UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

miércoles, 29 de octubre de 2014

RECUERDOS (I)

La mañana soleada, aunque de primeros de otoño. Pero este otoño es atípico, caluroso, como si el verano no quisiera irse. Es agradable caminar, hace calor pero un suave viento lo hace más llevadero.
Voy como cada día haciendo el mismo recorrido, camino, dicen que es sano, y mientras lo hago dejo que mi mente divague por todos sus recovecos. No la freno, en ese momento es libre y aprovechando la ocasión me lleva de recuerdo en recuerdo, salta como pulga, de tiempo en tiempo, de momento en momento. Yo solo observo. A veces me encuentro recordando algo que creía haber olvidado. Recordar es como volver a vivir, pero ya no se es protagonista, sino más bien espectadora.
No me fijo mucho en el camino que recorro, todos los días es el mismo, lo conozco, sin fijarme demasiado salvo los obstáculos que el suelo irregular me presenta, por eso en ese mismo instante me veo de recién casada, volviendo al dulce hogar después de la jornada laboral, caminando a orillas de campos donde el maíz, alto y verde, crece sin demasiado esfuerzo. La tierra es rica y está bien regada. Como mis miedos. Me veo caminando deprisa, agarrada la chaqueta porque la temperatura desciende unos grados, por efecto de la humedad de las plantas. Extrañamente es el mismo camino que ahora recorro, pero ya no hay campos, solo manzanas enteras de pisos, aceras bien marcadas y algún parque infantil.
Mi mente sigue.
Ahora el escenario es diferente. Soy una adolescente de quince tiernos años. Soñadora y con las nubes como habitáculo. Mi mundo no es real. Juego a ser mayor, adulta, pero soy una tierna niña que despierta a la vida y que quiere empezar a dar sus propios pasos. Tengo que empezar a ver claro que hay unas reglas sociales de las cuales no puedo salirme. Yo, no entiendo de reglas, solo de sueños. De sueños y de miedos, pero a estos últimos los aparco para enfrentarlos durante la noche, en la soledad de mi cuarto. Es tan fácil y tan bonita la vida soñada y tan dura y desagradable la vida real. Me veo en las noches, abrazada a la almohada, con una música repetitiva en mi cabeza y las lágrimas fluyendo, unas veces mansamente, otras saliendo a raudales, hasta que el sueño me sosiega y me pierde en otras nebulosas. Cuando amanece y el sol me despierta, lo vivido anteriormente pasa al estado de ensoñación, hasta la próxima noche.
Mi camino llega a su fin. Por hoy ya ha sido suficiente. Cierro la caja de mis recuerdos y ato a esa mente loca y pulgosa. Hay que volver a la vida real. Al camino de verdad. A los tropiezos donde se es protagonista para poder, en otro momento, ser espectadora. Es la consecuencia de los recuerdos.

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