UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

domingo, 25 de noviembre de 2012

LA VIDA COMIENZA EN ESTE INSTANTE

Es bueno este ejercicio de desprenderte del pasado, siento como si poco a poco fuera dejando sitios vacíos y el aire fresco empezara a entrar moviendo las telarañas del ayer.
Tengo ya dos bolsas bien llenas de pasado, para tirarlas a la basura. Figuras de sitios que visité y que hacía ya mucho tiempo estaban durmiendo el sueño del olvido en un cajón, muchas de ellas ya no recordaba su existencia. Verlas me ha hecho volver hacia atrás en el tiempo, hacia un tiempo que creía olvidado pero que todavía estaba ahí.
Entradas a museos, me doy cuenta de la cantidad de museos que he visitado en mi vida. Me gustan los museos, ese sosiego de sus salas, ese observar, junto a lo expuesto, la reacción de quienes miramos. Me gusta observar a la gente, sus reacciones, sus comentarios. Adivinar algo de ellos sin que se den cuenta. Posiblemente me equivoque, pero me da igual. Es un juego para mi misma, nadie entra en él, salvo yo. Las bolsas se van llenando y yo también, justo de lo contrario. Ellas se llenan de cosas muertas, yo de espacio vivo.
Entre tantas cajas vacías, papeles tirados, armarios con huecos que muestran la deformidad de la madera por el peso de los recuerdos, me topo con los álbunes de fotos. Fotos en blanco y negro, en color, que por el tiempo o la mala calidad, van perdiendo el tono de los colores y el brillo. Las personas me miran, me sonríen. Los paisajes, unos conocidos, otros no tanto, me hacen rebuscar en las aguas de mi memoria. Algunas las miro y sin ninguna duda las rompo. No me duelen, no me cuentan nada. Ese tiempo fué fugaz, importante en el instante, pero nada más. Otras me cuesta más, infinitamente más. Forman parte de mi vida, de mis experiencias, de mis errores, de mis aciertos. Alegrías y tristezas se mezclan. Hacen que alguna lágrima brote de mis ojos. Estoy tan absorta en mirar y recordar, en acariciar el ajado papel, que no siento ni el entumecimiento de mis articulaciones por la forzada posición en la que me mantengo. Voy haciendo montoncitos, de algunas sé que no seré capaz de deshacerme, otras seguramente me costará pero lo haré. Esta que tengo ahora en mis manos es una de ellas. Está tomada en Venecia. Una Venecia nocturna, llena de sentimientos, llena de magia y hechizo.Recuerdo que eso sólo lo sentía yo, mi acompañante era un turista sin más. Me hechizó la ciudad por lo que provocaba en mí. La luz del sol rompió ese hechizo y me convertí, como los demás, en una turista más, que como mis acompañantes dejé que el deterioro y la suciedad se adueñara de mi vista. Mi Venecia mágica, había desaparecido para siempre. Miré la foto por última vez y la rompí. El dolor duró un instante, ese momento en que oyes el ruido del papel al rasgarse, nada más. A esa fotografía le siguieron muchas más, es curioso, en ellas aparecían las mismas personas siempre. En el fondo sabía que me estaba despidiendo de ellas, que ya nada nos vincularía en ese momento de vida compartida.
Miro el reloj, se ha pasado la tarde, ya las sombras se empiezan a adueñar del espacio. Me levanto como buenamente puedo. Mis huesos se niegan a hacer el esfuerzo, pero yo los obligo. Me estiro para desentumecer los músculos y enciendo la lámpara de lectura. Un exceso de luz me molesta. A mi alrededor hay varias cajas vacías,  las más deterioradas las tiraré a la basura, las otras las guardaré vacías en su sitio, dispuestas a guardas nuevos pedazos de mi vida.
Me cambio de ropa, preparo las bolsas para sacarlas y deshacerme de una vez de retazos de mi vida que sólo ocupan sitio y que impiden que otros nuevos puedan encontrar el lugar que les corresponde.
Afuera hace frío, me envuelvo en mi viejo abrigo, enrosco la bufanda de forma que me cubra desde los oídos y cojo como puedo todo de lo que me quiero desprender. Me siento bien, aliviada, tranquila.
La vida comienza en este nuevo instante.

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