UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA

UNA FORMA DE MIRAR LA VIDA
mirando a la vida

martes, 27 de mayo de 2014

UNA TARDE CUALQUIERA

La tarde tenía ya esos colores rojos y anaranjados del sol en su despedida. Se asomó a la terraza para observar algo, nada definido, solo algo que llamara su atención, que sacara por unos momentos el deseo de lo distinto, de la sorpresa, eso que haría su vida menos anodina. Hora tras hora el tiempo pasaba casi sin rozarla. Realmente el tiempo pasaba sin más. Miró a su alrededor las plantas verdes brillantes por el agua caída en la tormenta, fijó su vista en el horizonte y de nuevo a sus plantas. Quitó hojas secas y se mojo los pies con el agua embalsada en el suelo. El desagüe no funcionaba bien, tendría que revisarlo. Se apoyo en la balaustrada de piedra y aspiro el suave aroma de la tierra empapada, la tarde había refrescado y sin embargo no sintió frio, sólo soledad, aburrimiento, hastío. Se perdió en los colores del cielo, en las sombras que poco a poco iban desapareciendo y escucho a lo lejos el sonido de un saxo ensayando. La música la fue envolviendo a ella y a sus recuerdos y de pronto noto frío en los brazos y los froto con energía para sentir un poco de calor.
Dicen que no podríamos vivir sin música. Es posible. El suave sonido del instrumento la transportó a otros lugares mucho más lejanos, a otro tiempo donde reír era fácil, y por unos instantes recordó imágenes y sensaciones que creía olvidadas. Ese aroma a maderas, anís y tabaco y entonces, sólo entonces, se dió cuenta de todo lo que había tenido, de todo lo que había perdido y de que la tarde había desaparecido dando paso a la noche de la misma manera que ella dejo todo atrás, sin darse cuenta.
Ahora la noche y ella eran una. Eran soledad. Eran recuerdo en la mente de nadie.

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