UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

viernes, 18 de noviembre de 2011

UN CAMINO PARA EL ALMA

El cielo esta claro, ni una nube empaña el azul nítido del techo que cobija el paisaje montañoso y los campos que contrastan con su tono verde brillante, gracias a una primavera lluviosa en sus comienzos.
Enciendo un cigarrillo y con mis pensamientos como única compañía, dejo que mis pasos me lleven, no deseo ir a ningún sitio en concreto y tomo la calle más soleada, no hay sombra ni la busco, el sol de mediados de primavera es agradable y camino, mirando lo que hay a mi alrededor, las casas semiderruidas, que en otra época fueron testigos de la vida, la alegría y penurias de las gente que las habitaba, ahora solo las paredes maestras siguen en pie, las ventanas son como ojos hueros que dejan ver las piedras y maderos caídos, la nada.
Me dirijo por el camino que va al cementerio permitiendo que los suaves rayos del sol calienten mi piel y de paso sosieguen mi alma, que dicho sea de paso, últimamente está un poco revuelta. Miro el paisaje, despacio, como si nunca lo hubiese visto, lo veo con ojos diferentes, con la mente en blanco, he conseguido que ningún recuerdo, ningún pensamiento me asalte, solo los campos y las suaves elevaciones montañosas llenan mi cabeza, la soledad mi única compañía. Sin darme cuenta llego hasta la verja que da entrada al camposanto, están arreglando un acceso nuevo, pero como casi todo está sin terminar, algunos árboles se han secado, espero que los cambien, es agradable el color de las plantas a la entrada de la ciudad de la paz, de las despedidas totales, de la mayor realidad del ser humano.
Descorro el cerrojo, que se desliza suavemente, entro y me quedo parada ante la visión de las tumbas, arregladas y cuidadas, es pequeño, la vista lo abarca todo en el primer momento, no me es un terreno desconocido. Es la primera vez que voy sola, nunca me ha gustado la soledad en estos sitios, pero me doy cuenta de que ahora la estaba buscando y una agradable sensación de paz me envuelve. Miro detenidamente cada una de las tumbas, no hay muchas y solo unas cuantas tienen lápidas indicando quienes son sus últimos moradores, porque todas ellas tienen varios cuerpos, en algunas ya nadie recuerda quienes fueron los primeros en utilizarlas, a los muertos se le enterraba en una o en otra, dependiendo de los años en que el anterior “usuario” fue enterrado o de la casa en la que nacieron o murieron. Aquí están mis antepasados, sus vidas dieron camino a la mía. Me dirijo a una sepultura cubierta de granito blanco con una gran cruz en la cabecera, esta profusamente adornada de flores que separo ligeramente para ver la inscripción de la placa ,que queda oculta en su totalidad, nombres, fechas, recuerdos, sobre todo recuerdos, parte de mi vida también esta ahí enterrada. Acaricio la placa y las lágrimas amenazan salir de mis ojos sin ser llamadas, mejor  será que me levante, dejo las flores tal y como estaban y me giro a mirar la lápida que hay al lado, hago la misma operación y leo nuevamente los nombres inscritos, mas tranquila vuelvo a la primera sepultura, y me siento, acaricio la piedra, esta caliente por el sol, la sensación de paz es tremenda, como la necesitaba……paz y soledad. No soy muy religiosa, pero en ese momento necesito recitar una oración, es una extraña manera de hablar con los muertos, debe ser el lastre de mi educación o que en este momento es lo que mi corazón demanda, es lo mismo, la recito despacio, con calma, pensando lo que digo.
Doy una ultima mirada a mi alrededor, veo un pequeño ramito de flores de plástico que el aire ha tirado del búcaro colocado delante de la lapida, lo coloco con delicadeza en su sitio y me marcho, vuelvo a cerrar la verja y abandono el camposanto con la misma sensación de paz.
Miro el reloj, el tiempo pasa volando, mejor vuelvo a casa antes de que se extrañen de mi tardanza, no me siento con ganas de dar muchas explicaciones. Tomo el mismo camino de vuelta, no hay otro, a la entrada de la población  prefiero la calle soleada, la paralela da la sombra y yo sigo necesitando los suaves rayos de sol.
Al llegar al final de la calle, vuelvo la vista para atrás, siempre me encontré en paz aquí,
el paisaje me envuelve, las piedras caídas dan paso a espacios abiertos, todo cambia, se renueva, así es la vida. Presiento que mi vida también necesita un cambio, quitar las piedras derruidas de los sentimientos muertos.
La tarde es agradable o tal vez sea el que yo he encontrado lo que tanto había buscado, ahora espero no equivocarme nuevamente, ya no me queda mucho tiempo y debo aprovecharlo para vivir lo que deseo. Tal vez sea este el punto de partida, el momento de actuar.
Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo. Voy a tener que enfrentarme a muchos fantasmas para ello,  son un lastre difícil de arrastrar, pero debo hacerlo para dejar los espacios abiertos a nuevas ilusiones.


EPILOGO.

 Dña. Graciela Castañares falleció victima de accidente el 11 de Mayo de 2001, sus apenados ruegan una oración por su alma.
Sus restos mortales serán trasladados desde la ciudad de Lyón hasta el lugar del sepelio, que se realizará en la más estricta intimidad.

El coche fúnebre recorrió, despacio, el camino que llevaba a la ciudad de la paz, a la ciudad de las despedidas totales, llevando el cuerpo inerte de Graciela Castañares. Solo un pequeño árbol y una breve inscripción para recordarla. Su alma había llegado al final del camino. Realmente había llegado mucho antes de lo que ella podía haber imaginado, fue esa tarde agradable de principios de primavera.  D.E.P.  Graciela.


1 comentario:

  1. sigue adelante escribiendo, sabes sacar muy bien los sentimientos.

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