A REGAÑADIENTES CON LA VIDA

Hace unos días alguien me dijo que yo parecía estar  a regañadientes con la vida. Realmente no estoy a regañadientes con ella, si no con los seres humanos que les ha tocado vivir en la misma época que yo. Me explico, estoy a regañadientes con los políticos mercachifles y majaderos, además de amigos de lo que no les corresponde, que solo piensan en llenarse la pochaca junto con sus compinches y compadres, no vaya a ser que después no puedan seguir con el ritmo de vida verbenero que llevan mientras estan sentados en la poltrona del poder y eso que curándose en salud se colocan unos sueldos y unas jubilaciones que para si querrian todos los anciones que viven en la reisdencia geriátrica donde les ha tocado pasar sus últimos días. Y es que habría para todos y sobraría. Que nos meten con toda la desfachatez del mundo en una crisis que, según ellos, tardó en llegar a este santo país más que al resto del mundo, porque aquí resultaba que atábamos los perros con longanizas, cuando en el resto del mundo se comian los perros en longanizas, y que, como son más chulos que ninguno no solo nos metieron en la crisis mundial, resulta que son su afán de llenar sus bolsas vaciando las ajenas, nos capuzaron de cabeza en nuestra propia crisis, ya se sabe España es diferente. Crisis bancaria, crisis del ladrillo, crisis de la industria automovilística, crisis industrisl, crisis del turismo, crisis de la madre que los parió, que lo que van a conseguir es que a mí me dé una crisis personal. A mí y a la fila de españoles en paro.
Después estoy a regañadientes con los que conviven a mi lado y no saben lo que es el respeto por lo ajeno, ya que como a ellos no les cuesta un euro, (antes deciamos un duro) se permiten el lujo de deshacer todo aquello que con mis impuestos, nos coloca nuestro queridísimo ayuntamiento, para embellecer la ciudad, resguardarnos del cierzo que por estos lares sopla o para que los perros, tan simpáticos ellos y tan poco educados algunos de sus amos, tengan bolsitas para recoger los regalitos que nos dejan en cualquier sitio. Claro que sin importarles mucho, toman como objeto propicitario de su diversión todo aquello que les es ajeno, porque contra ellos no van nunca. Son vándalos, no tontos.
También ando un tanto a regañadientes con mis amigos, mis hijos o mi compañero, porque muchas veces me siento como si fuera una niña pequeña a la que hay que dirigir, educar, o sencillamente aconsejar, sin antes, haber pedido semejante despliegue de energías para salvarme de lo que piensan, es una equivocación por mi parte. Lo hacen de buena fé, lo reconozco y puedo agradecerlo, pero en muchas ocasiones me siento tan agobiada, que el solo hecho de que ese día salga nublado y mis energías esten bajas, me pone en el disparadero. Después está el hecho de que soy mujer trabajadora y ama de mi casa, ahi tenemos otro punto de fricción. ¿Quien demonios nos engañó con el cuento de la liberación femenina?, ¿es liberación veinticuatro horas de servicio?. Mientras intentas cuadrar cuentas o escribir cartas, ahora se escriben más emails, tienes en tu mente la imagen de tu hijo al que has dejado en el colegio con dolor de garganta y por consiguiente la petición de hora al pediatra, que está hasta las cejas de niños enfermos ese dia y amablemente te dicen que ya lo verá dos días más tarde. O la compra para la cena, el regalo para la suegra, por que su hijo, es decir tu santo esposo, no tiene tiempo de comprar o no sabe que regalarle, porque ya se sabe que de eso sabemos más las mujeres. O esa habitación que con esfuerzo has recogido a primera hora de la mañana y que cuando tú llegas está irreconocible, todo manga por hombro. En fín tanto tira la vida de mí, y de tí,  que sí le voy a dar la razón a quien me dijo que estaba a regañadientes con la vida. Por eso he pensado que mejor me voy a ir durante una semana a un monasterio budista que tengo aqui cerquita. Tal vez consiga hacer las paces conmigo misma y con la vida.