UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

sábado, 19 de noviembre de 2011

EL ATARDECER

Es la tranquilidad del paisaje la misma que envuelve mi alma. Ahora  estoy en calma, no sé muy bien porqué, pero una cierta lasitud me envuelve. La tarde ha sido ajetreada y solo al final me he dado cuenta de la tensión que acumulo. Demasiados pensamientos, demasiadas obligaciones, demasidos "tu y vosotros", demasiado poco "yo". Demasiados "demasiados". Todo en pequeñas cantidades se asimila mucho mejor, y esta tarde era todo en grandes cantidades.
A media tarde hemos recibido una llamada de auxilio, por una pelea callejera entre un chulo y dos mujeres que tuvieron la mala suerte de confiar en quien no debían. Dos almas heridas y humilladas. Dos almas donde la vida que anida en ellas se asemeja mucho a la muerte.
Mientras mis compañeros detienen al proxeneta y atienden a las dos mujeres, cuyos rostros han quedado marcados por los golpes recibidos, yo me quedo mirando hacia los balcones de las viviendas y todavía veo a los vecinos asomados, que han salido a sus ventanas para atisbar que pasa en todo ese jaleo. Mujeres la mayoría, dada la hora que es, envueltas en sus batas y sus zapatillas de "andar por casa". Me doy cuenta de que, a poco que prestemos atención, todas las cosas nos pueden contar retazos y jirones de las vidas anónimas que en esa zona se encuentran.
Hay ventanas y balcones, primorosamente adornados con cuidadas macetas, que dejan entrever a través de los cristales unas pulcras cortinas que protegen la intimidad de sus moradores. Otras nos dicen que ahí no habita más que la sordidez de los encuentros esporádicos, de las ilusiones perdidas, de los sueños rotos. Que tras esas ventanas donde no se atisba un átomo de vida, habitan sentimientos negativos copulando con lágrimas de desesperación. Cuantas historias pueden contarnos las, ventanas, las puertas, las piedras de las casas.
Después nos hemos ido, dejando el "problema" resuelto, mejor dicho nos hemos llevado el problema a otra parte. Por eso ahora necesito calma, rebajar el stres, dejar cada cosa y a cada persona en su sitio.
Mis pasos me han traído hasta el embarcadero, el sonido del agua chocando contra los postes de madera, la calma que refleja, la luz de las últimas horas del día, todo junto han conseguido dejar mi alma en el estado en que se encuentra. El atardecer tiene ese poder de decirnos que todo tiene fin, que el día de hoy también termina. Que mañana habrá un amanecer, para que pueda haber otro atardecer.
Me encuentro bien, conmigo misma, en este momento del día , pero poco a poco la noche va haciéndose dueña del instante y tendré que esperar a mañana para disfrutar de otro atardecer.

1 comentario:

  1. Me ha gustado, igual es que yo también he sentido eso mismo alguna vez. Un besito. Nuria

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