Hace mucho que el sol se escondió, mejor dicho, dejo de iluminar el cielo, porque realmente hoy las nubes le han impedido brillar. Los niños ya hace unas horas que duermen y el silencio invade la casa. Afuera, las luces navideñas dan algo de color a esta fría noche. Realmente yo también deberia de acostarme, el día ha sido duro desde que el despertador me sacó cruelmente de los brazos de Morfeo. La casa, los niños, el trabajo, solo ahora tengo unos minutos para mí, son mi remanso de soledad, de paz y el reencuentro conmigo misma. A estas horas de la noche o de comienzo del nuevo día, como más guste, es cuando puedo dejar abierta la puerta de mi mente y sacar de ella todo lo que he ido reteniendo durante la jornada. Quitarme el uniforme y la máscara y ser realmente yo, con mis ideas, mis sentimientos más intimos, mis anhelos y mis sueños. Puedo volcar en esta página todo aquello que quiero contar y que el trajin del día me lo impide. Puedo soñar con otras luces de navidad diferentes, con otros espacios que desconozco y por los que tengo curiosidad. Puedo escuchar la voz profunda del poeta, recitando esos versos que llegan al alma y la alimentan, o escuchar con los ojos cerrados esa música que ayuda al viaje de los sueños.
Pero los minutos pasan deprisa y la nueva jornada se acerca silenciosa con todos sus quehaceres. El cuerpo me pide descanso, y eso le voy a dar, pero antes solo unos minutos para mi, solo para mí. Vivir mi momento de hoy conscientemente, para poder cerrar la jornada que ya pertenece al pasado, mientras espero la del futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario