UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

sábado, 24 de septiembre de 2011

LOS MUERTOS NO LLORAN.

No sé que hace toda esta gente aquí, hablan y hablan sin parar, el murmullo cada vez es más fuerte y han tenido que pedir silencio por megafonía. Los que veo situados frente a mí, lloran desconsoladamente, los ojos rojos por el llanto, las ojeras marcadas, el rictus triste, melancólico. No sé como hacen para llorar, para abrazarse los unos a los otros. A mi me molestan todos. Yo no puedo llorar, no puedo abrazarme a nadie, solo el aroma dulzón y pesado de las flores me acompañan en estos momentos. Ellas y el cuerpo frío y rígido de mi hijo, metido en un ataúd de madera clara y seda blanca.
No sé porqué están aquí, tal vez para poder dar testimonio de la frialdad de mi corazón. .- Qué entereza. Dicen. .- Ni una lágrima se le escapa por el rostro. Que sabrán lo que está pasando dentro de mí. Ahora solo puedo mirar el cuerpo inerte y coger entre mis manos las frías manos de la carne de mi carne.
Los muertos no lloran, por eso yo no lloro, porque estoy muerta. Mis manos también están frías. Será por estar dentro de la cámara mortuoria. No me dejaban entrar, pero yo no podía abandonarle, no en este momento. Ya llegaría la hora de la separación.

Sentí como cogían mis manos y dulcemente las separaban de las de mi hijo. Lo miré, sin verle siquiera. Con exquisita ternura me sacó hacia la sala central del tanatorio. Me dijo algo de que iban a llevar el ataúd a algún sitio. No entendí nada. Solo me acerque al ventanal que daba al exterior. Calles y calles de frías tumbas. La lluvia caía sobre ellas, aumentando la sensación de soledad. Lo sacaron por la parte de atrás, yo no lo vi, no vi tan siquiera como cerraban el ataúd. No me despedí de él. No podía. Hay cosas que los muertos no pueden hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario