UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

miércoles, 30 de julio de 2014

UN PUNTO INDEFINIDO

Llevo ya un tiempo mirándote sin que te des cuenta de ello. Tu mirada está fija y perdida en un punto infinito. Me temo que tus pensamientos andan sueltos y que no estás en este momento junto a mí. Un penike por tus pensamientos. Sé que aunque te lo pregunte no me dirás la verdad, o por lo menos, toda la verdad. En esa sonrisa perenne que tiene tu cara, en la risa franca y espontánea que a veces suelta, en esa mirada soñadora cuando estás presente de cuerpo y espíritu, se encierra la mujer que jamás deja ver del todo su interior.
Te conozco, ¿hace cuantos años? Creo que van ya por los veinte si no son más. Hemos tenido horas de charla, hemos abierto nuestros corazones, nos hemos dicho lo que nunca diremos a nadie más, parecemos almas gemelas y sin embargo sé que en tu interior guardas cosas que nunca dirás. Son tuyas, exclusivamente tuyas. Por eso ahora, estás perdida en un punto infinito. No niego ni curiosidad por saber qué estás pensando, qué estás reviviendo o qué estás viviendo en sueños.
- Debe ser muy interesante lo que miras, sin ver, porque hace un rato que te hablo y te miro y no tengo a nadie enfrente. Ehy!!! ¿Me estás oyendo?
Vuelves al presente, a esta realidad que sé muy bien que no te gusta. De echo estamos en un café en el otro extremo de la ciudad. Querías huir, pero no muy lejos. Te pregunto por lo que piensas, si es que puedo saberlo. Me sonríes y me acaricias la mano. Intuyo que no me lo vas a decir. ¿Qué miedos te corroen ahora el alma? Tú eras la que me decías siempre que los problemas no existían. Ahora de repente estás inmersa en un mundo lleno de ellos. ¿ o no?
Miro el reloj, llevamos aquí sentadas dos horas, consumido tres cafés en diferentes formatos y a la charla inicial se ha unido un silencio total. Lo respeto. Sabes que respeto como eres y tus momentos. Es una de las reglas que existen entre las dos. Ninguna la ha nombrado, ni la ha escrito, pero sabemos que está y que es la base de nuestra amistad. También sé que tú respetas mis momentos, mis risas, mis miedos, mis lloros, mis pataletas.
De repente, fijas tu mirada en mí y me sonríes. No sé por qué un escalofrío recorre mi espalda. Vuelvo a intuir que algo estás tramando y que no sé que es. Me acaricias nuevamente la mano y me das las gracias por estar a tu lado. ¿Qué otra cosa podía hacer? Dejas un billete encima de la mesa, al estilo de película americana, sé que sobra y la propina es suculenta, pero no digo nada y te sigo. Estás tan callada y me da tanto miedo ese silencio.
Abres el coche y me indicas que suba. ¿Ya te has cansado de huir? Enciendes las luces y lo pones en marcha. Siempre te digo que se hace al contrario, pero a ti eso, te da lo mismo. Cogemos la calle principal y por el destino marcado sé que volvemos a casa. Lo sabía. No eres capaz de huir del todo. Lo tuyo es paciencia. Espera en lo que sucederá, si algo sucede. Eres de las que creen en el destino. Te es más cómodo. Me dejas en la puerta de mi casa. Te lo agradezco, a esas horas de la noche no me agrada ir andando sola. No es que crea que me vaya a pasar nada, pero no me gusta. Me despido de ti con un beso en la mejilla, como siempre, y un  "hasta mañana, que descanses".
Algo me ronda en la cabeza. No has arrancado inmediatamente. Al principio pensé que era para esperar a que entrara en el portal, pero un ligero nudo en el estómago me alerta.
Entro en mi casa, silencio. Se han debido de acostar ya todos. Dejo el bolso y me quito los zapatos. Los tacones me matan los pies. Cojo el teléfono y marco tu número. Nadie atiende la llamada. Voy a donde he dejado el bolso y cojo mi móvil. Te llamo. Apagado o fuera de cobertura. Siento miedo. Me quedo mirando al teléfono como si él pudiera darme la respuesta. No, la respuesta está ahí, delante de mí. Ahora lo entiendo. Te has ido. Me has dejado en casa. Fin de la historia. Ahora comienzas una nueva. ¿Dónde? No lo sé, o sí. En ese punto indefinido que mirabas esta tarde.

