UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

lunes, 29 de noviembre de 2010

UNA CHIMENEA ENCENDIDA

La mañana ha amanecido muy fría, el jardín cubierto por un manto blanco de escarcha, que contrarresta con el verde del cesped y de los árboles que no han perdido sus hojas, el sol no puede hacer acto de presencia porque las nubes se lo impiden y el cielo está de un tono blanquecino que acentúa más aún la sensación de frío y desolación. Realmente no apetece mucho abandonar el calor tibio de las sábanas y comenzar las tareas diarias, pero el reloj, inmisericorde, me va recordando que el tiempo pasa y que no queda más remedio que abandonar ese refugio que hasta entonces he habitado, entre otras cosas porque al reloj se le une mi estómago que me recuerda que anda vacío y que necesita algo de alimento. Con esfuerzo me levanto y miro por la ventana. Un escalofrío recorre mi cuerpo e intento entrar en calor frotándome los brazos insistentemente, automáticamente recojo la bata que anoche dejé tirada en el suelo cuando me acosté y me la pongo para salir definitivamente de la habitación y comenzar el día con sus quehaceres cotidianos. Hoy no hay colegio, no hay trabajo, es festivo y todo se ralentiza. Una tibia calma se adueña de mí. Es lo bueno que tienen los días de fiesta, no hay necesidad de llegar a tiempo a nada, y en una mañana invernal como esta se agradece, el café se saborea más lentamente y hay tiempo para todo.
Recojo mi casa y ventilo las habitaciones, pero solo lo imprescindible, para que el calor no huya a mezclarse con el frío exterior. El cielo sigue blanquecino, parece que quiera nevar y este pensamiento me lleva a otro donde me veo en un salón con la chimenea encendida, arropada con una manta y un buen libro mientras saboreo un tazón de chocolate caliente. Esa imagen me hace soltar un suspiro y una suave sonrisa ilumina mis labios. Y ¿por qué no?, hoy es festivo, el cielo amenaza con llorar suaves y fríos copos de algodón y la chimenea está ahí, delante de mí, diciendome: estoy aquí, ¿por qué no me enciendes?.
Con prontitud, cierro las ventanas, activo la calefacción para que vaya subiendo un poco la temperatura que ha bajado de golpe al entrar el aire frío y empiezo apilar los leños en la chimenea, para que prendan con rapidez. En pocos minutos el fuego vivo y saltarin empieza a caldear la estancia, miro por la ventana y suaves copos blancos empiezan a caer. La sensación es placentera, tengo todo el día para mí y el fuego calienta también mi alma. En sí, no me gusta el invierno, pero este día invernal si que empieza a gustarme. Todo es cuestión de encontrarle el lado bueno al mal tiempo, como a todo en la vida.

1 comentario:

  1. Adela Leonor Carabelli28 de junio de 2014, 12:02

    Este texto tuyo se lee como agua....Besos.

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