El ruido del despertador me aleja de ese mundo real, irreal o imaginario de los sueños. No solo mi mente sale, también mis músculos y mis huesos toman conciencia del movimiento. Me acerco a la ventana y apartando la cortina que la cubre miro curiosa al exterior. Todavía las luces estan encendidas y el nuevo día comienza dejando entrever un cielo que se anuncia plomizo, oscuro y pesado. Entonces siento que mi estado parece ir de la mano con ese cielo y miro nuevamente hacia la cama donde un revoltijo de sábanas me recuerda que hace unos minutos yo estaba ahí. Dejo caer suavemente la cortina sobre la ventana y me dirijo de nuevo hacia la cama, pero no, y me paro a medio camino, vuelvo a la ventana y miro nuevamente hacia la calle. En el horizonte se ve el sol que quiere ganar la batalla a las nubes. Yo también quiero ganar la batalla al nuevo día y entonces, sí, con la enérgia que me dan esos tímidos rayos de sol, comienzo a disfrutar del amanecer, porque como este, no tendré otro.
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