajo la mirada y dejo que las lágrimas asomaran a sus ojos. Entró en el pequeño taller y siguió con lo que había dejado empezado cuando sonaron las campanillas. El día ya no era el mismo de hace unos minutos. Un trueno rompió el silencio y un nuevo relámpago iluminó el espacio. Elvina dejó que la tormenta se apoderada de ella y de sus recuerdos.


martes, 27 de mayo de 2014

UNA TARDE CUALQUIERA

La tarde tenía ya esos colores rojos y anaranjados del sol en su despedida. Se asomó a la terraza para observar algo, nada definido, solo algo que llamara su atención, que sacara por unos momentos el deseo de lo distinto, de la sorpresa, eso que haría su vida menos anodina. Hora tras hora el tiempo pasaba casi sin rozarla. Realmente el tiempo pasaba sin más. Miró a su alrededor las plantas verdes brillantes por el agua caída en la tormenta, fijó su vista en el horizonte y de nuevo a sus plantas. Quitó hojas secas y se mojo los pies con el agua embalsada en el suelo. El desagüe no funcionaba bien, tendría que revisarlo. Se apoyo en la balaustrada de piedra y aspiro el suave aroma de la tierra empapada, la tarde había refrescado y sin embargo no sintió frio, sólo soledad, aburrimiento, hastío. Se perdió en los colores del cielo, en las sombras que poco a poco iban desapareciendo y escucho a lo lejos el sonido de un saxo ensayando. La música la fue envolviendo a ella y a sus recuerdos y de pronto noto frío en los brazos y los froto con energía para sentir un poco de calor.
Dicen que no podríamos vivir sin música. Es posible. El suave sonido del instrumento la transportó a otros lugares mucho más lejanos, a otro tiempo donde reír era fácil, y por unos instantes recordó imágenes y sensaciones que creía olvidadas. Ese aroma a maderas, anís y tabaco y entonces, sólo entonces, se dió cuenta de todo lo que había tenido, de todo lo que había perdido y de que la tarde había desaparecido dando paso a la noche de la misma manera que ella dejo todo atrás, sin darse cuenta.
Ahora la noche y ella eran una. Eran soledad. Eran recuerdo en la mente de nadie.

miércoles, 21 de mayo de 2014

SENTIMIENTOS Y DESPEDIDAS

Y sigo a vueltas con la vida......
Es tan compleja que da para hablar un día, y otro, y otro e incluso, otro más.
Esta vez mi pensamiento va para aquellos seres que nos acompañan, unos durante mucho tiempo, otros un poco menos, algunos casi parece que no dejan ni huella pero en conjunto todos nos aportan algo, todos mueven en nosotros sentimientos diversos, cariño, amor, odio, indiferencia, ternura, lealtad, amistad, compañía, rechazo...... y todos van granito a granito formando a quienes vamos siendo desde nuestra más tierna infancia hasta la hora de decir el definitivo adiós.
Algunos son seres humanos, como tú y como yo, casi idénticos y a la vez completamente diferentes. Pero hoy me voy a centrar esos seres que nos acompañan y que no hablan un idioma formado por palabras, que no siguen esas estrictas reglas sociales, aunque lo intentemos nosotros, que muchas veces son la vía de escape de nuestras frustraciones y que aguantan estoicamente un maltrato inmerecido. También es verdad que son los menos y que hemos aprendido a quererlos y a respetarlos como seres vivos que son, capaces de amar hasta dar la vida, leales hasta el final y en cuyos ojos se puede ver la transparencia de un corazón que sin ser humano es capaz de amar sin condiciones.
Seguro que ya sabéis a quién me estoy refiriendo. Pues sí, a ellos, a nuestras mascotas, a los independientes gatitos y a los leales perros que en algún momento de nuestra vida nos han acompañado, o nos acompañan en este camino que recorremos sin mucho sentido y algo perdidos.
Hace un tiempo, un hermoso y joven ejemplar de pastor alemán entró a formar parte, de alguna manera, de mi familia. Lo primero que hacía no más vernos era ponerse erguida (era una linda perrita) y saludarnos como sólo los perros saben hacer. Iba y venía como una loca dando vueltas alrededor nuestra y en algunos momentos llegó a peligrar nuestro equilibrio del énfasis que ponía en demostrar su alegría y sus ganas de jugar. Lo que más me gustaba a mi,eran sus ojos, como dos botones negros, brillantes, transmitiendo una calided, una lealtad, un cariño que sólo ellos y los seres inocentes saben mostrar.
Fue pasando el tiempo. La familia creció con nuevos miembros a los que ella admitió sin dudar y puso en su lista privada de seres a defender hasta el grado máximo. Le gustaban las caricias y los mimos. Que le rascaras la panza, para lo que se ponía tripa arriba y se dejaba querer. Te dejaba en los piés sus "juguetes" para que los lanzaras e ir a buscarlos o sencillamente intentaras quitárselos. También hizo algunas "trastadas" inocentes, a duras penas dejaba que las plantas crecieran en los maceteros colocados al abrigo del viento, porque ese lugar era su preferido para reposar tranquilamente.o aprovechaba un descuido para salir a explorar los alrededores de la casa, y  a sí, con el día a día se fue formando una convivencia donde ya era difícil pensar que ella dejara de formar parte.
Pero como seres vivos que somos, tenemos un comienzo y, tristemente, un final, además de que estoy plenamente convencida de que también tienen un destino y un camino que recorrer y llegó el final de ese camino, y nos dejó. Sencillamente se volvió una estrella más en el firmamento y nos dejó un hueco difícil de llenar. Ya no oímos sus ladridos de bienvenida, ni "sufrimos" sus lametones de saludo y aunque halla gente insensible que piense que los animales, son eso, animales y que no merecen nuestro dolor, nosotros la echamos de menos y todavía esperamos verla amanecer ladrando y con su paso vacilante por la edad y por su corpulencia.
Te convertiste en estrella, como antes lo hizo mi linda gatita, pero siempre estaréis con nosotros, como lo están todos aquellos que abandonaron el camino dejándonos su cariño y su recuerdo.
La próxima vez que en una noche estrellada mire al cielo, si me ves despistada y no te encuentro, envíame un ladrido. Hasta entonces.

