UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

martes, 5 de febrero de 2013

DIECIOCHO AÑOS.

A fuera la noche es fría. El reloj marca la una de la madrugada, me despierto por esa necesidad imperiosa que sentimos las embarazadas de aliviar la vejiga, dado el peso que soporta por la vida que portamos en nuestro interior. Yo estoy para salir de cuentas, pero todavía quedan algunos días, pocos ya.
Al salir del baño, siento cómo un líquido tibio recorre mis piernas, nada puedo hacer yo para parar ese río que termina formando un charco a mis piés. Las lágrimas acuden a mis ojos y un temor me invade. No, todavía no, aún no estoy preparada psiquicamente para el momento. Mi hijo quiere venir al mundo y a mí sólo se me ocurre temblar de miedo, como una niña asustada, y llorar. Me abrazo la enorme barriga  y a duras penas me sale la voz para llamar a su padre, que "cosa extraña" duerme tranquilamente ajeno a todo el maremagnun de sentimientos que estoy viviendo.
En el hospital me atienden rápido, eficientemente y con un cariño que en ese preciso momento se agradece hasta lo más profundo del alma. Todo se desarrolla con normalidad, el tiempo de diltación no es tan duro como en mi anterior experiencia, tal vez se deba a que estaba mejor preparada para este momento y sobre todo porque la charla amena y cariñosa de las enfermeras y la comadrona, hacen que mi mente no esté fija en esos dolores que te parten "los riñones" .
El cambio de turno se acerca y temo que se alarge por ese motivo un poco más, pero la voz decidida de la comadrona me saca de mi error. Mi hijo va a ncer antes de que ella termine el turno. Un poco más de velocidad al gotero y me encuentro ya de camino al paritorio.
No hay nada que alivie los dolores, el deseo de empujar es grande. Mi hijo quiere estar aquí a mi lado, no dentro de mí, y ayuda con su deseo a disipar mi miedo. Por primera vez los dos estamos en la misma misión, nos estrenamos en el acto de vernos, tocarnos, olernos. De querernos, no. Eso lo sentimos desde el primer momento de la concepción. Por nada del mundo querría yo perderme este momento doloroso, pero feliz, intensamente feliz.
Tengo a mi hijo en mis brazos, lo beso y lloro. Su cuerpo menudo, indefenso, tierno, descansa en mis brazos, es mi cuerpo el que sigue dándole calor y amor sin medida.
La primera separación se siente traumática.
- ¿ Por qué se lo llevan?
- Tranquila, no pasa nada, todo está bien. Lo pesamos, lo aseamos, lo ponemos guapo para la presentación oficial.
Imposible más guapo, para mí es lo más grande, lo más hermoso. Me hace reconciliarme con el mundo. Agradezco enormemente y desde lo más profundo de mi alma el echo de ser mujer, de ser portadora de vida. De poder vivir estos momentos.
Todo lo relatado sucedió el día de ayer, 4 de febrero de hace dieciocho años, y lo recuerdo cómo si hubiera sucedido hace sólo unas horas.
Felicidades, mi " pequeño "!! Infinitas gracias a la vida y a tí por estos dieciocho años. Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario