Siempre he creido que un espejo refleja fielmente aquello que se ve en su superficie, pero a duras penas me doy cuenta de que eso tampoco es verdad, como muchas de las cosas que doy por ciertas, porque así me lo han dicho desde niña y no me he molestado en cotejar si eso es verdad o simplemente son normas y creencias que pasan de una generación a otra. A la primera tal vez no le funcionó, pero es igual, se sigue repitiendo. Ahora en mi madurez pongo tantas cosas en duda que mi vida se ve abocada a un remolino de sensaciones extrañas, a una revolución personal que me produce un cierto desasosiego, pero también una especie de empuje hacia adelante que me permite comenzar cada mañana con energía para seguir con esa labor.
Me miro en el espejo y la persona que veo reflejada no soy yo, seguro. Ahí veo una mujer madura, cansada, con unas cicatrices en el alma que se le reflejan en la mirada . Sin embargo cuando dejo de mirarme el cansancio no lo noto, tengo un día nuevo, un día con ilusión ,porque siempre espero esa sorpresa que seguro me llega. Una mujer que se pone la sonrisa en el corazón, para que se refleje en el rostro y un ordenador central limpio de virus intoxicantes. ¿Por qué, entonces el espejo me devuelve ese reflejo contrario?. Tal vez porque en realidad no soy esa mujer con empuje, aunque como sí quiero serlo. El espejo me muestra quien soy y mi deseo de vivir, la mujer que quiero ser.
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