(P.D. En recuerdo a Rufa y a Boti)


domingo, 18 de mayo de 2014

REFLEXIONES DE UN MINUTO

Me gusta pararme y mirar el paisaje con detenimiento. Me da igual si es naturaleza, o la ciudad. Esta última depara sorpresas que nos pasan desapercibidas en el día a día cotidiano.. Cuando voy en el coche en esa hora en que las luces de las habitaciones empiezan a encenderse y paro en un semáforo me gusta mirar, no por curiosidad, y atisbar las lámparas encendidas, e imaginar la vida de sus moradores que seguro, no tiene nada que ver con la realidad. Son segundos de mini-historias humanas que se tejen en mi cabeza.
Lo mismo ocurre con los edificios. Observarlos. Fijarme en su decoración, si son antiguos, o en las terrazas profundas y acristaladas o entoldadas de los más actuales.
El último que observé durante breves minutos fue un edificio de primeros del siglo pasado. Sus balcones con balaustradas de `piedra tallada, un cierto barroquismo exento de funcionalidad pero que decora primorosamente la fachada. La puerta de gran altura, forma cuadrada, imponente y....tapiada. Lamentablemente la casa estaba vacía y preparada para su demolición. Tal vez la situación económica que estamos atravesando había impedido dicha acción.
Me quedé mirando cada balcón, los cristales atravesados por maderos en forma de equis, la fachada sucia, gris con algunas manchas verdosas, producidas por la humedad e imaginé la vida de sus habitantes. Imaginé escenas cotidianas, sueños hechos realidad y otros rotos, desencantos, felicidad, risas, lágrimas, esperanzas de momentos por vivir. Lucha diaria y trabajosa para poder conseguir la propiedad de ese trocito donde sentirse el amo y el capitán de una existencia donde el día a día proporcionara los deseos cumplidos, y después con la muerte el final de esa lucha pasando el testigo a los siguientes, si los había.
En este momento todo había terminado. El edificio mostraba el lado amargo, el abandono, la suciedad, el declive y la propia muerte a manos de unas mazas que lo derribarían para renacer, como Ave Fenix, en otro edificio más moderno y funcional. Enseñaba sin pudor alguno la argamasa de sus paredes, el desconchado de la pintura, los cristales rotos. En el fondo sentí pena. Pena por la lucha de sus moradores, pena por esas vidas que habían terminado y habían dejado la soledad anclada a esas paredes. Pena, porque en ese edificio veía claramente representada la vida en todos sus aspectos y ahora llegaba el final. El declive. La muerte. El final.

viernes, 16 de mayo de 2014

PUNTO DE PARTIDA

Esta sensación que siento en estos momentos, no es la primera vez que atenaza mi garganta y fluye en mi cabeza, es más, empieza a ser recurrente en el día a día de mi existencia, y es que el sentimiento de que hay situaciones, oportunidades, vivencias en mi vida, que han llegado ,pero tarde, o yo me he dado cuenta de su existencia demasiado tarde ,está ahí flotando y emerge cuando menos lo espero. En la vida todo tiene su tiempo, su momento y si pasa ya no es lo mismo. La vida no es la misma, es otra. Y en ocasiones con diferencia.
Creo que empece a darme cuenta de que llegaba tarde a los pocos días de nacer. ( Sí, no me mires de esa forma, la extrañeza no puede formar parte de tu sorpresa, ¿crees que de pequeños somos tontos?, no te engañes, somos pequeños, nada más.) Tal vez, no debí nacer en el sitio que lo hice, pero, si tenemos en cuenta que según dicen, en el tiempo en que yo era una simple alma unida a la raíz del universo, elegí a mis padres para hacer acto de presencia en este mundo loco, difícil podía ser que naciera en otro sitio que donde ellos estaban, pero quién sabe, igual lo que no debí hacer es nacer, pero tampoco recuerdo si fui yo quién eligió el hecho del propio nacimiento. Pero lo hice, y como debe ser, "apechugué" con la decisión sin mirar atrás. (Como hacen los niños, se actúa y después uno sufre las consecuencias, buenas o malas)
Llegué tarde a mi preparación intelectual y personal. Y eso que mis padres me llevaron al colegio a la tierna edad de tres años (En esa época, lo normal y obligatorio era a partir de los seis años)La precocidad en la entrada al mundo escolar no influyó para nada en que tuviera claro en mi adolescencia que rumbo quería para mi vida,( ni siquiera sabía que a la vida tenía que darle un rumbo) Vivía la vida día a día, sin importarme para nada lo que la sociedad iba a pedirme unos años más tarde. Cuando supe y quise darle el rumbo deseado, había pasado ya más de la mitad de mi vida. Demasiado tarde.
Llegué tarde a darme cuenta de lo que era el amor, y las clases de amor que hay , teniendo en cuenta que todo se encierra en uno solo. Dejé de decir "te quiero" y cuando me dí cuenta ya era tarde, algunos a quienes quise de verdad, se habían ido ya, se habían diluido en el tiempo, entre la vida y la muerte o sencillamente la vida las cambió de lugar. Cuando aprendí a decir lo que sentía, deje de sentir.
Llegué tarde a tantas cosas que creo hubiese sido mejor empezar la vida al revés, por el final.
El caso es, que la vida me ha premiado con tantas cosas buenas que no he sabido bien qué hacer con ellas, algunas las he dejado olvidadas en el recuerdo difuminado de un pasado que parece una historia ajena, otras no he sabido sacarles todo el sabor y la luz que tenían, otras están ahí y sin embrago no he sabido valorarlas. Aún así, habría cosas que volvería a vivir mil veces y sé que para llegar a ellas, también tendría que volver a vivir algunas de las situaciones en las que siento me he equivocado, por lo que entre unas y otras llegaría a este momento, escribiendo estas mismas palabras y volvería a empezar el ciclo otra vez. Volvería al punto de partida y es que la vida es eso, un ciclo donde la realidad y lo deseado o querido está siempre en un circulo cerrado donde el fin es el comienzo y viceversa.

miércoles, 7 de mayo de 2014

NO TENGO NADA QUE PONERME

¡¡¡ No tengo nada que ponerme.. !!!!...gritó la página en blanco.......
Y se vistió de primavera, salió a la plaza y se sentó en un banco. Vio volar a los pájaros y aspiró el perfume de las flores. Sintió el amor de una pareja besándose en la sombra de un árbol, los rayos del sol calentaron las fibras de su ser, hasta que una nube lo ocultó.
Sintió la humedad de una gota de lluvia y luego otra, y otra......, se sentía feliz pero no se dio cuenta de que el agua de la lluvia empezaba a empaparla y a emborronar su vestido de primavera. Tuvo que volver a casa a vestirse de nuevo.....
¡¡¡ No tengo nada que ponerme !!!!..........


lunes, 10 de marzo de 2014

Sonido para meditación

ME DA MIEDO

Me da miedo, ésta sociedad me da miedo.
Me da miedo la gente fanática, en lo que sea. La gente que es incapaz de ver en el rostro ajeno, en el dolor ajeno su propio dolor, su propio rostro.
Me dan miedo los dirigentes con afán desmedido de poder, el pánico de la explosión en el momento en que no hay espacio para saltar en mil pedazos.
Me da miedo el futuro, porque no entendí el pasado y el presente no tiene sentido.
Me da miedo lo irracional, me da miedo el sentimiento muerto cubierto con sábana de fantasma.



