UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

viernes, 14 de noviembre de 2014

YO, TU MADRE

Son las primeras horas del nuevo día, está amaneciendo, todavía la luz no logra quitar las sombras de la noche.
Me levanto inquieta. No sé si has regresado a casa o todavía andas en tu mundo. Dichoso mundo,¡ cuando cuesta aceptar que los hijos tenéis vida propia, aunque sea a costa de la nuestra.!. Abro la puerta de tu habitación y te veo dormir plácidamente, ocupando toda la cama y abrazado a la almohada como si de una mujer se tratara. Me tranquiliza ver la escena. Es solamente a partir de esta tranquilidad cuando me doy cuenta de que la cama se te ha quedado pequeña. Los pies cuelgan inertes y asoman por debajo de la sábana.
Aprovecho que no te das cuenta de que estoy aquí, en tu habitación, mirándote y me siento en la silla repleta de ropa, que debería de estar ocupando una percha en el armario, pero que tu indolencia dejo tirada de cualquier manera encima de la silla. No me molesto en retirarla, a la postre, bien sé que seré yo quien de nuevo la deje en perfecto orden dentro del armario. Te miro, detenidamente, casi no reconozco en tus facciones relajadas de hombre joven,al niño que tengo en mis recuerdos y en mi corazón. Aquel que con su sonrisa y sus manitas regordetas lograba que me olvidara las muchas travesuras que, al cabo del día, realizabas. Casi puedo sentir, que a quien estoy mirando nada tiene que ver con lo que yo reconozco como "mi hijo". Me pareces más un extraño. Ayer salió de casa mi niño y esta mañana me encuentro con alguien desconocido. Sigo mirándote fijamente, realmente todavía encuentro algo de las facciones de mi pequeño.
En el fondo, todas las madres pensamos lo mismo: "Qué pena que crezcan tan pronto".
De esa reflexión me voy a otra, y entonces pienso que desconozco totalmente como me ves tú a mí.
Yo, tu madre. Esa mujer que siempre está ahí, para cualquier cosa. Plánchame la camisa,mama, por favor. La necesito para hoy. Mamá, ¿podrás comprar pizza para la cena?. Máma, salgo con una chica preciosa. Máma, me siento solo, quiero que me abraces. Mamá, tengo un problema.....Mamá....Mamá...Mamá.......
Y ahí está mamá, con su vida, con sus problemas, con sus ilusiones y sueños aparcados para cuando nadie la necesite y pueda dedicarse un tiempo para ella. Ahí está mamá, con todas sus decepciones, guardadas, bien guardadas, para que nadie las vea. Con la sonrisa y las manos dispuestas para ayudar a sus pequeños. Aún cuando esos pequeños tienen ya la misma edad que cuando ella dio a luz al primero.
Nadie, en la vorágine de su vida, se da cuenta de esa mujer que parece que nació madre y que solo es eso madre. Nadie se da cuenta de que a veces esta mujer/madre, necesita de un abrazo para poder seguir adelante. De que cualquier demostración de cariño, espontánea ,es el mejor de los regalos. De que los pequeños detalles con relación a sus desvelos y cuidados, son para ella, algo tan grande que guarda eterna gratitud. Que el reconocimiento a su trabajo hogareño, le hace seguir día tras día sin ser consciente de la monotonía de esas labores. Y tantas otras cosas que se pierden en ese egoísmo filial y que siempre recae sobre la persona que difícilmente te dejará en la estacada. Mamá, es esa mujer que solo es madre cuando sus hijos están a su lado, que pierde la noción de si misma para volverse parte de quienes le deben la vida. Mamá, cuando está sola, se vuelve esa mujer que ve como el tiempo hace estragos en su cuerpo y en su cara. Que sus sueños se perdieron en pos de los sueños de sus hijos.
Sigo mirándote y te revuelves inquieto. Quizás notes mi presencia en tu inconsciencia. Sonrío. Me acerco a la cama y paso mi mano suavemente por tu pelo revuelto. La luz del nuevo día inunda la habitación. Salgo de ella y cierro la puerta suavemente. Estoy segura que no te has enterado del tiempo que hemos estado juntos. Inspiro hondamente y me dedico a comenzar las tareas hogareñas. Es fin de semana y no hay que ir al trabajo. Me dispongo a prepararme el desayuno y con la taza caliente del primer café siento en mi corazón, la tibieza de saber que por más que me queje de vuestro desorden, de que aprovecháis mi buena disposición, de que absorbéis mi tiempo y mi energía, para mí sois lo más importante de mi vida.
Oigo la puerta de la habitación y te veo salir con los ojos medio cerrados. Te miro fijamente. Sonrío. Me levanto y te doy un beso de buenos días.
Mientras te aseas, te dejo una nota al lado del desayuno. Te quiero, yo, tu madre. Me gusta imaginarme la cara que pondrás cuando la veas.


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