domingo, 20 de julio de 2014

ME GUSTARÍA VIVIR ASÍ

Me gustaría vivir así. En una casa frente a un mar sereno, con luces tenues en la noche, rodeada de amigos y de la familia que me quiere de verdad y me entiende. Una casa situada en el alto de la calle, con ventanales amplios por donde entre la luz a raudales, terraza amplia, casi como otra casa y tiempo.....tiempo para disfrutar de ella, de su entorno, de tí, de nosotros, de vosotros.
Me gustaría vivir así. Levantarme cada mañana con la tranquilidad y la seguridad que da el saber que lo que hay a tu alrededor te acepta y así mismo, lo aceptas. Levantarme con una sonrisa en los labios y el corazón confiado. Perder de vista las malas caras, las ironías, lo negativo. El miedo a hablar, el miedo a sentir, el miedo a huir.
Me gustaría vivir así,
en la realidad del día a día.
Un café por la mañana,
un beso,
una ducha sin prisas.
La confianza de una caricia,
el quehacer de la mañana,
un reencuentro al mediodía.
El momento de la siesta
con el mar en armonía,
cobijada por la sombra,
acunada por la brisa.
Después a la media tarde,
el encuentro con la risa,
el agua que nos abraza
la calma del momento
revuelta de besos.
La luces ya se encienden,
llega la magia nocturna,
la casa se va llenando
de voces, música, risa y llanto,
llanto suave de vidas nuevas
que enternecen el alma.
Noche que termina el día,
día que termina la vida.
y así me gustaría vivirla.
Dicen que los sueños, se pueden hacer realidad, pero también sé que en el fondo los sueños, siempre terminan en sueños, porque en el día a día real ,hay tantas cosas por las que batallar, que al final si algo se soñó, cuando por casualidad quiso convertirse en realidad, terminó siendo una burda réplica de lo soñado.
Así que cierro los ojos, e imagino una vida, esa vida feliz que todo ser humano anhela y siento como poco a poco mi mente se escapa de mi cuerpo y recorre cada estancia, cada rincón, oye cada risa, siente cada caricia, cada beso, el calor del sol, el rumor del viento........
Me gustaría vivir así.......


miércoles, 9 de julio de 2014

YA TE LO ADVERTI

Te advertí que no era buena idea esa de volver al lugar del crimen. Nunca es buena idea volver a ningún lado donde solo vamos a encontrar, muerte, tristes recuerdos, humillaciones y violencia.
Te has empeñado y aquí estamos. Miras todo como si lo vieras por primera vez. Aún están las manchas de sangre en la cortina. No sé si las has visto, porque no haces más que ir de un lado para otro, Abres y cierras las puertas como si con eso fueras a cambiar el escenario. Ha pasado el tiempo y todo sigue igual. ¿Qué esperabas? Nadie ha vuelto por aquí. Y yo tampoco lo hubiera hecho si no te hubieras empeñado tú.
Se ha quedado extrañada la vecina cuando ha oído la llave en la puerta y ha abierto la suya para husmear, creo que ha pensado que eras un fantasma porque ha cerrado la puerta sin temor a que nos diéramos cuenta, por el portazo que ha dado.
¡No!, esa puerta no la abras. Detengo tu mano y lo impido. Tal vez esa sea la habitación más dolorosa.
Te vuelvo a mirar detenidamente y te pido por enésima vez que nos vayamos. Nada va a conseguir que el tiempo vaya hacia atrás. Que lo que sucedió esa noche no suceda. Pero eres terca, siempre lo has sido y no me queda más que aceptar que tú quieres mirar una y mil veces ese lugar. Suspiro y me hago a un lado. De momento sé que en esa habitación no vas a entrar, pero en el fondo también sé que al final lo harás.
Con manos temblorosas coges un marco de fotos que tiene el cristal roto. Las imágenes de la fotografía te llevan a otros momentos más felices. Sé que estás pensando. Hace tiempo que no veías esa foto. En concreto hace justamente hoy quince años que no la ves. Las caritas sonrientes de dos niños te devuelven la tuya, perdida y estrangulada por lo que sucedió, y de nuevo veo ese amago de sonrisa que te caldea el corazón. Lo estás pasando mal y yo eso ni he sabido, ni puedo evitarlo. Los estrechas contra tu corazón, como lo hacías antes y veo como tus ojos se llenan de lágrimas. Vas a conseguir que llore yo también.
Al final me doy por vencida.
Las emociones afloran y ya no puedo resistir más la tensión. Todo te habla de tus hijos, de los momentos felices que pasabais cuando él no estaba con vosotros, del miedo al oír las llaves en la puerta, cuando volvía a casa ya avanzada la noche. Los gritos, los golpes, el corazón desbocado por no saber en qué terminará esta vez la borrachera. Suspiras aliviada, arrinconada protegiendo a tus pequeños que han buscado tu refugio asustados por los gritos, cuando él se tiraba encima de la cama y vestido y calzado se quedaba dormido. Todo había pasado. Tranquilos, vamos a dormir, está cansado. Y salias de la habitación con los brazos magullados por los golpes. Acostabas otra vez a los niños y te ibas a la cocina a llorar tu desesperación, tu cobardía.
Ese día, llegó pronto y raramente sobrio. El corazón te dio un vuelco cuando entró en la cocina y acercándose a ti por la espalda, te entregó un ramo de flores. No sabías que hacer. ¿Qué estaba haciendo?, ¿Creía que con eso borraba todos los momentos anteriores?. Te volviste y dejaste las flores encima de la mesa. Los niños entraron alborotando en la cocina. Se volvió y les gritó que se fueran, que os dejaran solos. Siempre molestando. Tú seguías mirando fijamente la escena como si no estuvieras ahí, como si no fueras protagonista. Cogiste un cuchillo y lo escondiste a tu espalda. Los niños atemorizados se fueron a esconder como siempre en el cuarto de baño. Era la única habitación que tenía seguro. Ël se volvió y con una sonrisa irónica y ladina en los labios, se acercó a tí con la intención de cogerte por la cintura para besarte. No le diste tiempo, con un movimiento certero y con toda la fuerza que fuiste capaz se lo clavaste en el estómago. La sangre comenzó a manar y tambaleándose fue al salón, sentía como la vida se le iba yendo mientras tú sin pestañear lo mirabas fijamente. Se agarró a las cortinas y poco a poco, deslizándose, cayó al suelo.
Cogiste a tus hijos y saliste de casa como si nada hubiera pasado. Todo quedó como lo ves ahora.
El juez te acusó de asesinato. Veinte años de cárcel. Perdiste a tus hijos. Fue la peor parte de la condena.
Vuelvo a decírtelo, vayámonos. Aquí ya nada hay de lo que una vez pudo haber. Pones la mano en el pomo de la puerta y al final la abres. La infancia de tus hijos está ahí retenida y de golpe, quince años de ausencia, quince años de dolor, de adormecer los recuerdos y la mente, desaparecen para hacerte ver la realidad. Ya no están. La familia de su padre se los llevó. Al final consiguió arrebatártelos. Nuevamente las lágrimas nublan tus ojos. No puedo más. Te espero en la escalera mientras me fumo un cigarrillo.
El tiempo pasa y no sale ningún ruido de la casa. Extrañada vuelvo a entrar. La habitación está vacía, la ventana abierta y ni rastro de tí. El ruido de las sirenas me hacen ver lo que no quiero ver. Me asomo. Tu cuerpo ha quedado en la calle de una forma extraña. Te cubren con una sábana mientras llega la ambulancia. Los policías mantienen alejados a los curiosos.
Ya te lo dije, no era buena idea volver al lugar del crimen.

MEDIA VIDA

Miro, sin ver, el horizonte perdido. Siempre dije que no me gustaba el mar y sin embargo estoy frente a él intentando entender lo que la vida se lleva y me trae.
Vuelves a mi memoria una y otra vez, aunque tengo que reconocer que cada vez se espacia más el momento de tu recuerdo, aún así eres persistente. Hace media vida que no estás a mi lado. Una vida que comenzamos juntos con la idea de compartirla, con sus altibajos, con sus momentos rosas, grises o rojos de la pasión y el destino se empeñó en llevarte a los seis años del comienzo de esa aventura que nos tenía ensimismados con nosotros mismos.
Todavía conservo el último frasco de tu colonia. Recuerdo que un año para tu cumpleaños quise cambiarla y tu te opusiste. Siempre habías llevado la misma y te sentías identificado con ella. No lograba entender muy bien esa idea, para mí, un tanto cerril. Al final terminé aceptando y cada año para tu cumpleaños te regalaba un frasco. Era lo que te solía durar. Ahora no puedo imaginarte con otro aroma. Cada noche echo unas gotas en mi almohada para sentir que estás a mi lado. Bueno, la verdad es que llevo ya un tiempo que no lo hago.
Media vida esperándote. Un día te fuiste, saliste como de costumbre y no regresaste. Todavía espero una llamada que nunca se hizo. No estás muerto, pero tampoco vivo. Simplemente no estás. Al comienzo la desolación, la incomprensión fueron tan grandes que afectaron a mi salud, pero todo, con el tiempo se suaviza y tu ausencia también. Nada nos unía, más que nuestro recíproco amor. Nada nos unía, más que la ilusión de habernos hallado. Nada nos unía, más que nuestro deseo de besarnos y tenernos mutuamente. Nada nos unía y por eso no hizo falta burocracia alguna para separarnos y separar lo que habíamos compartido. Guardé tus pertenencias, por si alguna vez, me eran reclamadas. Nadie lo hizo.
 Así comenzó una vida que nunca fue vivida porque, siempre fue soñada, hubo pocas realidades y para poderla sobrellevar utilice sucedáneos como el de tu aroma cada noche a mi lado. Ahora, la vida se compadece de mi y me muestra el camino del amor real, del contacto físico, sentido, me muestra de nuevo las ganas de vivir y de reír.  Hace un tiempo que ya no necesito las gotitas de tu colonia en la almohada. Otro perfume te sustituye. Otros sueños, otras ilusiones.
Por eso, aquí, frente al mar que no me gustaba, acepto en estos momentos postreros de mi madurez los besos y las caricias que me fueron arrebatados y que estuve esperando durante media vida.
Tardaste en volver, amor mío, pero ya estás aquí. Noto que algo ha cambiado, tu aroma no es el mismo. Tendré que cambiar el perfume para tu cumpleaños o quizá cambie de regalo. No quiero repetir aquello que viví entonces, aunque.... Qué más da, al final, la vida vuelve a vibrar.

