UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

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mirando a la vida

lunes, 10 de junio de 2019

UNA INCONVENIENTE DESPEDIDA

                               PALABRAS DE UNA MADRE A SU HIJO

Y Dios dijo: Abandone el hombre a su padre y a su madre y coja a su mujer y forme con ella un hogar. Y el hombre así lo hizo.

Comprobé en mis carnes, lo que otras mujeres-madres sintieron en las suyas el día que mi hijo tomó las órdenes de Dios y tomando a su mujer formó un hogar con ella. Fue entonces cuando más claramente pasaron por mi mente las imágenes de mi hijo desde que nació, mis desvelos, mis preocupaciones, mis riñas, mis risas, mis lágrimas de felicidad, las veces que pasé las noches en vela preocupada por su salud, o por esos sueños inquietos y parlanchines. Las discusiones por la hora de llegar a casa, por el orden en tu habitación, por las notas del colegio. Las veces que me cogías por la espalda y me plantabas un beso en la mejilla. Nunca te dije lo mucho que te quería.

Sentí como, cogida de tu brazo y avanzando por la alfombra de la iglesia, en cada paso iba dejando trocitos de ese niño, de ese hijo que quiero hasta dolerme y te fui diciendo adiós, un adiós amargo, triste. Cuantas veces a esas lágrimas, por vergüenza, las tildamos de otras emociones más "convenientes".  No me embargaba más emoción que la tristeza. Las veces que me repetí, que de esto iba la vida. Que no eras mi hijo, si no el hijo de la vida y yo solamente el arco que, tensa la cuerda ,te dispara a tu destino.

En el día de nuestra despedida, lloré y no de alegría, bailé hasta la extenuación para ahogar el dolor que mi corazón sentía y vi como te alejabas para siempre. Dejaste de ser ese niño rubio, que en ocasiones confundieron en su época de bebe, con una niña. Dejaste de ser la criatura que miraba dormir y el corazón se me inundaba de amor y se esparcía por todos los poros de mi piel. Creciste, te enamoraste y te fui perdiendo.
El día de tu boda, te dije adiós. Sé que nadie aprobaría lo que te estoy diciendo y sin embargo la inmensa mayoría de las madres sé que me entenderán, aunque jamás lo reconocerán en público.

Se feliz. Porque tú te hagas feliz. Nadie, aunque no te lo creas, tiene tu felicidad en su mano. Pocas cosas  puedo darte ya, hijo mío. Lo que me queda, lo guardo para mí, en mis recuerdos y en mi corazón.
Hasta siempre, mi pequeño.

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