UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

viernes, 6 de abril de 2012

RECORDAR

Es verdad que los recuerdos están tan modificados que  la realidad de la que surgieron no se parece en casi nada a ellos. Encima de la mesa y del sofá están extendidas decenas de fotografías, testigos de momentos vividos, de personas, que en un momento de la vida nos acompañaron, lugares donde, más o menos profundas, dejamos nuestras huellas de paso. Están como testigos de algo vivido y para que el recuerdo de esos momentos no se difumine en el saco del olvido o en el rincón de lo no existido. Algunas me llaman poderosamente la atención, porque no forman parte de mis recuerdos. Son personas que no he conocido, aunque sí se de su existencia. Fotos en tonos marrones la mayoría de ellas, ambientes de siglos pasados, escenarios falsos, jardines de tela, columnas que no sujetan nada ni lo sujetaron nunca. Fondos de escaleras marmóreas que terminan en piso de tierra, sentados los personajes en viejas y desvencijadas sillas de ferias. Me fijo en sus caras y aún quiero atisbar un parecido de alguno de sus rasgos con los mios. Tal vez es solo un juego de una tarde aburrida y solitaria de lluvia.
Las fotografías son esos, retazos de vida que queremos dejar prendida del presente más poderoso, del hoy, del ahora mismo, con sabor de un ayer trasnochado, de una sonrisa perdida, de unos ojos que quedaron fijos en aquello que miraban y que ya no está. Tal vez esa foto nos devuelve a ese ser al que todavía se quiere y que nunca dejará de estar en el corazón.
Imágenes de quienes fueron importante en mi vida y que por circunstancias inexplicables o explicables,  se perdieron para siempre sin que haya podido saber nada más de ellas, o tal vez, no quise saber nada más, pero que pasaron por mi lado, tocaron mi corazón y se fueron. Mirando su imagen me doy cuenta de que algo de ellas siempre quedó en mí.
El reloj marca la hora donde la tarde empieza a pasar a ser noche, donde el sol quiere ocultarse para dar paso a una luna, brillante, fuerte, como son ahora algunos de mis recuerdos. Dicen que recordar es vivir dos veces, o tres o infinitamente aquello que se recuerda. No es verdad, en cada recuerdo pones y quietas detalles dependiendo del hoy, y además, a veces, recordar duele.
Veo aquellos que ya se fueron y todavía escucho sus voces, su forma de hablar. Reconozco en esa niña mi  ayer más lejano y busco un parecido con mi imagen actual, es verdad que está, como está en el fondo, muy en el fondo la niña que fui, creyendo que el mundo era seguro y que la vida era fácil, porque todo lo que necesitaba lo tenía y necesitaba ¡tan poco!. En otra, me veo adolescente, rebelde, inocente ,romántica y soñadora. Todavía hoy sigo siendo esa adolescente, pero con menos bríos en mi rebeldía o mejor dicho con una rebeldía diferente.
Poco a poco la vida se va desgranando en recuerdos, en imágenes, hasta que me doy cuenta de que las miro desde el exterior, como si no fuera yo la protagonista de alguna de ellas, como si no se tratara de mi vida, si no de vidas ajenas en las que yo me meto a olisquear sentimientos, risas, o lágrimas. Es curioso, me doy cuenta de que en casi todas las fotografías, los fotografiados están, si no riendo si siempre sonrientes, en algunos casos tal vez un poco serios, pero nunca llorando, y es que la tristeza no la queremos guardar para el recuerdo. Intentamos salir siempre bien, "guapos" y las lágrimas no nos suelen dejar fotos muy favorecedoras.
Sigo desgranando vida y esparciéndola alrededor de mi.
Definitivamente los recuerdos nada tienen que ver con la realidad que los formó.

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