UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

jueves, 16 de enero de 2014

UNA DESILUSION

La tarde está húmeda y las nubes grisáceas cubren un cielo plomizo y triste. Ya van unos cuántos días sin que el sol ilumine y de vida a la dura faz del asfalto. La gente, camina, deprisa, mirando al suelo. Como si la vida no fuera también ese trayecto desde la partida hacia el destino marcado. El invierno puede ser desagradable y duro, pero en ocasiones se torna duro y doloroso. Parece como si el hecho de tomar una decisión con sol pudiera ser más o menos traumática.
Cruzo la calle raramente solitaria a estas primeras horas de la tarde y abro la puerta de acceso al inmueble. Este gesto banal, por cotidiano, ya no se volverá a repetir. Dejará de ser cotidiano en breves momentos. Entro como cada tarde. El olor de costumbre, me recibe. Todavía no está el portero en su garita, leyendo el libro de turno. Siempre me ha llamado la atención. Un portero que prefiere las historias de los libros a las vidas, idas y venidas de los vecinos de la casa y de la calle. Casi prefiero que no esté. Cojo el ascensor como si fuera alguien extraño y sin embargo lo llevo haciendo desde casi dos años. Pulso el botón del piso al que tarde trás tarde he acudido para dar forma a unos sueños, a una ilusión que murieron casi antes de nacer. Mejor dicho casi recién nacidos.
Introduzco la llave en la primera cerradura. Los anteriores ocupantes de la casa debian de ser muy cautelosos con la seguridad, ya que dejaron instaladas dos cerraduras y un cerrojo de buen tamaño en el interior. La puerta de la habitación que ocupo para intentar mejorar la vida de los demás, soy terapeuta, está entornada y en el interior se ven cajas amontonadas. Los de la mudanza han trabajado rápido. Por la mañana han empaquetado todo y ahora toca trasladarlo, llevarlo al rincón donde con más o menos desidia dormirán el sueño del abandono si no surge otra ilusión que lo remedie.
Suena el timbre, dejo de mirar sin ver y me dirijo despacio, como si los pies no quisieran llevarme, a abrir la puerta.
- Buenas tardes
- Buenas tardes. ¿Podemos cargarlo ya todo?
- Sí ,claro. Una vez cargado, yo les acompaño a donde hay que llevarlo.
- Muy bien.
Diligentes, cogen las dos cajas, tampoco había muchas cosas, y empiezan a bajarlo para amontonarlo en el patio y posteriormente, cargarlo en el pequeño furgón. Mis pertenencias son escasas. Es lo que tiene la decoración Zen, sólo lo necesario y espacios limpios y amplios.
Por fín, me quedo sola. El eco se hace dueño de la estancia y el vacío me llena a mí también. El dolor se hace patente y una sensación de abatimiento, de derrota se apodera de mí. No las puedo evitar, las lágrimas recorren mi rostro sin que haga nada para detenerlas. Todos tenían razón. Yo fuí la que iba contra corriente. La que soñó despierta con otros mundos, con otros momentos, con otras ilusiones. Y los demás me vencieron. Creo que es esto último lo que más me duele. Lo que me hace revelarme y gritar en silencio que nadie tiene derecho a cercenar mis sueños. Pero parece ser que la vida quiere para mí algo distinto. Tengo la sensación de que no he luchado bastante. De que me he rendido muy pronto. Tengo la sensación de estar hundiéndome en un pozo desde donde sólo seré capaz de sacar rencor y odio. No me gusta, no quiero. Por eso sé, que los sueños volverán, que la vida tendrá que aliarse conmigo. Que todavía me faltan muchas cosas por vivir y en estos momentos estoy muriendo.
P.I. (D.R.)

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