Hoy desde la habitación del hospital, miro con tristeza como se acerca la magia de esta Noche de San Juan, las hogueras, el rito del agua, y las flores, los deseos que queremos ver cumplidos y la purificación por el fuego de todo aquello que llevamos colgado a las espaldas y que es un lastre para nuestro camino en la vida.
Tengo muy claro de que es aquello que quiero que desaparezca y cierro los ojos para visualizar una gran hoguera que lo queme todo. Los miedos, los rencores, los desamores, las desilusiones junto con esos platos que quedaron en un rincón y que nunca se usan, esos papeles que ya nada dicen y que estan escondidos en ese cajón último de la comoda. Tiraré también las fotos que cuando las miro, la nostalgia hace brotar las lagrimas de mis ojos y con ellas esos recuerdos que me arañan el alma. Y a través del agua, clara y fresca, aromatizada con los petalos de las rosas blancas que he deshojado, pido al universo una energía nueva, capaz de vencer todo aquello que me impida avanzar, pido conocer esa alma gemela que sé que esta ahí, pero que no encuentro, pido saber reconocer que es lo verdaderamente importante y vital para no cargarme de trastos que con el tiempo tendré que tirar si quiero poder seguir adelante. Quiero esa tranquilidad que nos trasmite cada atardecer cuando lo observamos, sentados, en silencio con la cabeza apoyada en el pecho de la persona escogida y las manos unidas y también quiero en cada amanecer la esperanza del nuevo día. Poder ser capaz de amar sin reservas, de darme sin reservas, de servir sin reservas. Reir como un niño y disfrutar de las cosas sencillas y pequeñas.
Todo es posible cuando de magia hablamos y esta noche, es noche especial y mágica. Solsticio de verano. Algo nuevo renace dentro de cada uno. La magia se siente, mi alma la siente.
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