UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

viernes, 20 de septiembre de 2013

MIENTRAS CAE LA NIEVE

Inesperadamente. Esta noche ha nevado. Por eso, ha sido mayor la sorpresa. Abro la ventana, sigue nevando, mansa, calladamente. A lo lejos, la Sierra de Guara y el pico del Aguila, todo engalanado. Y lo mismo, el vecino cerro de la ermita de San Jorge. La nieve convierte en paraíso sin estrenar los más áridos paisajes. Todo blanco, resplandeciente, casi daña a la vista. Un manto blanco cubre la tierra, que la hace blanda, esponjosa, como una alfombra, para no herirla con los pies, dejando en ella nuestras huellas.
Los poetas cantan a la nieve blanca, purísima. Pero acaso no se fijan bastante en el silencio del caer los copos sobre la tierra. Oímos, claramente el estallar de la tormenta, y llegamos a oír la caída de la lluvia y percibimos el chirrido del tiempo que, poco a poco, va minando nuestra vida. Para embellecer, la nieve no necesita hacer ruido. Si nos sorprende en la calle, la nieve, sobre nuestro rostro, no hiere, acaricia, caricia en silencio.

No sé porqué, relaciono la nieve con aquella sencilla mujer, que conocí, hace bastantes años, en una aldea de las estribaciones de la sierra de Marcuello. Se llamaba Leonor. Era una mujer encantadora, irradiaba bondad, hacía el bien en silencio, sin ruido, sin que se notara. Sus manos ajadas por el trabajo de la casa, tenían la virtud de embellecer lo que tocaban. Ante cualquier acontecimiento, alegre o triste, allí estaba la Sñra. Leonor, dispuesta  ayudar. Las puertas de su casa, siempre abiertas, para todo y para todos. Era la clásica mujer de pueblo, que no hizo nada extraordinario, pero hacía extraordinariamente bien las sencillas cosas de cada día.

La Sñra. Leonor murió un día frío de enero. Había nevado. Un fuerte catarro, que desencadenó en neumonía, la retuvo en cama dos o tres días. Presintió que había llegado su hora. LLamó a sus hijos, quiso que le acompañaran en la recepción del sacramento de enfermos, los abrazó, les dio los últimos consejos y paulatinamente, se fue apagando su vida. Sus hijos emocionados, recuerdan los últimos momentos de su madre. Y yo, aunque han pasado muchos años, no la he olvidado.

La ermita de Nstra. Sñra. de Marcuello, de la que era muy devota, se vistió de blanco para decirle adiós.

(En recuerdo a mi querida abuela Leonor, que aunque no pude conocerla, la llevo en mi corazón)
(Texto transcrito de una revista pastoral en la que se hablaba de mi abuela).



1 comentario:

  1. ¡Qué homenaje tan bonito!, cómo admiro a las personas que hacen de cada día, la felicidad. Lo has expresado precioso, gracias.

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