martes, 1 de julio de 2014

ERASE UNA VEZ.

Erase una vez......
Erase una vez, una niña de corta edad, cabello rizado y una sonrisa en su pequeña boquita como solo las niñas de su edad tienen.
Una niña con  todo un mundo por descubrir, con la confianza de tener a su lado a quienes la guiarían en su descubrimiento. Un puerto seguro donde recabar cuando los vientos fueran desfavorables. Pronto pudo descubrir que los vientos son desfavorables muy a menudo.
La niña creció, siguió riendo, más veces llorando y los días fueron pasando entre realidades y sueños. Poco a poco, en su vida, el sueño tomó la posición de la realidad y empezó a vivir en su propio mundo. Un mundo paralelo donde ella era la protagonista de todo. Un mundo donde sus ilusiones se hacían realidad casi antes de pensarlas. Un mundo perfecto donde las carencias, de la clase que fueran, no existían.
Casi sin darse cuenta y entre risas y lágrimas, entre aciertos y errores, entre valentías y miedos, se fue convirtiendo en una linda jovencita. Ella pensaba que en un patito feo. Seguía viviendo en su mundo irreal de los sueños y eso la ayudaba a evitar los zarpazos que la vida le iba dando. Por el día vivía y reía. Por la noche, lloraba, lloraba y las propias lágrimas le cantaban la nana con la que al final, rendida, se dormía.
Los días pasaban, los años y esa tierna niña del comienzo se convirtió en una mujer, suave y delicada, en un sueño de azabache y algodón dulce. Se enamoró como solo ella podía hacerlo. Se enamoró del amor, pero no supo reconocerlo y le puso caras, caras diferentes que no llegaban a satisfacerla y ella fiel en su cuerpo, cambiaba en su mente y en su corazón buscando quién pudiera personificar eso que ella sentía. Siguió, mientras tanto, viviendo y riendo de día, llorando de noche.
Los años pasaron y fueron dejando su impronta. El destino puso en su camino los maestros necesarios para ir aprendiendo y ella fue creciendo en espíritu a la vez que iba menguando en el físico, pero en una cosa no cambiaba, seguía riendo y viviendo de día y llorando de noche. Parecía que sus lágrimas eran fabricadas durante las horas diurnas para salir a raudales al esconderse el sol.
Pero como toda en la vida, algo cambió en ella y entonces el mundo de los sueños que la había protegido se rompió y apareció la dura realidad, el sufrimiento, la soledad, el miedo y ahí estaba ella sin saber muy bien qué hacer en esta vida que tenía delante, detrás y a los costados. Suspiró y siguió hacia adelante, dejó que pasaran las horas y los días y todo lo iba solventando sin esfuerzo, o, eso parecía, porque en su vida si había un cambio sustancial y era que vivía y lloraba de día. En la noche moría.
Lástima que en este cuento inacabado, no haya un príncipe salvador, ni hadas, ni magos, ni buenos, ni malos.
Solamente una niña de rizos color azabache que se equivocó desde el comienzo y vivió una vida que no existía.
Cuando se quiso dar cuenta se abrió una puerta y salió sin decir adiós.
Colorín, colorado, este cuento......no ha acabado.