UN RAYO DE SOL O LA PRIMAVERA

Sentir el calor del sol, ese sol de primeros de marzo, después de días y días de frío y lluvia te hace sentir como si volvieras a casa. Vuelves a la seguridad, a la alegría, vuelves a sentir que todo lo que te rodea es nuevo, renacido. De repente te das cuenta de las llenas en las ramas de los árboles desnudos. El verde del trigo que empieza a mecerse por la suave brisa que acompaña a la mañana. Las primeras flores de los frutales.
Y entonces lo único que necesitas es sentir junto a ti a quién, con solamente tomarte de la mano, hace que se te erice hasta la punta el último pelo de tu cuerpo, la sonrisa ,la mirada inocente y pícara de tu hijo, tu sobrino o tu nieto, que más da.
Sientes que la vida es amable y te da lo mismo de donde eres, no importa, catalán, andaluz, belga o ruso, eso no tiene ninguna importancia. Te sientes, vivo, la tierra te acoge y el sol calienta tu cuerpo, tu espíritu, tu sonrisa. No tienes que luchar, sólo dejarte llevar, respirar y sonreír. Todo es fácil, hasta ese problema que, sólo hace unos días, parecía que iba a ser el final de tus días.
Es ese el efecto de un rayo de sol, o quizá sea que la primavera está al caer y ya se empieza a sentir. Sólo sé que me siento pletórica de energía, que me encanta la vida que renace y sobre todo, salir de la madriguera del invierno.
Tal vez era eso lo que sentía que sentía, la necesidad de un rayo de sol.
O será de la primavera?

viernes, 28 de febrero de 2014

AIRES A CONTRACORRIENTE

Escribo de tarde en tarde en tarde. La verdad es que las letras se me resisten, tengo tanto que decir, que sólo el silencio es capaz de decirlo por completo.

El mundo está cabeza abajo, revuelto, encrespado, sin valores. Todo aquello que hace unas décadas servía como faro y guía, hoy es decadente y lo hemos perdido. La realidad es que el ser humano se ha perdido. Esa sociedad de consumo, de usar y tirar. Ese yo quiero, aunque no pueda. Ese, usted no se preocupe, que ya lo devolverá. Ese vivir cara a la galería, ser lo que se aparenta, pero no lo que se es. Todo eso y algo más nos está pasando factura. Factura que nos convierte en seres sin puerto a donde ir. Seres que buscan, pero no saben el qué.
Si nos fijamos en las redes sociales, espejo de nuestra sociedad, veremos como pululan frasecitas, dichos y fotos pidiendo sonrisas, felicidad, buenos consejos de psicólogos caseros. Encontrar camino, quererse a uno mismo, escuchar como te dicen que si quieres puedes, que soñar es el comienzo de algo que puede darte la chispa de la vida, y es que esa chispa ya no es una botella de refresco.
Todo anda revuelto, metido en el huracán que arrastra a este planeta y a sus habitantes, porque perdido el norte, hemos conseguido perder el resto de los puntos cardinales y las revueltas políticas y sociales saltan por doquier. Ya nada tiene el sentido encaminado.

Eso, el mundo que yo siento a mi alrededor, pero mi mundo particular no difiere mucho de ese otro mundo exterior. LLegada a la madurez, me encuentro con una vida que no llena, porque está vacía, por más que intente hacerla interesante, por más que la viva a contrareloj. Aunque doy fe de que mi guerra contra las horas la tengo perdida, porque ya no presento batalla. Sentirse marioneta , por más que quiera ser dueña de mi vida, es algo que dificilmente puedes aceptar. Unos dicen que la culpa la tiene la educación recibida, otros que no he aprendido a decir "no".......Cada cual te dice la suya. Psicólogos y terapeutas de andar por casa. Quieren arreglar tu vida, cuando no son capaces de arreglar la suya. Es lo que se lleva de moda en estos momentos. Coachs de sonrissa permanente, porque eso sí, la sonrisa es necesaria para triunfar en la vida, porque la mayor meta es: "TRIUNFAR" , y para eso hay que ir dejando papelitos colgados en todas las superficies de la casa, que nos recuerden que somos seres felices y tenemos derecho a la felicidad, aunque sea a costa de los otros, porque nos queremos y vamos desafiando al mundo.¡¡¡ Por favor!!!!. Mercachifles de la vida.
A la vida, hay que agarrarla de los cuernos, o del culo, o de donde se quiera y se deje, pero agarrarla y supongo que intentar vivir en día a día según te venga, porque si algo he aprendido es que las cosas te llegan sin que tú hagas mucho por que suceda. Las buenas y las malas.
La estabilidad se ha perdido, en lo económico, en lo sentimental. Lo que era válido hace una decena de años, ya no es válido para hora. Las necesidades no son las mismas. Y sientes como las cadenas del pasado te atan el presente. Al futuro ya, ni lo miras.
El mundo cambia, está loco y yo no estoy más cuerda que él. Ambos vamos cogidos de la mano buscando ese camino que nos sea más fácil de hacer, porque ya los años pesan y las subidas se nos hacen duras. Vamos deseando ya el llano, para encarrilar y llegar a la meta.
Lo de no presentar batalla al tiempo, me parece que es más real de lo que imagino.
Voy replegando velas para habitar mi interior, porque el exterior no me gusta. Este momento del planeta, este momento de mi vida, no me gusta. Demasiados aires a contracorriente.