UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

viernes, 20 de noviembre de 2015

UN MOMENTO EN LA GUERRA

Los miraba dormir, sus caritas relajadas, tranquilos; en la seguridad que ellos tenían al sentirlo cerca. No sabía cuánto tiempo duraría todo esto. Dejaron su casa y todo lo que hasta entonces había sido su vida, hace ya tres años. Abandonaron todo, menos la esperanza de que esta locura acabara pronto, pero la locura, la violencia y el miedo imperaban ahora las veinticuatro horas del día. Cada amanecer era un canto a ese Dios que se había vuelto sordo a las peticiones de que todo terminara ya. Una petición desde el fondo de su alma, para que sus hijos pudieran crecer en paz, lejos de esta barbarie. 
Los miró una vez más y acarició suavemente, con inmenso cariño el rostro de sus tres hijos. El más pequeño, había nacido el mismo día de las revueltas. Fueron a buscarlo a su lugar de trabajo, pero no estaba. Había ido a manifestarse en contra del presidente de su país. Eses hipócrita que les estaba quitando la dignidad y la libertad. Pobre ciego, ignorante y soñador; ¿qué tenía ahora?, ¿por qué había protestado tan airadamente?, ¿qué les diría a esos niños que creían, todavía en él?. Había conseguido mantener a su familia unida. Sus hijos y su mujer, dependían de él, de sus decisiones y él solo tenía miedo y dudas. Mucho miedo y muchas dudas. Hasta cuando este infierno de muerte.
El sol, dubitativo, empezaba a sacar sombras de la oscuridad nocturna. Otro día para contarlo, para luchar por una vida que se alejaba cada vez más. Unos golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos, y un dolor en el corazón, un nudo en el estómago lo dejaron sin respiración. Nuevos golpes, esta vez más fuertes, hicieron temblar los goznes de la puerta. Asustado, se levantó y miro los ojos llenos de miedo de su querida esposa. Eses día iba a ser diferente a otros. No se atrevió a decir nada. Despacio y con el alma asomándole por la boca, abrió la puerta. Frente a él cuatro hombres armados con sendos kalashnikov le apuntaron, encomiándolo a que lo acompañaran. 
Khaled presintió que este podía ser el último día en que viera a su familia y se volvió hacia ellos. En ese momento, una ráfaga de metralla atravesó su cuerpo. Su cuerpo y el de su esposa, que corrió hacia él al verlo caer, ensangrentado. Con el ruido y los gritos, los niños, salieron corriendo de la habitación. Una nueva ráfaga de metralla rompió el agónico silencio. Los niños cayeron a pocos metros de sus padres. Los cuatro hombres, escupieron en el suelo y se alejaron con el sentimiento del deber cumplido.
El silencio, envolvió la casa. Afuera el sol brillaba ahuyentando las sombras y dando color y calor al escenario. Un escenario de locura y muerte.
Para Khaled y Hala y sus tres pequeños , la guerra había terminado. La vida también.