UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

martes, 16 de noviembre de 2010

CAE LA TARDE, TERMINA EL DIA

Muchas veces pienso y siento que los días no tienen 24 horas, no señor, y en eso estoy ahora, cuando salgo a la calle y veo las luces encendidas, gente que va de un lado para otro, ya sin prisas, todavía, hace un par de meses a estas horas, quedaba media tarde por pasar. Ahora en el mes de noviembre las seis y media y ya parece que ha terminado el día, pero ¡ojo! solo lo parece, porque todavía quedan esas horas en las que las obligaciones laborales (quien tenga trabajo, claro está) han terminado, por lo menos las mías, y dedicas el tiempo a realizar la compra de todo lo que se ha terminado y hay que reponer con prestancia, o bien a por los encargos del pequeño, porque resulta que a su "seño" se le ha ocurrido hacer unas manualidades que le vendrán muy bien para su desarrolo psicomotriz, y ahi vas en ese tiempo "libre" a buscar las cosas más insospechadas para que tu niño se desarrolle en todos los ambitos, que por tí no quede, o te tomas la libertad de quedar con esos amigos@ que hace meses que no ves y ya va siendo hora de ponerse al día en eso que llamamos vida y acontecimientos, que muchas veces queda en conversaciones donde alardeamos de lo listos y los guapos que son nuestros niños o de esos maridos que nos han tocado en suerte y que parece ser que elegimos nosotras en su día o de la plaga de los alcornoques, que tanto nos dá. Y cuando llegas a casa, cansada, extenuada, todo el día fuera, peleando con el o la encargada, el o la jefa, y muchas veces con el teléfono, atendiendo llamadas que te quedas con la sensación de estar hablando con un besugo humanoide,  pareciendo supermujeres (me niego a decirlo en ingles), perfectas en el ámbito que nos movemos e intentando que no nos cogan en ningún fallo, resulta que como decía, llegas a casa y te encuentras ese dulce hogar, que parece todo menos dulce y desde luego mucho menos hogar, porque ahí es donde vas a terminar dando el do de pecho y las últimas energias que te quedan, eso sí, siempre como una sonrisa en tus labios y toda la comprensión del mundo, porque a esas horas en las que cae ya no la tarde, si no el día completo, todos estan muy cansados, irascibles, con sueño y con ganas de que los dejen en paz, porque el día ha sido duro, pero no todos están en esa situación, no, piensa un poco, alguien acaba de llegar a casa, con todas las energias del mundo, con unas ganas terribles de oir los problemas laborales de unos, los colegiales de otros, de evidentemente preparar una suculenta cena que repare tanto estropicio y esperar algunas "sorpresas" que siempre llegan añadidas. Ya sabes de ¿quien estoy hablando?, exacto, lo has acertado. TÚ acabas de llegar a ese dulce hogar, molida, cansada, con dolor de cabeza incluido, los pies hechos trizas, porque esos zapatos, tan monos, te matan y en vez de tirar uno para cada lado y lanzarte al sofá a que tus huesos y tus músculos se recompongan un poco, no, no señor, llegas saludas cariñosisimamente, le limpias los mocos al pequeño, miras si el mayor está estudiando, porque las matemáticas le van poco, pero la gramática menos y ya te dirijes a esa forma amorfa que se ha únido al sofá en perfecta simbiosis y lo miras, como duerme con la boca abierta mientras notas como cae la cerveza de la botella que todavía conserva en su mano y con la que dulcemente se ha quedado roncando. Y a tí te entran unas ganas tremendas de salir corriendo y no parar hasta haber pasado por Pirineos. En vez de eso, recoges la botella, pasas un paño por la cerveza derramada y de paso limpias las lágrimas que salen de tus ojos, porque es la única via de escape que tienes en ese momento para poder dar rienda suelta a todo el cansancio que llevas en tu vida.
Te metes en la cocina y suspiras, pensando que ya termina el día, otro día.

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